Puche y Rafa Navarro muestran el camino
A diferencia de otros recientes, es un rival poco habitual. Idéntica es la situación, por ende, en lo que se refiere a su feudo. Escasas son las comparecencias del Córdoba en El Sadar, que de hecho tienen un global menor al número de enfrentamientos con el Osasuna en tierras navarras. El conjunto blanquiverde sólo contabiliza nueve visitas a Pamplona. Diez si se añade una en Copa del Rey. Si pocos son los duelos entre los dos equipos, muchas menos las victorias visitantes. Porque el estadio rojillo es uno de los menos propicios para el cuadro califal, que apenas suma un triunfo en el historial de partidos entre ambas escuadras. Éste permanece en la memoria colectiva, por lo general, de la afición cordobesista. No en vano, es recuerdo de una tarde en la que David derribara a Goliat de manera inesperada.
Pero la única alegría completa del Córdoba en Pamplona llegó muchos años después del primer choque en aquellos lares. El origen del recorrido común con el Osasuna se halla en la temporada 1962-63, con los dos equipos en Primera. Sólo se vieron en la élite entonces, cabe destacar, toda vez que la etapa de esplendor de uno coincidió con la época de decadencia del otro. El 3 de marzo de 1963, el cuadro califal aterrizó en la capital navarra con Ignacio Eizaguirre al frente en su estreno en la máxima categoría del fútbol español. Aquel partido no se disputó, al contrario de lo que pudiera pensar el común de los seguidores blanquiverdes, en El Sadar. El escenario fue el viejo campo de San Juan, que vivía sus últimos años antes de la inauguración del actual estadio.
El Osasuna atravesaba una complicada situación al ser colista con apenas 13 puntos. Por su parte, el Córdoba llegaba al encuentro en séptimo lugar y con cierta calma de cara a alcanzar el objetivo de la permanencia. Sin embargo, la victoria se la llevaron los rojillos, que además se impusieron de forma muy clara. Por 3-0 venció el conjunto navarro, que, por cierto, estaba dirigido por Enrique Orizaola Velázquez. En efecto, el estreno en Pamplona deparó para el cuadro califa una contundente derrota ante un rival entrenado por el padre de quien décadas después sería su presidente. Porque en 2003 Enrique Orizaola Paz, tristemente desaparecido, se convirtió en rector del club blanquiverde. Ejerció el cargo hasta 2006, cuando tomó el mando Rafael Campanero.
Desde entonces, el Córdoba acumuló otras cuatro derrotas, la mayoría claras, y sólo logró obtener un punto hasta que consiguió su primer y único triunfo en Pamplona. El resto de partidos tuvieron lugar ya en El Sadar. También en Copa del Rey, antes de sumar de tres por fin, cedió de modo rotundo en tierras navarras. Fue en la campaña 1994-95, con el Osasuna en Segunda A y los blanquiverdes en Segunda B. El choque acabó con un firme 3-0 local que sepultó las opciones visitantes tras el 2-1 de la ida. En total, el cuadro califal se enfrentó al rojillo en su feudo en nueve duelos de Liga, de los cuales cinco concluyeron con un resultado favorable a los pamploneses. El dato estadístico lo completaron por ahora tres equilibrios en el tanteador y la mencionada victoria de los cordobesistas ya en tiempos recientes.
La alegría se produjo quizá en el momento menos esperado. El Córdoba había vuelto a Segunda A sólo unos meses antes. Lo hacía además después de 16 años de vida en el pozo de Segunda B -e incluso de Tercera-. En la categoría de plata militaban ese curso rivales como Las Palmas y Sporting u otros que venían de tiempos felices como Salamanca o Mérida. Entre los entendidos como grandes se encontraba el Osasuna, que deseaba poner punto final a una de sus etapas más extensas lejos de Primera. Al frente de los rojillos estaba Miguel Ángel Lotina, nombre propio de la época como los de Sergio Kresic -en el banquillo grancanario- o Marco Antonio Boronat -al mando del extinto Logroñés-. Los califales, por su parte, competían con Pepe Escalante, que en su vestuario conjuntaba a hombres como Pepe Puche, Ramos, Rafa Navarro u Óscar Ventaja con otros como Robert Fernández, Alberto Saavedra o Diego Ribera. Lo cierto es que la diferencia entre uno y otro equipo era marcada. Poco importó cuando tocó verse las caras en El Sadar.
El 27 de febrero de 2000, el Córdoba apareció en el estadio navarro en plena fase de efervescencia. Mantenía una línea ascendente que le permitió después incluso soñar con el ascenso -enseguida llegó la hora de despertar- pero que resultaba insuficiente para pensar en un triunfo en Pamplona. Pero el fútbol es once contra once. A los dos minutos surgió Pepe Puche para hacer el 0-1, con el que se alcanzó el descanso. A pesar de la expulsión de Robert en el 53, los blanquiverdes hicieron bien sus deberes y se alzaron con una victoria memorable. La certificó en el 83 quien ahora es director del fútbol base califal, Rafa Navarro. Los rojillos, en crisis, supieron sobreponerse en el tramo final de campeonato para retornar a la élite. Ésta fue la única vez en que cayó El Sadar, y eso que los cordobesistas estuvieron muy cerca de repetir gesta la pasada campaña en medio de su épica remontada. Un golazo de Borja Lasso igualó otro de Javi Galán y lo impidió.
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