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Eduardo Burgos: “Se está perdiendo la cultura del esfuerzo”

Eduardo Burgos | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Si se habla de baloncesto, aparece él. De manera física -no es difícil encontrarle sentado en la grada de cualquier cancha- o como referencia ineludible por su bien ganada reputación. Fue número uno de su promoción de entrenador nacional y durante su juventud ejerció simultáneamente como técnico, jugador y árbitro. “Es que éramos pocos”, rememora. Eran los años 70 en una España futbolizada y en la que el deporte de la canasta era una actividad para “tipos raros”, gente que estudiaba en las capitales y que combinaba su vida académica con la práctica de una modalidad casi clandestina. Ahí se metió Eduardo Burgos. Y ahí sigue. Viviendo en primera persona y en tiempo real la transformación extraordinaria del baloncesto en España. De Juanito Corbalán a Pau Gasol. Y en Córdoba, del Juventud al Muser Auto. “Córdoba debería estar en una posición más alta, pero...”, lamenta el veterano coach, que confiesa tener la “espina clavada” de no haber podido dirigir nunca al primer equipo de la ciudad. Una paradoja más para la colección del deporte cordobés.

Eduardo Burgos Luque (Córdoba, 1953) es uno de esos alquimistas que persiguen la combinación ideal entre talento, condición física, motivación, habilidad, paciencia, entereza o suerte, entre otros ingredientes, para lograr el milagro de construir un equipo. Muchos que van con su pizarra llena de tácticas, un manual de frases impactantes y un ideario fijo acaban retirándose sin haber sido capaces de armar ni uno solo. Burgos es -seguramente a su pesar- una institución, un líder moral en una jungla en la que conviven idealistas honestos, egos inflados, arribistas y pillabichos.

Hay entrenadores que ven colmadas sus apetencias ganando partidos. Coleccionando títulos, si pueden. La acumulación de victorias es lo que da sentido a su papel, el sello que homologa su cualificación. Tanto ganas, tanto vales. Las estadísticas positivas les reportan una cierta paz de conciencia y, generalmente, un puesto de trabajo en este singular gremio. Otros aspiran a la trascendencia, la inmortalidad por delegación que supone el dejar un estilo que inspirará a otros. Eduardo Burgos es entrenador más allá de las pistas. Autor de varios libros y conferenciante en los más prestigiosos clínics, mantiene un blog de referencia con miles de visitas diarias. Aquel joven que empezó en el equipo de Magisterio -“fui distinguido en 1972 como el mejor jugador del campeonato”, recuerda- es hoy un hombre de 66 años que no ha perdido la capacidad de ilusionarse. Después de jubilarse como profesor tras más de cuatro décadas de ejercicio, decidió también cerrar su etapa en los banquillos. Eso dijo con palabras, pero el corazón le llevó a regresar.

PREGUNTA. Otra vez en la primera línea. Y no en un sitio cualquiera.

RESPUESTA. Si no llega a ser Maristas, no hubiera vuelto. Mi intención no era entrenar. Yo estaba aquí colaborando con el club en el que he estado casi toda mi vida. Venía un par de días a la semana, para ayudar al entrenador de Primera Masculina, Luis Requena, en finalizaciones y tiro, y otro día para hacer tecnificación con un equipo infantil femenino que entrenaba Fernando de Torres. Sebastián del Rey, que tiene muchísimos cargos dentro del club porque es el coordinador deportivo, lleva el Complejo Cervantes y además entreba al equipo de Primera Nacional, no tenía todo el tiempo que necesita ese equipo. Pensó que yo podía ser una persona idónea para que en estos dos últimos meses de competición el equipo no perdiera el ritmo y pudiésemos luchar por todos los objetivos. Me lo pensé, tuve que salvar el obstáculo de mi mujer porque yo le había prometido que no iba a volver a entrenar, y al final me decidí. Estoy contentísimo con este grupo de chicas. No sé si lo conseguiremos, no sé hasta donde llegaremos, pero me está encantando trabajar con un equipo disciplinado, participativo, implicado... Estoy muy a gusto.

