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Carlos Espinosa: “Es más fácil abrir una tienda de explosivos que montar un concierto”

Carlos Espinosa, promotor de Riff Producciones | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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Carlos Espinosa guarda como un tesoro dos guitarras. Una está firmada por B. B. King. La otra, por Mark Knopfler. Él no tiene idea de tocar un instrumento pero su vida es la música. Y esas dos Fender incalculables son una muestra. Su carrera hasta conseguirlas es una sucesión vertiginosa de casualidades, trabajo duro y mucho talento para moverse en un mundo con reglas propias. Una maratón que empezó en un rincón de Cazorla montando un primer concierto de blues hace 20 años -que se convertiría en todo un festival- y que le ha llevado a traer a Córdoba, de la mano de su socio, Chris Ortiz, a primeras estrellas como Sting, el propio Knopfler o John Fogerty.

Mientras prepara uno de sus grandes hitos -organizar el primer concierto de Joaquín Sabina en Londres- Espinosa recibe a Cordópolis en sus oficinas cordobesas. Las paredes están forradas con grandes carteles de giras de bandas en las que han participado o de artistas con los que colaboran habitualmente. Además de las caras conocidas como 091 o Vicente Amigo, sorprende el gran volumen de nombres extranjeros que usan los servicios de Riff en sus paradas españolas.

Espinosa es dicharachero, risueño, habla rápido y es extrovertido. Eso sí, a pesar de estar en su casa, pregunta si puede encender un cigarrillo. A Rafael Madero, fotógrafo de Cordópolis, se le ilumina la cara. “Sí por favor”, dice sin dudarlo. Curioso, él no es fumador pero con el redactor coincide en que tal vez le dé un aire más gamberro y rockero a una estancia tan profesional. Ni por ésas. Durante poco más de media hora, el responsable de Riff nos quitará ideas predeterminadas del mundillo de la música y reflexionará sobre el estado de la cultura en Córdoba y las relaciones entre lo público y lo privado..

PREGUNTA. ¿Cuál fue el primer concierto al que fuiste como público?

RESPUESTA. Joder, sí que lo recuerdo, sí... Fue en Zaragoza y fue, curiosamente, de Sabina. Digo curiosamente porque justo ahora estamos montando su gira nacional. Debió de ser en el año 88 o 89 con la gira que hizo Joaquín con Viceversa. Recuerdo que fue en una carpa que montaron por las Fiestas del Pilar.

P. ¿Y cuál fue el primer concierto que montasteis como Riff?

R. El primero que montamos Chris y yo como Riff fue uno de Mark Knopfler en Atarfe (Granada). Pero como promotor, el primero que monté fue en 1992 y fue de 091. Y también es curioso porque muchos años después hemos vuelto a hacer la gira de los Cero.

P. ¿Te has colado alguna vez en un concierto?

R. (Silencio. Piensa. Resopla) Pues... Creo que nunca me he colado en ningún concierto. Es verdad que me gustaba mucho la música desde siempre e ir a conciertos, pero me gustaba mucho la liturgia de ir, comprarme la entrada... Y con el tiempo, los que nos dedicamos a esto tenemos la suerte de que nos suelen invitar a los conciertos.

P. Tal vez no te has colado, pero un clásico era quedarse a escuchar el concierto desde fuera. Bien porque se habían acabado las entradas o porque uno no tenía pasta para comprarlas.

R. Sí, claro que me he quedado fuera a escuchar un concierto. Creo que la primera vez que lo hice fue con un grupo que hace muchísimos años me gustaba, Spandau Ballet. Con el paso del tiempo no me explico cómo me podían gustar, pero en fin... Lo que sí recuerdo era que me decía a mí mismo: hay que ver con lo bien que suenan aquí fuera, lo bien que tienen que estar sonando dentro.

