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Rafa Muñoz, el Navial y un recuerdo irrepetible

Homenaje a Rafa Muñoz y Gala Anual del Navial. | TONI BLANCO

Cristian López

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No hay duda de que el cielo está reservado para unos cuantos privilegiados. Pocos pueden presumir de haber competido con los más grandes, y además, haber dejado huella. El éxito es fruto principalmente del trabajo. Una filosofía auspiciada, en la mayoría de los casos, por el deseo de superación y el sueño por seguir creciendo. Los mismos parámetros que han guiado la carrera de Rafa Muñoz. A cualquiera se le pone el vello de punta al ver un pequeño resumen de su meteórica trayectoria. No es tan solo que se haya medido de tú a tú frente a las principales leyendas de la natación, sino que él mismo se ha ganado brazada tras brazada un hueco en ese Olimpo. Un pedazo de Córdoba en el recuerdo de miles de piscinas alrededor del mundo.

“Gracias Rafa por todo lo que nos has dado. Por todo tu esfuerzo”. Fueron las primeras palabras (luego vendrían muchas más) dirigidas hacia el ex nadador expresadas por Celia García-Pantaleón, directora del Club Navial, en la vigésimo quinta gala de la entidad. Cincuenta letras, la mitad de los años de vida del club, que dan testigo de lo que Muñoz significa para la natación cordobesa. Un número, el cincuenta, que le ha dado suerte en todos estos años. “Mi número de la suerte”, afirma él mismo. De hecho, en esa distancia conserva desde 2009 el récord mundial en la modalidad de mariposa.

Un ejemplo para los centenares de niños que se han dado cita en Vista Alegre para reconocer el magnífico trabajo llevado durante la temporada 2015-2016. El brillo en los ojos de aquellas futuras promesas que sin duda sueñan con emular los éxitos vividos por el plusmarquista mundial. Un extenso palmarés en el que además figuran dos oros europeos (Budapest 2010 y Debrecen 2012), otro en piscina corta (Chartres 2012), dos bronces en el Campeonato del Mundo de Roma o la participación en los Juegos Olímpicos de Pekín. “Yo siempre digo que donde yo empecé es donde ellos han empezado, y que donde yo he llegado, ellos también pueden llegar”, ha subrayado Muñoz.

Un vida prácticamente bajo el agua, y a ratos, encima de un podio. El sabor del metal grabado en sus hombros, y la fidelidad por un club, el Navial, siempre en su corazón. Ahora, a sus 28 años, ha decidido cambiar la piscina por un día a día más de secano. No esconde su deseo de transmitir a los más jóvenes su experiencia como profesional en el club que le vio crecer y alcanzar la élite. Pero a largo plazo. Aun así, matiza que estará “siempre a disposición del club para todo lo que necesiten”.

Una gala que tuvo su punto culmen con el homenaje final a dicho atleta. Un recuerdo irrepetible. Un mito inigualable, pero precursor de una cantera que apunta alto. Más de veinte años defendiendo unos colores, el rojo, azul y blanco, que se fundieron en un abrazo entre él y María, su primera entrenadora. Su madre deportiva. “Es la que me ha aguantado durante tantos años. De tantas veces que no iba a entrenar y venía a recogerme a casa porque me había quedado durmiendo, y quedarse esperando en el portal. Y siguió y siguió insistiendo. Lo más importante es que confió en mí”, ha afirmado Muñoz.

Una mañana que tuvo su plato doble de emoción con la despedida como entrenador de Manuel López Conde. Una persona clave en la evolución del club, y dedicada en cuerpo y alma al mismo durante más de veinte años. Un hombre decisivo para las categorías inferiores de la entidad, pero que este año, por motivos laborales, se ha visto en la obligación de dar un paso atrás. No obstante, su trabajo quedará grabado para siempre. “En las fotos se ha visto como he evolucionado. Ahora tengo menos pelo, y estoy más gordito. Pero lo que no podéis ver en las fotos es lo que me ha crecido el corazón gracias a vosotros”, ha destacado el técnico.

“Quién se lo diría a aquel niño que no quería nadar porque se le enganchaban los pelos en aquel gorro de goma. Quién se lo diría a aquel niño que la liaba en los vestuarios y se saltaba metros, se cruzaba y no hacía caso. Quién diría que aquel niño que no quiso nadar por primera vez en la Fuensanta en una piscina de 50 metros, hoy iba a estar aquí. Pues ese niños soy yo. Un chaval normal y corriente, que salió de este club, que poco a poco fue creciendo en la natación y que llegó incluso a tocar el cielo”, ha subrayado el atleta. Un recuerdo imborrable. La trayectoria de un mito. Eso sí, con la humildad y el sacrificio siempre por delante. “Yo he conseguido éxitos, pero nunca he dejado de ser Rafa Muñoz”, apostilló.

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