"El baloncesto ha cambiado, como todo en la vida; yo siempre he intentado actualizarme y reciclarme"

P. En cierto modo, es un cierre de ciclo: empezó hace muchos años en Maristas y ahora vuelve a uno de los equipos más representativos de este club.

R. Es un ciclo pero en baloncesto femenino. Aunque la gente no lo sepa, yo empecé entrenando baloncesto en el equipo de Magisterio femenino, donde estuve tres años. Luego ya fui a Maristas. Es cierto que empecé en los banquillos llevando a mujeres y voy a terminar con mujeres también, aunque toda mi etapa como entrenador ha sido con equipos masculinos.

P. El baloncesto en el que empezó a trabajar y el actual se pueden parecer en que en ambos se trata de meter un balón por un aro.

R. Ha cambiado mucho. Para empezar, por las reglas. No había 6'25 ni 6'75. Cuando se instauró la línea de tres puntos fue en 1985, siendo yo entrenador del equipo de Maristas en Tercera División. Ahí estaban Gori, Fuentes, Pedraza, Angulo, Román... Las reglas han cambiado totalmente. Y de las instalaciones, qué podemos decir. Antes no teníamos pabellón, entrenábamos en una pista ahí fuera que la llamábamos “la nevera” y que era casi como una carretera. Luego pusieron el pabellón con el suelo de cemento, que ahora es de parqué. Hay pabellones por toda la ciudad y por todos los pueblos. Yo me acuerdo de haber jugado en Peñarroya mientras estaba nevando y tener que quitar la nieve. Ha cambiado todo. Yo he intentado siempre reciclarme y actualizarme.

P. Cambian los escenarios y las reglas, pero también ha cambiado todo lo que concierne a la gestión de los grupos humanos. Hay otro tipo de sensibilidad, otros códigos...

R. Ahora se habla mucho de la inteligencia emocional, pero eso ha existido siempre. Lo único que pasa es que cuando eres más joven no piensas demasiado en esas cosas y te centras más en la táctica, en las jugadas... Cuando vas madurando como entrenador es cuando te das cuentas de que la psicología de grupo es fundamental. Tienes que mirar a las caras, ver sus expresiones y gestos, cómo responden ante las situaciones. Eso va creciendo contigo. Con el tiempo te das cuenta de que no es tan importante la jugadita contra zonas, sino que los equipos estén emocionalmente trabajados, que sepan lo que quieren conseguir y a dónde quieren ir. A todo eso te va ayudando el tiempo.

"Yo he tenido a jugadores que los ves hacer tiros en un entrenamiento y te quedas asombrado, pero cuando tienen delante la hora de la verdad, o no las meten o desaparecen"

P. Un jugador talentoso pero emocionalmente inestable puede quebrar los cimientos de un equipo.

R. Es fundamental gestionar esas situaciones. Yo he tenido a jugadores que los ves hacer tiros en un entrenamiento y te quedas asombrado porque tienen porcentajes de acierto altísimos. Esos mismos llegan al partido y, cuando tienen delante la hora de la verdad, o no las meten o desaparecen. No asumen la decisión, el riesgo les deja paralizados. Luego hay otros que no destacan tanto, pero que son capaces de estar ahí en los momentos decisivos, los que te meten los puntos de calidad, los que quieren que les pases el balón cuando nadie lo quiere. Llegan a disfrutar con eso. Esa cualidad está en la mente de algunos jugadores. Eso no se puede enseñar.

P. Eso hay que descubrirlo, que también es una labor de entrenador.

R. Es precisamente eso. Cuando tienes delante un grupo de jugadores, tú como entrenador tienes que ver quién es capaz de hacer una cosa u otra. Tienes que ver quién es el que se la va a jugar o el que se va arrugar. Eso lo tienes que descubrir. Yo animo mucho a los jugadores que he tenido a que tomen decisiones y a que lo hagan con convicción. Prefiero a un jugador que se equivoque tomando decisiones que a otro que, por no tomarlas, se esconda y escurra el bulto. Me gusta el jugador que arriesga, que no se preocupa por el miedo a fallar. Ten en cuenta que el baloncesto es un deporte de ciertos y errores. Y todos tenemos que aprender a vivir con el error: los jugadores y los entrenadores.