P. ¿Con qué concierto te gustaría despedirte de tu carrera?

R. Joder... (Piensa) Si tirase de utopía me encantaría despedirme con un concierto de Jimi Hendrix. Si pienso en lo que me gustaría hacer para seguir con cosas importantes en la industria, diría que con un concierto de Tom Petty porque es un artista que nunca ha actuado en España y creo que es uno de los músicos más importantes que hay. Pero si hablo en un plano personal y en el que además me gustaría sobre todo estar viendo el concierto como público, diría que en uno de Joaquín Sabina. Lo que pasa es que yo espero durar bastantes años más (risas), pero sería fantástico despedirme con él. Se trata de uno de los grandes patrimonios culturales de España, un artista que me encanta y un gran epílogo: habría comenzado en cierta forma con él y acabaría también con él.

Ser promotor de conciertos es fruto de la pura pasión

P. Pues volvamos al principio. ¿Cómo empezó todo?

R. Riff empieza en 1994 aunque no con esa denominación social. Mi socio, Chris Ortiz, y yo empezamos de manera casual, como lo hacen casi todos este tipo de trabajos donde no hay una especialización o formación. Desde luego, no se estudia en las universidades y en parte creo que es una pena porque tendría que regularse de alguna forma. El caso es que yo trabajaba en una emisora de radio, en la cadena Ser de Jaén. Eran los tiempos en los que la radio todavía permitía programar música que no te viniera marcada desde Madrid. Entonces, teníamos un programa nocturno que se llamaba Los indomables en el que programábamos música un poco más alternativa: jazz, blues, rock americano... También nos permitía foguearnos con los artistas que más nos gustaban. Una noche la dedicamos a grupos de blues que nos gustaban mucho de Andalucía, donde había una cantera que curiosamente se ha perdido. Así que una noche trajimos a los Caledonian Blues Band y a la Blues Band de Granada. Aquella entrevista tuvo muy buena onda y les propusimos que viniesen un fin de semana a actuar. Lo hicimos con absoluta temeridad y sin tener ni puñetera idea de cómo hacer un concierto o cómo funcionaba aquello. Nos dijeron que sí y resultó que coincidían entonces las ferias y fiestas de Cazorla, en septiembre. Así que al alcalde, que era muy modernete por aquel entonces -cuando los Ayuntamientos se nutrían del contenido de los Tam tam Go, La Frontera, Ella baila sola y todo aquello- le gustó la idea de hacer algo distinto: una noche de blues. Y así fue como arrancó todo, con aquel primer concierto de la Caledonian Blues Band y la Blues Band de Granada. Eso fue en septiembre y al enero siguiente hicimos un concierto de 091. Todo era fruto de la pura pasión y creo que eso es lo que nos ha pasado a todos los promotores y a quienes nos dedicamos a la música: el grupo que nos gustaba era el grupo que creíamos que le iba a gustar a todo el que estuviese con nosotros. Con esa temeridad empezamos porque en aquellos principios todo era palmar pasta. De hecho, hay una máxima en este negocio que viene a decir que para que la cosa te funcione, tus primeros conciertos tienen que ser ruinosos; o al menos muy poco rentables. Porque así se verá si realmente apuestas por tu pasión y sigues empujando. Y mira, con 091 perdimos cerca de un millón de pesetas. A veces lo hablo con ellos por su gira actual y nos reímos por haber tardado 21 años en recuperarlos.

P. ¿Y cómo empezasteis a trabajar con gente de fuera?

R. Chris es de origen estadounidense, de Nueva York , y se entendía bien, lógicamente, en inglés. Eso forma parte también de todo ese cúmulo de casualidades que te decía y a partir del cual empezamos a trabajar produciendo espectáculos y conciertos. Poco a poco, se fueron dando las oportunidades hasta el punto de inflexión que lo cambió todo y que fue el concierto de Knopfler en Atarfe que también surgió de forma casual. Fíjate, nos lo planteamos, buscamos por Internet el teléfono del manager y no sabemos muy bien por qué, no solo nos escuchó sino que nos hizo caso y tocó en Granada. Te hablo de 2006. Y luego en 2011 lo trajimos de vuelta para el Festival de la Guitarra.

