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Ocho puñaladas al cadáver para terminar de una vez

Messi celebra uno de los goles | ÁLVARO CARMONA

Paco Merino

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El Córdoba consuma su descenso a Segunda División al caer en El Arcángel ante un Barça desatado en busca del título de campeón

La mano que mece la Liga empujó al Córdoba hacia el abismo. No fue nada traumático. Todo el mundo sabía lo que iba a ocurrir. El primero, un Córdoba que compareció aleccionado para evitar un marcador estrepitoso. Hizo lo que pudo y el asunto tuvo un desenlace impactante: 0-8, la mayor goleada recibida por los blanquiverdes en toda su historia. Histeria pura. Ésta ha sido la película del año en Primera. Hacer planes y ver cómo saltan hechos pedazos a golpes de realidad. El Córdoba se ha estrellado. Lo que el Barça le hizo es normal. Lo anormal es todo lo demás. Cuando todo terminó, la mayoría de los jugadores ni siquiera tuvo agallas para saludar a una afición que se comportó con nobleza y resignación. Lo hicieron solo unos pocos, demostrando hombría. Otros corrieron hacia los vestuarios pensando en los pocos días que aún les quedan por aquí, en este club que acaba de perpetrar la peor temporada de todos los tiempos.

Se necesita una buena razón para ponerse a dar carreras a pleno sol en Córdoba a la hora de la siesta. Una como aferrarse al liderato y dar un paso decisivo hacia el título de Liga marcando el terreno con el eterno rival. O como dejar una buena impresión a los seguidores en desagravio por una temporada nefasta. Pesó más la motivación del Barça, que despachó sin contemplaciones a un Córdoba que ofreció un capítulo más, quizá incluso más desgarrador, de su historia en este curso 14-15: quiso (algunas veces pareció lo contrario, pero dejémoslo ahí) y no pudo. Que el Barcelona aterrizara en El Arcángel con la necesidad de los puntos fue clave. Luego, obviamente, está el asunto de la calidad. No había nada que hacer. Combatir, rezar y esperar. Florin no fue Fermín y el Barcelona confirmó lo que todo el mundo intuía, pero nadie se atrevía a decir por pura misericordia. Los tiempos han cambiado y aquella gesta de hace 43 años quedó ahí. Ya es historia. Como la temporada del Córdoba en Primera.

Romero no colocó fardos de arena debajo del larguero porque no lo permite el reglamento. El técnico cordobés dibujó una alineación de corte defensivo, aconsejado por la prudencia, el temor y las circunstancias. Para empezar, le dijo a Nabil Ghilas que se fuera a la grada. El argelino, que sigue siendo el máximo goleador del equipo, fue descartado en el mismo estadio para dejar una plaza a Patrick Ekeng, el único al que el entrenador de La Roda no había llamado nunca. Ahí quedó eso. El Córdoba salió con ocho futbolistas de perfil defensivo y tres de ataque: el percutor Florin y dos inventores, Fidel y Bebé, con ganas de que les saliera algo. En el Barça, un once brutal. Todas las estrellas sobre el verde. Una formación a la altura de las exigencias. Luis Enrique tenía claro que había que evitar a toda costa un despiste ante el acoso del Real Madrid en la Liga y la llegada la próxima semana en la Champions del Bayern de Pep Guardiola. Vino el Barça a quitar de enmedio al Córdoba por la vía rápida y centrarse en las grandes batallas que le aguardan. Ésa era su intención, pero no le resultó fácil.

Nadie puede culpar al Córdoba de hacer lo que hizo. Armó una defensa firme, un trivotazo delante y se dedicó a sacarse la pelota de encima como mejor pudo. La posesión era del Barcelona y la mitad del terreno era un atasco. Los azulgranas trataban de romper aquel entramado con paredes, pero el Córdoba era un frontón. El público, además, se alió con los suyos en este día especial. Imposible no encariñarse con el débil, con este modesto equipo de provincias que se disponía a recibir el tiro de gracia. Neymar la tuvo clara a los dos minutos, pero el brasileño llegó en carrera y le pegó alto al servicio de Alves. Cada vez que los de Romero cruzaba la línea de mediocampo los aplausos surgían de modo espontáneo. Bebé se escapó por su banda y metió un centro a Florin, que cabeceó alto.