"Quienes saben aceptar los errores como parte del juego, sin llegar a frustrarse por ello, tienen mucho terreno ganado"

P. Cada acción positiva parte de un error anterior. Cuando hay un rebote es porque alguien ha fallado, cuando hay un contraataaque es porque alguien ha perdido el balón...

R. En efecto. Los errores forman parte del juego y se trata simplemente de que los aciertos sean mayores en el balance final. Quienes saben aceptar los errores como parte del juego, sin llegar a frustrarse por ello, tienen mucho terreno ganado.

P. Hablamos de las categorías inferiores y el debate es eterno. ¿Se anteponen los resultados a la formación del jugador? ¿Hay entrenadores que son coleccionistas de títulos?

R. Yo tengo mi idea. Creo que se juega para competir, eso no lo podemos obviar. La competición está ahí. Lo importante es el proceso y en ese proceso está la formación. Si lo que queremos es solamente ganar, pues a lo mejor vamos mal. Al jugador hay que formarlo para competir. No hay que saltarse pasos. El jugador debe ir progresando y el crecimiento individual del jugador debe estar por encima de la táctica y de todo. Yo no concibo, en edades muy tempranas, que se hagan defensas de zonas. Primero tiene el jugador que aprender a botar, a pasar, a tirar, a elegir el momento de hacer cada cosa, a ocupar los espacios, a cambiar de ritmo. Cuando el jugador tenga todo eso, estaremos en disposición de usar esos conocimientos para armar una táctica. Soy contrario a los que dicen que no se juega para ganar sino para divertirse. Ojo, se juega para ganar. Esto es deporte y competición. La cuestión es cómo lo haces.

P. Cuando hay marcadores muy abultados se crean situaciones de tensión en el entorno con sentimientos de agravio, petición de disculpas... Una parafernalia que igual parece excesiva porque a los protagonistas en la pista no llega a afectarles tanto. ¿Qué hay de fondo en todo esto?

R. Te voy a poner un ejemplo muy gráfico. Imagínate que tengo un equipo muy bueno, claramente superior a los demás en una competición formativa. Si yo desde el primer hasta el último minuto de la temporada estoy presionando a toda pista, si mi forma de juego y mi estilo es ésa, pues hasta ahí bien y respetable. Lo que no se puede hacer es que presiones cuando tienes delante un equipo inferior pero cuando tienes un rival más bueno ya no lo haces. Entonces eso no es un estilo de juego, sino aprovecharte del débil. Si juegas igual contra todo el mundo, pues tú has elegido ese estilo de jugar y el rival se tendrá que espabilar. Qué vamos a hacer. Yo a veces me he encontrado en esos momentos en partidos y te preguntas qué le dices a tu jugador. ¿Que no meta canasta? ¿Los paro? Es muy difícil evitar eso. Yo siempre he tratado de respetar al rival y eso lo saben los equipos que han jugado contra mí, pero también pienso que mi equipo tiene que rendir de acuerdo con lo que estamos entrenando.

"El tema de la humillación no es cuestión del marcador, sino de la actitud del equipo rival"

P. ¿Puede un resultado abultado traumatizar a un niño?

R. Yo creo que no. Eso es más cosa del entorno. Se instauró lo de “cerrar acta” cuando se llega a una diferencia para que el marcador no parezca muy abultado y se sigue jugando. Más humillante me parece a mí el tema de “cerrar acta”, porque el resto del partido ya no sirve para nada. Al final, es como si el rival no necesitara el partido completo para ganar. Y todo por el marcador final, que en vez de 80-10 sea otro. Yo lo viví el año pasado con un equipo infantil femenino. No sé qué es mejor. A esas edades no veo que un resultado amplio en contra les traumatice, sino que les hace esforzarse más por aprender. El tema de la humillación no es cuestión del marcador, sino en la actitud del equipo rival. Yo no voy nunca a humillar. Cuando tienes el partido ganado, pues siempre aflojas un poquito. Pero vamos, que un chaval no se va a frustrar por esto ni mucho menos.