El punto de inflexión para Riff fue el concierto de Mark Knopfler en Atarfe

P.¿Qué es un promotor de conciertos?

R. Empecemos hablando de los actores de esta industria. Por un lado, tenemos al manager del artista que se ocupa de toda su carrera y de planificar la agenda de grabaciones, giras, conciertos, teatros, auditorios... Nosotros eso lo hacemos con Vicente Amigo, por ejemplo. Pero el manager siempre tiene que ponerse en contacto con un promotor -que es es el que le compra la fecha con un caché determinado, dependiendo del potencial del artista-, el que se va a una ciudad a hablar con la institución correspondiente o con el concesionario del palacio de los deportes de turno o la plaza de toros. Una vez que hay acuerdo, saca a la venta las entradas y si el artista cobra un millón y tú vendes 800.000, pues pierdes 200.000. Si vendes 1,2 millones, el artista probablemente se llevará parte de ese beneficio extra pero el resto es para ti. Es como cualquier otro negocio de compraventa pero nosotros trabajamos con arte, sensibilidades, talento y emociones.

P. ¿Trabajar con artistas de la música tiene tan mala prensa como a veces sale en los medios? Ya sabes, esos topicazos de caprichosos, egoístas, drogadictos...

R. Sí, ya sé, aquello de sexo, droga y rock and roll, básicamente... Te puedo decir que cada vez la industria está mucho más profesionalizada y esto no deja de ser un trabajo. Por eso, los excesos del rock and roll no existen más de que lo que puede haber en la hostelería, la abogacía...

P. ...o en el periodismo...

R. Exacto. En definitiva, hay un poco de tópico en eso y cada vez que llegas a giras más importantes todo es mucho más responsable. Al final, un artista en una gira de 20 fechas puede estar facturando una cifra muy importante, como 4 o 5 millones de euros. Todo el mundo se está jugando muchísimo dinero y el artista sabe que tiene la responsabilidad de que su voz y sus guitarras suenen perfectamente. Saben que mucha gente ha invertido mucho dinero en su proyecto y que eso implica, además, a muchísima más gente que trabaja a diario para ponerlo todo en pie. Y sí, alguna vez todos hemos trabajado con resaca pero a nadie le gusta. Y casi hemos tenido oportunidad de trabajar con todos. Desde Bob Dylan...

P. Él sí tenía lo suyo, ¿no?

R. Pues en realidad es de los más fáciles con los que trabajar.

Bob Dylan es de los artistas más fáciles con los que hemos trabajado

P. Pues no nos dejó sacar fotos en su concierto de Córdoba…

R. Ni en Córdoba ni en Austin ni en Nueva York. Es verdad que en eso tiene capricho. Tal vez un día dio una orden y todo el que le rodea (su manager su asistente personal, su asistente de catering….) la interiorizaron como si fuese palabra de dios. Y tal vez dio esa orden hace 15 años y nunca más nadie le ha vuelto a preguntar. Eso ocurre con este tipo de artistas. Y como te decía antes, si tú o yo siguiésemos ese trajín que llevan: nos metiesen en un avión, hoy estuviésemos en Nueva York, mañana en Londres, por la tarde en Glasgow, luego a París y más tarde a Roma, requeriríamos -si generamos un volumen importante de negocio- unas condiciones mínimas de comodidad. Si cuando llegamos a casa nos gusta sentirnos bien, pues imagina pasar 200 días al año fuera: pues pedimos que ese camerino al que vamos tenga detalles que nos gustan, unas chocolatinas determinadas, una tortilla de patata, o lo que sea. Al final, estás viviendo ahí y quieres estar como en casa.

