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Reyes y los camaleones

José Antonio Reyes lleva una portería durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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Mientras muchos se siguen preguntando qué se le ha perdido en esta Liga y en este equipo, José Antonio Reyes sigue dando lecciones de fútbol en su más amplio sentido: exhibe su depurada técnica en el verde, se faja con defensores implacables como si fuese un meritorio y se erige con naturalidad en líder de una formación enardecida. Al utrerano, que ha pisado las moquetas más lujosas de los templos de Europa, parece estimularle este increíble regreso al fútbol terrenal, de menú del día y pronósticos imposibles. El cordobesismo le tiene en alta estima: a lo largo de los últimos tiempos vieron a muchas presuntas figuras llegar al club a pasearse y cobrar. Reyes no es de esos. El personal lo ha visto desde el primer día, cuando se esforzó para ponerse en forma y ayudar a un grupo de compañeros a los que no conocía ni de oídas. Tampoco tardó en cuajar en el vestuario. Siempre es más fácil cuando se va con la verdad por delante.

No jugaba en Segunda División desde que tenía 17 años, cuando irrumpió en el Sevilla en aquellos tiempos en los que las apariciones de canteranos se celebraban como quien encuentra petróleo en la parcela del pueblo. Ahora, con 34, muestra su perfil más competitivo vestido de blanco y verde, a la orilla del Guadalquivir, en un estadio que se llena todas las semanas con gente enamorada de un equipo que lleva seis meses en puestos de descenso. De locos. A Reyes le aclaman en el Córdoba como a un mesías. Él se deja el alma para conseguir el título que falta en su rutilante palmarés: la salvación de un histórico. A eso vino y en ello está.

En Vallecas enseñó lo mejor de su repertorio en un partido excelente del Córdoba, que consiguió noquear al líder de la categoría por 1-2 y sostener sus aspiraciones de permanencia con un argumento de lo más poderoso. Lo de jugar en Madrid resulta un incentivo para muchos futbolistas de provincias, que entienden que allí está el gran escenario, con sus focos mediáticos y sus padrinos influyentes. A Reyes todo eso le resbala. En la capital de España ya hizo lo suyo: ganó una Liga en el Santiago Bernabéu con el Real Madrid de Fabio Capello y después fue adoptado por el Atlético para levantar títulos europeos con los rojiblancos en el Calderón.

Este domingo pasado acudió de blanco y verde a batirse el cobre con el Rayo y despachó una de sus actuaciones más solventes. Cada vez que agarraba el balón se paraba el mundo. Reyes condiciona el juego de su equipo y el del contrario. Su capacidad de intimidación es absoluta: rara vez deja sin terminar lo que empieza. Saca un pase, recibe una falta... No desperdicia el tiempo. Cuando fue sustituido por Eneko Jauregi -un chico que empezó la temporada en Segunda B con el filial de la Real Sociedad y que vino prestado por el Cádiz tras ficharlo en enero-, el Córdoba ya mandaba en el marcador a falta de diez minutos. Reyes había hecho su trabajo. El medio millar de hinchas blanquiverdes que se desplazó a Vallecas se desgañitaba aclamando al sevillano, que miró al graderío con agradecimiento y cansancio. Otro día en la oficina. Ha intervenido en 14 partidos -solo uno completo- y ha marcado un gol. La estadística esconde un valor intangible. Reyes reina en el Córdoba.

Sandoval le cuida al máximo. Sabe que en los momentos cumbre se necesita a los mejores y el sevillano lo es. Como también tiene claro el técnico de Humanes que no hay mejor receta que aliñar el talento individual con una buena estrategia colectiva. Este entrenador cuenta con todos y es capaz de combinar los ingredientes para que el guiso siga sabiendo bien y, lo que es más importante, alimentando. Han jugado todos. Ha habido cambios de sistema y de posiciones, entradas en la titularidad directamente desde la grada y viceversa, sorpresitas y sorpresones cada semana.

Tras el día de éxtasis en Vallecas, Sandoval aludió a la capacidad camaleónica de su equipo. Tiene una receta para cada partido, dependiendo del adversario y las circunstancias. En Madrid no tuvo a Edu Ramos, titularísimo desde que llegó al mando, pero su falta se compensó con hombres como Álex Vallejo -que hizo un excepcional trabajo defensivo- o el joven Álvaro Aguado, un jiennense fichado el verano pasado para el filial que está revelándose como un valor de futuro. “Hoy hemos estado con este sistema, ya veremos con el Almería. Ellos se comportan bien con cualquier sistema, lo que dice mucho de su inteligencia”, explicó Sandoval. Este miércoles retoma las sesiones de entrenamiento, que desde el jueves serán ya a puerta cerrada. Tiene que preparar el plan para el partido más importante hasta ahora: el siguiente. Lo hará con Reyes y su equipo de camaleones.

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