P. ¿Hay exceso de competitividad? ¿Qué opina sobre el síndrome de los “jugadores quemados”? No son pocos los que destacan en edades tempranas, llegan a formar parte de una élite en clubes de más rango y terminan abandonando el deporte muy pronto.

R. Yo eso lo he vivido con jugadores que además han pasado por mis manos. Cuando los jugadores se van a las canteras de equipos como Unicaja o Caja San Fernando, que son los que más se llevan, o incluso el Real Madrid, pues salen con una ilusión grandísima. Luego se encuentran con una realidad, y es que al sitio a donde van hay muchísimos jugadores más y realmente llegan a triunfar muy pocos, por no decir ninguno. Porque esos clubes, cuando lo necesitan, se traen un extranjero. ¿Y qué pasa cuando un jugador ya no le sirve a ese club? Pues que vuelve a su ciudad y el equipo que se encuentra no le estimula lo suficiente. Y al final termina por abandonar. Lo más malo no es que un joven deje de jugar al baloncesto, sino que has estado fuera de tu casa una serie de años y los estudios se resienten. Y luego te encuentras con que no tienes estudios ni ganas de jugar al baloncesto. Ves a personas con 30 o 32 años que no tienen ni oficio ni beneficio y eso es un peligro. Desgraciadamente, ocurre. Luego ves a jugadores que no se han ido a ningún equipo de esos famosos, que han seguido su progresión en Córdoba, y seguramente se mantienen más años jugando en EBA o en categorías similares.

P. En Córdoba seguimos en Liga EBA. La quinta categoría del país. Parece evidente la incapacidad de hacer crecer un proyecto después de que desapareciera el Cajasur, aquel de los criticados -y recordados- Andrés López y Abilio Antolín.

R. Eso a mí me entristece porque creo que Córdoba debía de estar como mínimo en LEB Oro. Yo desconozco mucho el tema económico, de instituciones y empresas de esta ciudad, porque es un mundo en el que no me manejo. Lo que yo sí sé es que cuando hablo con equipos de otras ciudades, ellos sí que tienen ese apoyo. ¿Por qué sí en Granada, en Málaga... y en Córdoba no? Aquí hay que subsistir como quién dice con cuatro euros. Para llegar a la élite hace falta un respaldo económico importante, pero aquí no es el caso porque se trata de acercarse un poco más de lo que están ahora, que es evidentemente muy lejos. Para escalar se necesita también un fondo de jugadores de Córdoba, aunque luego tengan que venir algunos extranjeros y algún retoque nacional. Yo creo que eso sí existe.

"Pude entrenar al primer equipo de la ciudad, pero no llegamos a un acuerdo en el tema económico. No voy a decir cifras, pero era irrisorio"

P. Siempre se tiene la impresión de que están todos los ingredientes para que Córdoba esté más arriba, pero... ¿Sólo es cuestión de dinero? ¿O también faltan otros aspectos? Me refiero a capacidad de unificar intereses, gestión...

R. No se da el salto porque falta apoyo económico, eso es así, pero también falta el que todos vayamos a una. Que los clubes apoyen al más representativo de la ciudad. Eso no lo he visto yo nunca. Ha habido algún momento en el que parecía que sí, pero al final cada club está en su mundo, se preocupa de sus jugadores, su competición... No acabo de explicarme los motivos por los cuales esa unión de la que tanto se habla y que algunas veces se ha intentado hacer no se consigue. En multitud de ocasiones me he referido al baloncesto cordobés como el de “los reinos de Taifas”. Yo lo veo así. Y mientras que no se demuestre lo contrario, sigue siendo así.

P. Es una especie de competición interna en Córdoba, con miras muy cortas.

R. Yo me ilusioné mucho cuando volvió Rafa Sanz y consiguió juntar un núcleo de jugadores jóvenes que parecía que iban a ir para arriba. Con gente de aquí lograron jugar dos fases de ascenso. Quizá lo que faltó en esos momentos es hacer un refuercito con algún americano, que es lo que todos los equipos hacían. Ese equipo parecía un buen punto de partida para ir trabajándolo, mejorándolo con refuerzos, y se podía haber mirado más alto. Había ilusión en la gente. Pero eso se terminó y ahora vemos que está incluso peligrando la posición del Muser Auto. Yo creo que se va a mantener, pero después de irse Randolph fíjate los apuros que están pasando y no ganan partidos.

