Como en las grandes tardes… con otra decepción
Ocupa su asiento cargado de ilusión. Mira al cielo y suspira. Recuerda la dificultad del desafío. Observa a su alrededor. “Debe haber colas”, se dice a sí mismo. Poco a poco la grada cobra mejor aspecto. Aunque restan huecos todavía. Mueve impulsivamente la muñeca. Dirige la vista al reloj. Sí, es domingo. Pero no, no es la hora habitual. En realidad aquello del fútbol a las cinco de la tarde hace tiempo que es historia. Manda el negocio. Apenas faltan tres minutos para las cuatro. En ese momento saltan los dos equipos. Y él resopla desde su asiento de Tribuna. Suenan los primeros acordes del himno. El estadio parece tambalearse. La afición busca el primer gol.
El muchacho no les presta atención. Sin embargo en la banda esperan dos hombres que también son protagonistas. Uno se acomoda en el banquillo local, en el que ya no está Jorge Romero. Se llama José Ramón Sandoval. Es el nuevo técnico del Córdoba, la última bala que en la recámara le queda al club. Él mantiene la mirada en el verde. El otro toma posesión del terreno visitante. Es José Luis Oltra, un viejo conocido que no lo es tanto. Dirige al Granada, que viene acompañado por más de 500 seguidores. El ambiente es el de aquellos partidos. Con cánticos cruzados, murmullo generalizado y constante, dos entrenadores siempre de pie y el corazón en un puño.
Unos persiguen su primer triunfo como visitantes en meses. Los otros prefieren no echar cuentas. Sólo quieren ganar. Es más, lo necesitan como el aire que respiran. Es la victoria lo único que le vale al Córdoba si desea mantener un mínimo hilo de vida. La esperanza reside ahí. El joven, con la bufanda anudada a su cuello, se levanta una y otra vez. Quizá los nervios afloran en exceso. Sobre todo porque el encuentro no da para tanto. Sólo cuando menos lo pudiera esperar, aparece la diosa fortuna. Lo hace en forma de jugada magistral entre Alfaro y Sergi Guardiola. El primero culmina con gol una acción para enmarcar. Y pitido. Ruge El Arcángel.
La respiración es más intensa en la segunda parte. El Granada toma cada vez más el control del choque. Llega la primera ocasión. Después viene la segunda. Y la tercera, y una más… El chaval se encuentra inquieto. Resopla. Hace aspavientos. Mira al suelo. Lanza un grito. Todo ocurre como en las grandes tardes. Del mismo modo se produce la decepción. Los nazaríes empatan bajo la fórmula de tanto va el cántaro a la fuente… Pero lo peor está por llegar. El ruido es creciente. La grada vibra, siente, padece y trata de levantar el ánimo. Aparece Kunde. El triunfo es de nuevo antesala de la derrota. Al final, huída de los seguidores, actitud irrespetuosa de la afición rival y… Él sigue sentado unos segundos. Sólo un puñado más.
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