Aguantar, resistir... No había otro reto para un Córdoba que dejaba una imagen digna. Haciendo lo que debía y podía hacer, mantenía su puerta imbatida una vez pasada la media hora. Leo Messi pudo batir a Juan Carlos en una eléctrica internada, en la que dejó a los centrales tirados en el suelo para conectar un chut centrado que detuvo el meta alcarreño. En el tramo final del primer periodo se acentuó la presión del Barcelona y el gol cayó como la fruta madura. Primero avisó Luis Suárez con un remate al palo de cabeza. Y apareció Messi. El 10 envió un centro perfecto a Rakitic, que de un violento zapatazo metió el balón en la escuadra de la meta de Juan Carlos. Inapelable. El castigo continuó con un buen pase de Iniesta a Luis Suárez, que definió con pericia para rematar a un Córdoba perplejo. Todo su esfuerzo le valió para irse a la caseta con un 0-2 en contra.

Por si no había quedado claro, Messi, cabeza tras un centro de Dani Alves, firmó el 0-3 cuando apenas habían corrido unos segundos de la segunda parte. Corrían las apuestas en la grada sobre cuántos más le podían caer al pobre Córdoba, al que se le iba a hacer muy largo el suplicio. El público se apagó y retomó viejos cánticos contra el presidente González mientras los vítores de los culés se escuchaban cada vez más nítidos. El Barça se ensañó con otro gol. Dani Alves, que hacía lo que le daba la gana sobre el césped, lanzó un centro que Luis Suárez picó de cabeza para certificar el 0-4. Para entonces, El Arcángel era ya la escenificación de un desastre. Amargos pareados resonando como banda sonora, el equipo de Luis Enrique haciéndolo bonito y Romero empezando el carrusel de cambios. Quitó el sevillano al pivote aragonés Luso, uno de los más entonados, para dar entrada por primera vez a Patrick Ekeng. El camerunés, con un trallazo desde lejos, obligó a intervenir por primera vez en serio en todo el partido a Claudio Bravo.

La estruendosa ovación a Iniesta cuando se retiró, sustituido por Xavi, resultó conmovedora. La afición cordobesa tributó su agradecimiento a una leyenda del fútbol mundial que había contribuido, junto a sus compañeros, a firmar el acta de defunción del equipo en Primera. La magnitud de aplauso al genio de Fuentealbilla fue directamente proporcional a la bronca que acompañó la despedida de Bebé cuando dejó su lugar a Fede Vico. El portugués ha sido todo un fiasco como refuerzo. El Barcelona terminó cerrando una goleada que pudo ser incluso más cruel. No lo fue porque no lo necesitaba y porque, seguramente, en el código no escrito de los futbolistas existe una cláusula que habla de respeto y compasión por el adversario. El Córdoba ya estaba vencido y el Barcelona no apretó. Simplemente, se limitó a jugar tranquilamente como sabe hacerlo. Y todo acabó con un 0-8. El Córdoba se va de Primera a ritmo de récord, otra pestilente plusmarca en una temporada para llorar.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA CF, 0: Juan Carlos, Crespo (Gunino, 46'), Pantic, Íñigo López, Edimar, Deivid, Luso (Ekeng, 57'), Krhin, Fidel, Bebé (Fede Vico, 61') y Florin.

FC BARCELONA, 8: Bravo, Alves, Piqué, Mascherano (Matthieu, 60'), Jordi Alba, Sergio Busquets, Rakitic (Pedro, 68'), Iniesta (Xavi, 60'), Suárez, Messi y Neymar.

ÁRBITRO: Clos Gómez (Colegio Aragonés). Amonestó con tarjeta amarilla a Luso y Gunino.

GOLES: 0-1 (42') Rakitic. 0-2 (45') Luis Suárez. 0-3 (46') Messi. 0-4 (53') Luis Suárez. 0-5 (65') Piqué. 0-6 (78') Messi. 0-7 (83') Neymar, de penalti. 0-8 (87') Luis Suárez.

INCIDENCIAS: Encuentro correspondiente a la jornada 35 del campeonato de Liga BBVA, disputado en el estadio El Arcángel ante unos 14.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del padre del jugador cordobesista Borja García.

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