P. Y de esos detalles también os encargáis vosotros.

R. Claro, de todo. Recibes una manual que viene a ser la Biblia de la actuación. Son los Raider que suelen ser de criterios técnicos y que pueden ir desde las características del sonido a la hospitalidad con el que se ha de tratar al artista. Eso le llega a nuestro jefe de producción -que es Turco- y él se hace cargo de todos esos detalles. ¿Cuánto mide el escenario, dónde han de estar las tomas de corriente, cuántas son…? Ese plano es básico para que, cuando el grupo llegue, todo esté listo y puedan montar sus equipos. En definitiva, es muy divertido ver un concierto pero lo es mucho más ver la producción y ejecución de uno. Es una absoluta sinfonía.

P. ¿Alguna petición rara?

R. Lo más cercano al sexo que hemos vivido fue en el cumpleaños de uno de los integrantes de Depeche Mode. Nos pidieron que sustituyéramos a la fisioterapeuta que les suele dar unos masajes antes del concierto –ya están mayores y los necesitan- por una stripper. Fue tan triste, que cuando la mujer empezó a hacer su número y él se dio cuenta de que no era la fisio, se levantó y se fue corriendo. Estaba seguro de que le estaban grabando o que era algo raro. Ni siquiera quedó divertido. Y lo más cercano a las drogas que nos han pedido fue un poco de azafrán que quería Robert Cray. Ocurrió cuando vino al Festival de Blues de Cazorla. Se ve que en Estados Unidos es muy complicado o muy caro conseguirlo.

Depeche Mode nos pidió una stripper para gastar una broma a un músico

P. ¿Pasó la frontera?

R. Sin ningún problema (risas). Pero es que no recuerdo tonterías así como de pedir lacasitos amarillos pero no rojos. Caterings peculiares sí recuerdo ejemplos como el de Bumbury, pero es que él es vegano, claro. O Alejandro Sanz, que nos pidió caracoles cuando vino a tocar en junio. Ya le dijimos que la cosa iba a estar complicada porque llegábamos al límite.

P. ¿Es más complicado trabajar con las exigencias de los artistas o de las administraciones?

R. (Silencio) Joder, macho (silencio). Es más difícil trabajar con las exigencias de las administraciones. Sí, probablemente sí. Sí, sí…

P. Sois una industria, generáis dinamismo económico, empleo en sectores concretos, un ambiente cultural muy interesante para la imagen de marca de las ciudades. ¿Qué cortapisas hay con las administraciones?

R. Sin hablar del ámbito puramente local, tenemos un punto de inflexión muy claro: la desgracia del Madrid Arena por la ambición desmedida de un promotor (por llamarle de alguna manera) por vender entradas. Cuando me desayuné esa noticia un domingo por la mañana sabía que todo iba a cambiar a partir de entonces. Un aspecto positivo fue que ayudó a regularizar más un sector que estaba muy sujeto con pinzas. Pero hemos pasado de 0 a 100 y ahora es más fácil montar una tienda de explosivos que montar un concierto. Estoy convencido de eso.

Si es divertido ver un concierto, lo es mucho más ver su producción y ejecución

Lo vimos con Malú en la plaza de toros de Córdoba, cuando un técnico emitió un informe con reparos sobre el uso del coso. El concejal entonces dijo que él no podía firmar el permiso por los reparos, a pesar de que un mes antes había actuado Bisbal allí mismo. Sin importar tampoco qué tipo de público es el de Malú: básicamente familias y niñas; no hablamos de gente que entre con pistolas ni rifles de asalto. Tú has dicho algo importante. Esto no es solo rock and roll, detrás hay un montón de dinero de gente que compra sus entradas pero también de 5.000 o 6.000 personas de fuera que de repente llegan a Córdoba para ver a Dylan o a Sting y se pillan un hotel, taxis, comidas en restaurantes. Todo ello genera mucha más economía de la que percibe en última instancia el promotor del concierto.