P. El tema no es perder la plaza en la división, que es difícil que suceda, sino el descenso que supone en la práctica la pérdida de peso social del club, con la bajada de asistencia de seguidores y todas esas variables que indican que algo hay que cambiar. O quizá es que no hay para más y estamos cómodos así.

R. Exactamente. Ahora, otra vez a empezar de cero.

"La temporada del Muser Auto forma parte de la evolución y espero que no desanime a los promotores de esta aventura y a los directivos del club. Hay temporadas buenas y malas. De todas se aprende"

P. Como el hamster en la rueda, siempre en el mismo sitio.

R. Siempre estamos ahí. Me acuerdo cuando a Andrés López se le criticaba en su época. Pues mira.

P. Con la perspectiva del tiempo, aquella etapa del Cajasur durante más de veinte años en una segunda categoría nacional...

R. Tuvo su mérito. Y recuerda que no estuvimos en la ACB porque faltó esa decisión del espaldarazo final de Cajasur cuando salió una plaza libre pero había que pagar un cánon importante.

P. No había demasiado dinero, eso es verdad, pero el justo para jugar ante grandes equipos y no desmerecer.

R. Había, además, muchos jugadores de Córdoba. Eso se podría volver a repetir, pero falta el apoyo económico.

P. Si cuando no había crisis no lo hubo, difícilmente en estos tiempos se va a conseguir.

R. Pues sí.

P. Nunca llegó a entrenar al equipo más representativo de la ciudad, aunque estuvo a punto.

R. Nunca. No me llamaron. Yo pensaba que en la época buena mía, en Pozoblanco, podría haber sido el momento. Pero no me llamó nadie. Pasados unos años, cuando el Cajasur bajó a Liga EBA, tuve una conversación con Santi Gisbert y Andrés López. No llegamos a un acuerdo en el tema económico. No voy a decir cifras, pero era irrisorio. Yo tenía muchísimas ganas y recuerdo que les propuse un contrato por objetivos, en función de los partidos ganados, pero tampoco accedieron. Al final lo cogió Juan Rubio. Yo tengo esa espinita clavada, porque me hubiera gustado mucho entrenar al equipo de la ciudad. Es un sueño como cordobés que siempre he tenido. La gente me preguntaba que por qué no entrenaba y no les decía siempre: “Si no me llaman, ¿cómo voy a hacerlo?”.

"No es malo que se discutan las cosas, pero no se puede poner todo en tela de juicio"

P. En Pozoblanco tuvo sus momentos más dulces.

R. Sí, fue una etapa muy buena.

P. Recuerdo que ganaron un partido en el Palacio Vista Alegre al Cajasur, en un partido de rivalidad inédito hasta entonces.

R. 57-90. Andrés López [el presidente entonces del Cajasur Córdoba] puso un crespón negro con el acta en el vestuario. Hicimos un gran partido con el Pozoblanco, donde logré dos ascensos. Lo cogí en Tercera y subimos a Segunda, y de ahí a Liga EBA. Fue la primera vez que se conseguía por parte de un equipo cordobés un ascenso por méritos deportivos, ya que en las ocasiones anteriores había sido por reestructuraciones de los campeonatos o adquisición de una plaza en los despachos.

P. ¿Ve futuro al proyecto del Cordobasket?

R. Empezaron muy bien, con muchísimas perspectivas, llevando mucha gente al pabellón... pero con el paso del tiempo ha ido perdiendo fuerza. Ahora podríamos decir que está en su momento más bajo después de dos años muy buenos. Esto forma parte de la evolución y espero que no desanime a los promotores de esta aventura y a los directivos del club. Hay temporadas buenas y malas. De todas se aprende. Yo espero que sigan luchando porque a día de hoy es este club el que mantiene un equipo cordobés en categoría nacional.

P. ¿El porvenir debe estar en los jugadores del Córdoba? Da la impresión de que no hay demasiado interés en sumarse a este proyecto.

