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Cien años de puertas abiertas con el Concurso de Patios

Festival de patios en los años 50

Rafael Ávalos

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Aunque de manera un tanto diferente, regresa tras su notable ausencia el pasado año. La pandemia de Covid-19 condiciona su desarrollo pues se hacen necesarias medidas de seguridad y sanitarias. Con todo, el Concurso de Patios vuelve como lo que es, una de las celebraciones fundamentales de Córdoba. Y lo hace de forma muy especial no sólo para los cuidadores, ya sean propietarios o inquilinos, sino para la propia ciudad. Básicamente porque el certamen cumple un centenario desde su primera edición, dato que no conlleva sin embargo que la de 2021 sea su edición número cien. Porque dicha fiesta, hoy plenamente consolidada y relevante internacionalmente con motivo de su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2012, llega a las actuales fechas con una historia de complicada existencia. Sobre todo en las primeras décadas.

En efecto, el origen del Concurso de Patios se encuentra en mayo de 1921, si bien en ese momento tenía autonomía propia al encuadrarse en el calendario de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Por cierto, entonces su nombre era más completo, ya que añadía “Balcones y Escaparates”. Sea como fuere, el alcalde de Córdoba durante ese instante, Francisco Fernández de Mesa Porras, consideró oportuna la creación de una fiesta en forma de certamen con premios para otorgar mayor lucimiento a los típicos recintos en las más tradicionales casas de la capital. Lo cierto es que su propuesta, que cobró cuerpo en el mes festivo de hace cien años, fue un intento de institucionalización de un hábito mucho más antiguo. No era otro éste que, como bien puede intuirse, la apertura de puertas de los habitantes de este tipo de viviendas a vecinos y también a personas desconocidas. Ocurría tras el toque de oración de la iglesia más cercana y en forma de celebración popular.

Dejó escrito Ricardo de Montis en 1922, en su artículo ‘Sangrías y caracoladas’, que “en estas veladas populares tenía entrada todo el mundo”. El periodista precisaba acto seguido que “solamente no se le permitía a los patosos que iban con el propósito de aguar la fiesta”. A nivel institucional, el antecedente del certamen se halla en 1918, un año en que el entonces alcalde, José Sanz Noguer, quiso dar más prestancia a esta costumbre. Durante mayo, también dentro de la Feria de Nuestra Señora de la Salud, las puertas estaban abiertas de modo más organizado. Quizá por este motivo muchos confunden todavía la efeméride que en esta ocasión se conmemora. No, no fue a lo largo de aquel mes cuando surgió el Concurso de Patios, si bien puede tenerse como el germen de lo que vino después. De vuelta a 1921, la iniciativa del Ayuntamiento y más personalmente de su primer edil, Francisco Fernández de Mesa, contó con una respuesta mínima: participaron tres viviendas y los medios casi obviaron la fiesta.

 Por cierto, el primer vencedor del Concurso de Patios fue el número 8 de Empedrada, calle situada en el barrio de Santa Marina. Juan Velasco Jurado era el propietario de la casa y el encargado de cuidar un recinto desaparecido. Por más voluntad que trató de poner el Consistorio, el certamen fue un fracaso. La difícil situación económica de la ciudad, en lo que queda claro hoy en día que es un mal endémico, unida a este hecho hizo que no hubiera una segunda edición en 1922. De hecho, hubo que esperar hasta 1933, en plena Segunda República, para que volviera al calendario del mayo cordobés una fiesta que entre 1925 y 1929 se transformó con la pretensión de reavivar el interés por los espacios abiertos de los viejos inmuebles. En ese lustro, el Ayuntamiento optó por recuperar el Concurso de Cruces, para el que los escenarios fueron los propios patios de la capital. Pero tampoco fue la etapa iniciada en 1933 la del afianzamiento en el tiempo de la celebración en torno a los recintos de las tradicionales viviendas. No en vano, en 1936 se produjo otra interrupción y después, hasta 1944, sólo hubo una edición más, la sexta ya en total, en 1939. Corría una época convulsa, como bien se sabe, que concluyó con la Guerra Civil y los años duros de posguerra. Esto último fue un factor esencial para paralizar la actividad en este sentido debido a las penurias que entonces sufría la población -no sólo en Córdoba-.

Fue el doctor Antonio Luna Fernández quien creyó conveniente recobrar el Concurso de Patios. Recordado como un alcalde humanista, era él quien regía el Ayuntamiento en 1944. Si bien en primer momento topó con el sector más conservador de la ciudad, al principio del franquismo, consiguió ganarle el pulso a la apatía de Córdoba y sentar las bases de una fiesta que ya no se extinguiría jamás. Aunque sí hubo otro período de interrupción, entre comillas y como sucedió en la segunda mitad de la década de los veinte. En 1953, el Consistorio prefirió restablecer el certamen de Cruces dentro de los cuidados recintos de las típicas casas. La iniciativa se repitió también en 1954 y el año siguiente (1955) y ya en 1956 comenzó la singladura definitiva. Todo se dio bajo el mandato de Antonio Cruz-Conde y Conde, cuyo interés en reforzar la fiesta ayudó a un primer impulso. Desde entonces la celebración sólo conoció un progresivo crecimiento, no sin alguna que otra etapa de decaimiento.

La más señalada de las fases de declive fue la vivida entre 1971 y 1978, con Antonio Alarcón Constant en la Alcaldía y en un proceso de transformación en el país con el fin del franquismo y el comienzo de la democracia. Lo importante es que el Concurso de Patios perduró ya hasta la actualidad y después de esto con un auge que alcanzó su plenitud en 2012 con la designación como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Tras las primeras décadas de vaivenes desde el Ayuntamiento, el certamen fue reconocido desde el Consistorio como un recurso fundamental para la ciudad. Fue en torno a mediados de la década de los noventa cuando, a todo esto, hubo una total expansión de un evento que en 1997 asistió a una novedad significativa. Se estableció el punto de partida entonces de la división entre modalidades de arquitectura antigua y moderna, que vino a consolidar decisivamente la cita. Por fortuna, la falta de 2020 por la pandemia de Covid-19, sólo un fue un breve parón antes de la octogésima edición, que es precisamente la que se desarrolla en las próximas dos semanas.

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