El tiempo y su lección magistral
La oscuridad cubre el escenario. Suenan acordes de guitarra y suave palillo de caja. El movimiento de una carraca se percibe. O lo parece. La ausencia de luz impide saber si es eso o no. Desde las butacas pretenden adivinar quiénes pisan las tablas. Intuyen pero desconocen. De repente, esos extraños surgidos de entre el humo muestran sus voces. Afinadas, conjuntadas, armónicas junto con la música. El pulso de la vida cobra potencia en forma de copla. “Tic, tac, tic, tac”, late con fuerza el corazón del Carnaval. Son viajeros eternos que en realidad nada son, tangiblemente, hasta ahora. Pero no, a pesar de aparecer en cuerpo no es ser alguno. Es el cruel e imperecedero, aunque muere a cada segundo que se escapa, tiempo. El tiempo se hace hombre y combate contra sí mismo durante poco menos de media hora. Mantiene su impasible carácter voraz y, a la vez, sin ser persona es el humano que largos años -lustros, décadas, siglos y algún que otro milenio- anda desaparecido u oculto bajo la piel de un rabioso lobo.
El son carnavalero -y especialmente la poesía- nacido en Córdoba regresó en la noche del miércoles a Cádiz. La Tacita de plata, ciudad trimilenaria, acogió un reflexionado y crítico repaso a la Historia de la Humanidad gracias a la Comparsa de Rafa Cámaras. Una lectura cantada que fue, si al escribiente en este caso se lo permiten, una breve genialidad. Breve como cada instante representado por ‘Una comparsa histórica’. Es el tiempo, siempre hambriento y esta vez hecho hombre. Al fondo, un gran reloj de arena junto a una antigua ciudad árabe, evocadora en cierto modo de Las mil y una noches, presidió la escena. Recuperada la luminosidad, ante ella aparecieron unos señores con rara indumentaria. Falda romana, lateral egipcio bajo una capa y conjuntado con parte de una casuca napoleónica y turbante musulmán rematado con engranajes de un reloj que mostraban los personajes en su abdomen. Al tiempo lo que es del tiempo. También en el Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval (COAC) gaditano para cuyos cuartos están presentadas las credenciales.
Y tras unos primeros compases, llegó su presentación. Él, que casi nunca es atendido y habitualmente añorado, fue por una vez por derecho. “Soy cada grano de arena que impone al caer tu existencia fugaz”. ¿Puede existir mayor verdad? Sí. “Soy aquel que se va y no volverá […] No intentes detenerme, aprovéchame sin más”, cantó después el humano que había de llegar a un mundo que cada vez lo es menos. Precisamente vino a recordar “la historia indecente de la Humanidad”, porque todo sucedió en sus entrañas y porque resultaba necesario: “Con menos orgullo que vergüenza has hecho de este planeta el cementerio más cruel”. Apunten todos y miren a Siria, por ejemplo. O a cualquier otro lugar en cualquier otra época. El tiempo asió enérgico la verdad y con ella en la mano rindió en su primer pasodoble un interesante tributo al Carnaval de Cádiz. Porque era hora, nunca mejor dicho, de celebrar la existencia de la fiesta y de cada agrupación que de ésta participó. Del “profeta Paco Alba” y de muchísimos otros autores. “Historias que escribieron poetas en este templo, que el tiempo nunca las borra, que estoy hecho de tus coplas, de tu legado, de tu memoria, la historia de tu febrero”. A lo largo de concursos la Tacita describió con tipos la sucesión de Edades.
De repente, el tiempo ganó aún más en humanidad. E impartió otra lección. Maldita es la tecnología si nos aparta de lo que más queremos. Una idea que representó con un pequeño, el inocente y tierno hijo. “Preguntó la maestra en la escuela a los niños que querrían ser si un día un mágico deseo les pudieran conceder, sin dudar, sin pararse un momento, uno de ellos fue a contestar: a mí me gustaría ser el móvil de mis papás”. Golpe directo y sin anestesia, pero requerido. Porque, decía el chiquillo, “así podría ser su amigo y compañero más fiel, su tesoro más preciado, de su mano inseparable”. Ojo al dato… “Podrían grabar en mi memoria sus momentos junto a mí, podrían navegar por mis ideas para poder percibir lo mucho que me hacen falta” y además “cada día al despertarse ser lo primero que cojan, lo que primero necesiten, ser lo primero que vean”. Poco más se puede añadir, lo diga un hijo, un hermano, un sobrino, un padre, un abuelo o simplemente un amigo.
Llegó el momento de los cuplés y ‘Una comparsa histórica’ dedicó el primero a Jordi Hurtado, que estaba ya presente cuando Eva mordió la manzana. En el segundo los hombres que eran el tiempo hablaron del supuesto curso para mujeres en exclusión social y víctimas de la violencia de género que incluía en sus clases, de motivación personal, algunas de estimulación del clítoris. En este apartado brilló sobremanera el estribillo, con un final meloso y sutil. “Tú asómate y verás por las rendijas de este pobre corazón que lo nuestro siempre ha sido una historia de amor”, cantaron a Cádiz los viajeros eternos procedentes de Córdoba. El Falla respondía con silencio cuando tocaba, olés cuando correspondía y aplausos cuando eran oportunos. Había de sonar la música y escucharse la letra del popurrí, que en esta ocasión fue el capítulo final de una lección única.
En la última parte del repertorio, la Comparsa de Rafa Cámaras -con el sello de éste, su autor- sacó definitivamente el armamento pesado. Armamento en palabra, que tan buen trato obtiene siempre con esta agrupación. La formación, siempre bien afinada, conjuntada y armonizada con la música, narró la Historia de la Humanidad con un gran libro cuyas páginas se sucedieron. Cada Edad, desde la Prehistoria hasta la actual, recogió una enseñanza. Indescriptible resultó, por mucho que uno no pudiera estar del todo de acuerdo con algunos mensajes, ese paseo por la existencia del hombre y de su planeta. Tanto que es imposible de resumir. O se escucha o nada se entiende. Es la grandeza de la poesía de quien tiene el don de pellizcar el alma con cada letra. “Mírate y fíjate en lo que te has convertido, tu bestia, en tu peor enemigo […] violento e insolidario, cómo has cambiado desde que inventaste el fuego […] te sientes orgulloso de la Historia que conté, de todo el sufrimiento que has causado, y hasta el día de hoy todo está escrito, pero esta historia todavía está por escribir, lo tienes en tu mano, ser humano, depende de ti”. Punto final. Y la obra se cerró. El tiempo y su lección magistral.
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