P. Y Córdoba no está mal ubicada ni cuenta con malas comunicaciones para eso.

R. Esa es la gran ventaja de la ciudad, su ubicación privilegiada pero también su jerarquía en el mundo de la cultura. Es cierto que tuvimos la intención de lograr la capitalidad cultural y que eso movió una masa crítica y social muy importante. Pero después los políticos no estuvieron a la altura de eso. Creo que podíamos haber sido capital cultural sin que Europa nos lo hubiera dicho. Y creo que ahí hemos sido poco ambiciosos. Tampoco estoy hablando de traer un concierto de los Rolling o de Springsteen, sino que creo que hay un tejido cultural en la ciudad que hay que aprovecharlo. Si no vendemos cultura, qué vamos a vender.

P.¿Pero tenemos infraestructura para ese tipo de grandes conciertos, si quisiéramos?

R. Una infraestructura para eso se puede montar, al final para un gran concierto solo hace falta un gran descampado como había en Woodstock. Solo hace falta voluntad y eso ya es distinto. De espacios intermedios sí estamos carentes. Tenemos Vista Alegre pero tras el Madrid Arena recibió un informe negativo para conciertos que nadie se ha preocupado por solventar y no parece que pase nada. Desde septiembre hasta marzo vienen los musicales al Gran Teatro pero parece que tampoco pasa nada si no viene Dani Martín en septiembre o ninguno de los artistas internacionales que están de gira en invierno y que no pueden venir porque no tienen ese espacio cubierto.

P. Pero tampoco se usan demasiado los descubiertos.¿Qué hace falta?

R. La implicación institucional. Pongamos un ejemplo práctico. Springsteen. Sale de gira y hace una selección de equis fechas en Europa y tres de ellas en España. Siempre caerá Madrid y Barcelona pero la tercera o la cuarta actuación se verá en qué provincia se hace. Y que Córdoba sea preciosa no es el motivo fundamental para que el artista venga: tiene que haber una serie de facilidades, logística, ayudas, colaboraciones… Pero si entramos en este tema ya nos acusan de que la cultura se subvenciona. ¿Por qué se va a gastar una administración 15.000 euros en que venga Gemeliers cuando puede destinarlo a un parque? Ese discurso es muy inmediato pero es que a lo mejor si nos los gastamos eso, o incluso 150.000 para que venga Springsteen el retorno a la ciudad va a ser de 2 millones de euros perfectamente. Miremos el Festival BBK, que tiene un retorno de unos 3 millones de euros gracias a esas 60.000 personas dejándose el dinero allí. Y ese dinero sirve para generar empleo y dinamismo. Por eso es importante que las administraciones lo apoyen.

P.¿Te imaginas el festival de la guitarra con un formato más parecido al BBK?

R. Claro. A ver, el Festival de la Guitarra tiene una marca muy fuerte y que Córdoba debería ahondar todavía más. No solo por la vinculación de los grandes guitarristas como Amigo, sino por la industria de luthiers y constructores que hay y que es fantástica. Vincular a la ciudad con la guitarra es además una labor en la que las instituciones deben invertir más imaginación. Que haya un hito como el Festival que lo aglutine es perfecto. ¿Y pude ser el festival más mainstream? Pues eso generará un debate. ¿Si traemos a Springsteen este año, a quién traeremos el que viene? ¿Abrimos el festival para Alejadro Sanz? ¿Buscamos cifras de público e ingresos o buscamos calidad? La respuesta está en el equilibrio. Como profesional también pienso que hay un problema de planificación. Estamos en el mes de marzo y no sé ahora mismo quién viene al Festival de la Guitarra. Y en eso, perdemos una oportunidad de planificación brutal. Lo que funcionaba hace 30 años no tiene por qué funcionar ahora. Antes dabas una rueda de prensa en el Patio de los Naranjos para decir que venía Tomatito poco antes del Festival y no pasaba nada. Pero ahora cualquiera festival está dando su line up en octubre o noviembre porque la oferta que hay es brutal. Y adelantar, también ayuda al público a planificarse. Si tengo 100 euros para conciertos, me organizo. Y si sé lo que hay en Sevilla meses antes, me gasto ahí las entradas, no me voy a ir luego a Córdoba.