R. Lamentablemente es así, cuando las cosas van mal la gente no se acerca. Cuando más necesitas la ayuda, menos te la dan. Creo que la gente de este club conoce bien el baloncesto y sabe lo que es y cómo se mueve en esta ciudad. Yo creo que se reunirán y tratarán de revertir la situación, porque han demostrado que son luchadores. Espero que la próxima temporada la afronten con otras miras.

P. Un aula y el banquillo de un equipo de baloncesto son lugares privilegiados para ver la evolución de la sociedad a través de los jóvenes.

R. Son 43 años de docencia, más los años entrenando, y la sociedad ha cambiado radicalmente. Hoy en día es totalmente diferente. Yo creo que se está perdiendo la cultura del esfuerzo, porque se les ofrece todo muy fácilmente a los chavales. Empezando por la propia familia, que tiende a sobreprotegerles. Ahora tienen muchas opciones entre las que elegir y suelen quedarse con las que menos esfuerzo suponen y les proporcionan un placer más directo. ¿Y cuáles son? Pues ahí está la videoconsola. Yo lo que veo es que cuando un joven se engancha al baloncesto, difícilmente lo deja. Otro aspecto fundamental es que se ha perdido la capacidad de implicación en las cosas por parte de los chavales.

"Muchas veces les digo a entrenadores más jóvenes que tengo yo más ilusión y ganas de aprender con 66 años que ellos con 20"

P. ¿Hay más individualismo?

R. Hace un tiempo escuche a una jugadora decir:“¿Si voy a tal sitio juego?”. Es decir, ve al equipo como algo un poco ajeno, que está ahí para dar respuesta a sus circunstancias personales. No son todos, pero son muchos los que tienen dificultades para entender lo que significa formar parte de un colectivo. Esto se trata de sumar. Los dos minutos que juega alguien son tan importantes como los treinta de otro, porque forman parte de un trabajo y se buscan unos resultados. El estar ahí para lo que se necesite es un valor importante y a veces se echa de menos. Uno tiene que asumir el papel que le toque en cada momento: a veces eres titular y otras suplente; a veces juegas y otras no.

Otro tema importante es el de la autoridad. La del profesor, la del entrenador... No se respetan esas figuras tanto como antes. No es malo que se discutan las cosas, pero no se puede poner todo en tela de juicio. El que el profesor y el entrenador mantengan su autoridad y eso sea apoyado por todos, especialmente por las familias, es fundamental.

P. ¿Es complicado gestionar la relación con las familias?

R. A los padres les tira la sangre. Su hijo tiene que jugar siempre, ser titular... Sus fallos, desde luego, no los ven o no quieren hacerlo. Incluso peor todavía: ejercen de entrenadores y les dicen lo que tienen que hacer desde la grada. Muchas veces los cogen aparte y les dan instrucciones que entran en contradicción con lo que les dijo el entrenador.

P. ¿Cómo se lleva eso?

R. Yo intento abstraerme. Respeto a los padres y me centro en mi equipo. A mis jugadores siempre les digo que las directrices son las que emanan desde el banquillo. Y si algún padre tiene alguna discrepancia, pues puede hablar conmigo. A los chicos les recalco que la figura del entrenador se tiene que respetar, especialmente durante los partidos. No quiero malos gestos. Al final del partido pues le puedo dar a cualquiera las explicaciones sobre por qué ha jugado o por qué no lo ha hecho. Durante el partido es fundamental el respeto y tiene que ser mutuo: de los jugadores hacia el entrenador y, por supuesto, el mío hacia ellos. Yo no trato mal al jugador, lo que trato es de ser justo. Yo siempre les digo: me voy a equivocar mucho con ustedes, muchas veces, pero voy a ser justo. Creo que el jugador eso lo valora.

P. ¿Los jugadores eran más dóciles antes?

R. En general, digamos que un poquito sí. Yo no he llegado a tener nunca jugadores muy rebeldes. Al final, el jugador es inteligente. Cuando tú le planteas una forma de juego, una metodología, se suele ajustar. La rebeldía viene cuando hay anarquía desde fuera, cuando ellos no ven ese control del profesor o del entrenador. Entonces ellos tienden a querer destacar y llamar la atención. Ahí tenemos que estar nosotros para decirles que el equipo es lo más importante y que tus cualidades individuales deben estar al servicio del equipo. Lo que uno sepa hacer muy bien no debe usarlo para lucirse, sino para aportarlo y servir al equipo. Eso es fundamental hacérselo ver.

