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A. Fresno

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Una de las imágenes que nos dejó el 2020 fue la de los aplausos en los balcones. Durante el confinamiento domiciliario, en los primeros meses de la pandemia, este sencillo acto sirvió como tributo y homenaje a todos esos sanitarios y trabajadores esenciales que tuvieron que redoblar sus esfuerzos durante los meses más críticos de la misma. Una situación que llegó casi por sorpresa, sin posibilidad de reacción, a pesar de las alarmantes noticias que semanas atrás llegaban desde otros países cercanos. En cuestión de días, y ante la incertidumbre reinante, tuvieron que suspenderse multitud de eventos y celebraciones propias de esas fechas, como la Semana Santa.

Era plena Cuaresma y los preparativos hasta ese momento fueron los de siempre. Sin embargo, el viernes 6 de marzo, algo comenzó a cambiar. “Como cada primer viernes de marzo, la imagen del Señor del Prendimiento celebraba su besamanos. Fue durante ese día cuando empezaron a escucharse noticias contradictorias sobre el coronavirus, y tras un comunicado de la Diócesis de Córdoba, decidimos mantener la imagen en veneración, pero recomendando no besarla” explica a CORDÓPOLIS Miguel Requena, farmacéutico de profesión y cofrade de hermandades como la Estrella, el Perdón o el Prendimiento.

Miguel, como tantos otros profesionales y trabajadores esenciales, recuerda que en los primeros días de pandemia se generó una especie de psicosis colectiva. “En apenas unos días se agotaron las mascarillas y los geles hidroalcohólicos, ya que son productos que en condiciones normales tienen muy poca rotación. Muchas personas llegaban a la farmacia y al ver que no disponíamos de ninguno de esos productos nos pedían que los apuntásemos en una lista de espera, pero la realidad es que ni los propios fabricantes contaban con existencias”. Tras el decreto del estado de alarma las calles se vaciaron, por lo que se vivió una Semana Santa muy diferente a las anteriores. “Era sobrecogedor ver las calles vacías en días donde normalmente no se cogería en ellas. En vez de estar vistiendo la túnica de nazareno de mis hermandades, como hubiera correspondido, me tocó lidiar con una situación que ni nosotros mismos conocíamos muy bien”, explica Requena.

Precisamente, el hecho de tener que trabajar intensamente en su farmacia durante los días Semana Santa, fue una de las razones que ayudó a este farmacéutico cordobés a sobrellevar la situación. “Por mi profesión me tocó vivir la Semana Santa trabajando, siguiendo lo que las hermandades iban compartiendo en los distintos días a través de las redes sociales. Si me hubiera tenido que quedar en casa encerrado, como la mayoría de personas, seguro que lo hubiera pasado mucho peor”. De hecho, recuerda que muchas personas aprovechaban el poder salir a la calle para intentar mantener una conversación. “Como durante el confinamiento se podía salir para hacer la comprar o para abastecerse de productos de primera necesidad, muchas personas aprovechaban y venían a la farmacia a desahogarse”.

Con vistas a 2022, Miguel cree que podremos vivir una Semana Santa más o menos habitual, pero considera que las mascarillas continuarán junto a nosotros durante algún tiempo más. “Uno de los métodos más efectivos que tenemos para protegernos de la Covid-19 es el uso de mascarilla, por lo que ésta seguirá siendo obligatoria durante algún tiempo más. Sin embargo, cuando el porcentaje de personas vacunadas sea alto (que esperemos que el ritmo se acelere), la vacuna sea verdaderamente efectiva y se reduzcan los ingresos hospitalarios, creo que podremos vivir una Semana Santa más o menos normal. Eso sí, con la enfermedad tendremos convivir. El coronavirus ha llegado para quedarse”, concluye. 

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