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El triángulo 'indie' de Córdoba

Concierto de Triángulo de amor bizarro en el Teatro Axerquía dentro del 40º Festival de la Guitarra

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“Somos gallegos y estamos pasando un calor que flipas”. Isabel Cea, la vocalista de Triángulo de Amor Bizarro, arrancó de esta manera uno de esos conciertos en el Teatro de la Axerquía organizados por el Festival de la Guitarra en los que se pretende recuperar al público indie. Pero si algo va quedando claro es que el indie no es para el verano cordobés ni, tampoco, para estos grandes espacios en los que este miércoles no había más de 400 personas.

Los Triángulo fueron precedidos por el cordobés Maikel de la Riva y su banda, muy animosos, muy rockeros, mucho menos indies y alejados de todos los festivales de música independiente. Pero entre el poco público asistente y las medidas Covid que impiden que el público se mueva de su asiento queda un extraño espectáculo, frío en la grada e intentándolo darlo todo sobre el escenario.

“Esta es una canción de bailar”, animaba Isabel al público, ya de madrugada. “Ya sabemos que no se puede, así que intentar bailar con un pie, con las manos, algo”, pedía. Triángulo de Amor Bizarro, un grupo noise puro (y duro), necesitan al menos a dos o tres filas de fans delante bailando, gritando y animando. Al poco que una pareja se levantaba y daba dos pasos adelante, eran sentados por la organización. Por eso, quizás, lo más coreado de la noche fue el “puto virus” de Rodrigo Caamaño cantando Ruptura.

Triángulo de Amor Bizarro son un grupo, también, de dobles sentidos. Y muchos de ellos parecían dirigidos directamente a la situación actual, de hartazgo, de fatiga pandémica y de conciertos encorsetados. “Escoge un ladrillo, escoge una ventana”, el estribillo de No eres tú, venía como anillo al dedo a todo lo que rodeaba a uno de los grandes conciertos independientes de un Festival de la Guitarra al que este año no han podido pasarle más cosas.

Pero los Triángulo se reponen a todo y son capaces de cerrar una actuación por todo lo alto, con su icónica De la monarquía a la cleptocracia y, quizás, ese doble sentido del estribillo, arréglame, arréglame, arréglame, que se repite hasta el infinito mientras el público se marcha pensando en cómo, por fin, el Festival de la Guitarra puede dar con la tecla para de una vez por todas conectar con el público más joven.

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