"Cuando un jugador ve que domina un aspecto del juego, quiere aprender más"

P. Y entiendo que debe ser desde pequeños. Ha trabajado con chavales de minibasket. ¿Qué peculiaridades tiene este tipo de equipos a la hora de entrenarlos?

R. Es muy distinto, aunque en el fondo es baloncesto. En edades tempranas tienes que centrarte en la técnica invididual y los fundamentos. Y, además, lo que se conoce como táctica individual. ¿Qué es saber botar? No es solo la acción, sino saber cuándo hacerla, cómo y a dónde se quiere llegar con el bote. No se trata de pasarse la pelota entre las piernas. Y con el tiro, lo mismo. Tienes que saber cuándo hay que hacerlo, desde qué posición... En edades tempranas son fundamentales la técnica y la táctica individual. Cuando son más mayores ya se puede entrar en la táctica de equipo. Y, por supuesto, a mí siempre me ha gustado darles una formación física. Que no es hacer pesas, ojo. Me explico. Va en función a su edad. En minibasket yo he trabajado siempre así. Yo tuve un equipo de minibasket que llamó la atención en Andalucía en su momento, aunque en aquellos años no había “sectores”. Estaban Pablo Orozco, Fernando Martínez, Pichi Arévalo... Era un equipo maravilloso que se quedó campeón de Córdoba. En aquel equipo yo hacía cosas que otros entrenadores me preguntaban por qué las hacía. Yo entonces tenía una consigna que aún mantengo: prohibido prohibir. Si un jugador en edad mini es capaz de hacer un bloqueo, ¿por qué no lo va a hacer? ¿Se le ponen límites al cielo?

Yo fui a Málaga a dar un clínic al que me invitó Scariolo y mi ponencia fue sobre “movimientos de espaldas al aro”. Un entrenador del Unicaja con fama, que estaba de oyente, me dijo: “¿Tú a qué edad enseñas esos movimientos? Es que nosotros en el Unicaja tenemos prohibido hacer esos movimientos. Todos tienen que ser de cara al aro”. Yo le contesté que la edad a la que hay que enseñarlos es cuando el chaval los asimile y sea capaz de ejecutarlos. Yo soy partidario de estudiar los jugadores que tienes, observarlos, ver sus características, y al final ellos mismos te lo van pidiendo. Cuando un jugador ve que domina un aspecto del juego, quiere aprender otro más.

P. Más allá de conseguir victorias y títulos, o de formar jugadores, debe ser muy gratificante sembrar vocaciones. Ahora ve como entrenadores a quienes fueron de niños jugadores a sus órdenes. No son pocos.

R. De ese tipo tengo muchos y para mí es un orgullo. El otro día estaba en la piscina del gimnasio y me llegó un hombre, de unos cuarenta y tantos años, y me dijo: “¿Usted no se acuerda de mí? Fui jugador suyo en los Maristas. Yo no era muy bueno, pero me acuerdo mucho de usted”. El que se acuerden de ti es una alegría y una satisfacción muy grande. Hay una frase de John Wooden que dice que “un entrenador no es mejor o peor por los títulos que logra, sino por lo que deja sembrado”. El dejar sembrado es más importante que cualquier otra cosa, porque los títulos pasan y se vive la alegría en el momento, pero hay otras cosas que te proporcionan una satisfacción que permanece y se revive.

"En cuanto a la igualdad de género, en el baloncesto se ha hecho con total naturalidad"

P. ¿Qué puede pensar un entrenador que ve cómo al cabo de pocos años han dejado de jugar al baloncesto los chavales que tuvo a sus órdenes?