La desgracia del Madrid Arena lo cambió todo en el mundo de las promociones de conciertos

P. El festival lo hace el sector público. ¿Hay buenas relaciones con el sector privado?

R. No nos sentamos en octubre con ellos y les decimos vamos a tirar por aquí o por allí. Sí lanzamos propuestas con los artistas que hay en gira y ellos deciden si les interesa o no. Y lo mismo hacen con el resto de promotoras.

P. ¿Sería rentable para un promotor un sistema de licitación para el Festival de la Guitarra como el que puede haber para Cosmopoética?

R. Creo que la fórmula es esa, por lo menos en los grandes conciertos. Con un pliego de adjudicación que marque muy bien los criterios de selección sería más fácil y ágil para la administración. Y esa es la fórmula que exige en el 95% de los festivales de este formato en España. Al menos, debería probar ese método: un promotor que se la juegue y un presupuestos cerrado. El Festival tiene que dar ese salto por agilidad.

P. La industria de la música se ha convertido, básicamente, en la industria del directo.

R. No se venden discos o se venden muy pocos. Antes, salir al mercado con 50.000 discos era un desastre para una banda; y ahora es un éxito publicar 10.000. La música es la industria del directo, así se generan ingresos para la banda. Eso no es ni un avance ni un retroceso, es la regularización del mercado. No es ni mejor ni peor.

P. Volvemos al valor de la experiencia emocional.

R. Es lo que le queda al artista: defender su arte en un escenario. Y los promotores somos una parte fundamental en eso.

P. En Córdoba han reverdecido las salas y los pequeños conciertos. Os sirven para otear cómo está el ambiente y el mercado, imagino.

R. La última experiencia la tuve hace mes y medio en un concierto en Hangar con un grupo que se llama Taburete. Aluciné con lo que pasaba ahí, por la cantidad de chavales que se sabían las letras.

El Festival de la Guitarra tendría que licitar todos sus grandes conciertos

P. Es la banda del hijo de Luis Bárcenas.

R. Sí. Esa es la anécdota, pero lo importante es que los chavales habían agotado las entradas en 10 minutos y que se sabían todas las canciones y acordes. Eso es cojonudo, que un grupo al margen de la industria, sin multinacional detrás, lo haya conseguido, es genial. Me gusta mucho descubrir nuevos grupos y es cojonundo ver lo que hacen los dj’s. Tenemos que estar pendientes de todos estos fenómenos.

P. Y luego está Youtube….

R. Si tuviese un grupo, abriría un canal de Facebook, Youtube y cuando tuviera decenas de miles de amigos y reproducciones, me iría a una discográfica. Porque hemos llegado al punto en el que lo importante son las redes sociales, la activación, el compartir, los likes.

P. Llegará el punto en el que el artista se saltará a las discográficas y llegará a a vosotros directamente.

R. Y el punto en el que llegarán directamente al público sin acudir a nosotros (risas). Pero no, a ver, la industria tiene un peso y los artistas quieren aliados fuertes porque ellos dan una estructura muy útil: responsables de producto, marketing, redes sociales…. Y el artista no tiene que estar para eso.

P. Vais a montar el primer concierto de Sabina en Londres, en el Royal Albert Hall.

R. Hay una parte económica y profesional, pero otra personal que es un verdadero lujo en poder hacerlo. La verdad es que en este oficio sigo encontrando lujos que me ponen los pelos de punta, como ese momento en el que entran los fans, se apagan las luces y empieza el concierto y ves sus caras.

Que las luces se apaguen y empiece la actuación me sigue poniendo los pelos de punta

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