R. Eso es algo que da mucha pena. Yo te puedo decir que jugadores que yo tuve de niños están ahora en la liga municipal y han seguido toda su vida ligados al baloncesto. Siempre jugando, con grandes relaciones de amistad, y llevando a sus hijos para que sigan la tradición. Gente como Agustín Alcántara, Víctor González, Teo Puebla, Pablo Orozco... Eso es porque se ha sembrado una semilla. Y luego sí es verdad que hay algo que se te queda dentro, que es como una droga, y es imposible de quitar. A mí me pasa como entrenador. Yo me corté la coleta... y al final no lo hice. Es la ilusión.

Hace unos años fui a dar una charla al Puerto de Santa María y al final se me acercó un grupo de entrenadores y les pregunté qué les había parecido. Y me contestaron: “A mí me da igual la charla, lo que más me ha gustado es la pasión que pone usted con la edad que tiene”. Es porque me gusta. Muchas veces les dijo a entrenadores más jóvenes que tengo yo más ilusión y ganas de aprender con 66 años que ellos con 20. Eso se graba a fuego, hay que tenerlo. Yo veo doscientos partidos y no me canso.

P. Ahora estamos en una época en la que las mujeres reivindican su protagonismo en el deporte. El fútbol era el último reducto que había que asaltar, por ser la modalidad deportiva más masculinizada. En el baloncesto, sin necesidad de cuotas, ha habido desde hace décadas una entrada de mujeres en puestos de dirección, árbitras, entrenadoras... Y la liga femenina de baloncesto está plenamente consolidada.

R. En cuanto a la igualdad de género, en el baloncesto se ha hecho con total naturalidad. Los equipos femeninos funcionan perfectamente desde hace mucho tiempo. En ese sentido, creo que el baloncesto va un poco por delante de otros deportes. Desde las federaciones se generan muchas actividades. Yo me he quedado sorprendido cuando me he hecho cargo del equipo femenino de Maristas porque trabajan tan fuerte como los hombres, son más disciplinadas, no faltan a un entrenamiento, no se quejan por nada... Yo he tenido en equipos masculinos que eran un cajón de excusas, cuando no era una cosa era la otra. Estas chicas quieren trabajar y aprender. Y tengo en el equipo a jugadoras desde cadetes, como Aurora Santaella, hasta una con 44 años. Te lo digo de verdad: uno de los equipos que mejor entrena de todos los que he tenido en mi vida. Si no ganamos no es porque no entrenen bien, sino porque yo no soy capaz. Estoy contentísimo. No noto ninguna diferencia en trabajo, esfuerzo...

P. El deporte es una herramienta educativa de primer orden. En lo físico y lo moral. Hay asignaturas como Religión, Ética, Ciudadanía... Como profesor, ¿cómo ve la educación en valores a través del deporte? ¿Ha podido suplir a alguna de esas materias en cuanto a efectividad?

R. En algunos aspectos, sí. En los colegios debería haber más horas de Educación Física, porque son totalmente insuficientes. En Primaria, una hora y media a la semana que es lo que actualmente hay, es algo que se queda muy corto. Es importantísimo por el tema de socialización, lo psicológico, los valores... pero, sobre todo, ¡por la salud! Tienes que enseñar a los niños la necesidad de la práctica de actividad física, la higiene, que no haya tantos niños obesos. He sido profesor de Educación Física en varios centros educativos y creo que es absolutamente necesario que se aumenten las clases. ¿Qué hace un niño 25 horas encerrado en una habitación y sentado durante una semana? No se puede estar cinco horas sentado en un pupitre. La Educación Física no es una asígnatura “maría”, sino fundamental. Yo he tenido que enfadarme con compañeros porque tenía gimnasia y no me bajaban dos niños. Cuando preguntaba por qué, me contestaban: “Es que el profesor los ha castigado sin gimnasia”. Eso lo he vivido yo. Yo no castigo a un alumno con no ir a dar Matemáticas. Al final todos se acostumbran, pero son guerras que se han ido ganando.

P. Además, la Educación Física es la única asignatura en la que no puedes decir: ¿para qué me estará sirviendo a mí esto?

R. Totalmente. Es fundamental. Parece que se están dando cuenta y se dice que van a aumentar el número de horas en Andalucía. Pero claro, estas cosas aparecen en periodos electorales y luego se olvidan.

"En los colegios debería haber más horas de Educación Física, porque son totalmente insuficientes"

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