La debacle de El Arcángel y los malos de la película
“No voy a acogerme al tópico de la mala suerte”, dijo Romero | “Cometí un error y lo asumo”, apuntó el meta Juan Carlos, señalado por la afición | La noche más negra para Carlos González
“¿Cómo estaría tu mente ahora mismo? ¿Cómo estaría tu estado emocional? ¿Cómo estaría tu cuerpo?”. Se lo preguntaba anoche José Antonio Romero a un periodista en la sala de prensa a propósito del golpe recibido por el Córdoba, el que quizá sea el definitivo para tirarlo al vacío por el acantilado de Segunda. “Quiero sumar 35 puntos. Ése es el objetivo. ¿Podemos sumarlos?”, reflexionaba el técnico del equipo cordobesista, colista destacado de Primera, a nueve puntos de la permanencia y propagando la sensación de que es un cadáver andante. Romero dejó más preguntas en el aire que los representantes de los medios, que asistían a otra escenificación del caótico curso 14-15, el del sesenta aniversario, el del retorno a la elite después de 42 años, el de los récords que quedarán escritos en la historia de la Liga sin dejar en muy buen lugar a quienes los están protagonizando.
Todos se marcharán y quedará el Córdoba. Como siempre. “Me da vergüenza esto”, comentaba a la salida Javi Pineda, ex jugador cordobés de Primera División y seguidor impenitente de un equipo que “no demuestra orgullo ni compromiso ninguno”. El fino mediocampista, ex de Sevilla o Getafe, entre otros, se confundía en medio de la noche entre el gentío que volvía a casa con su ración de pena a cuestas. Sexta derrota consecutiva en El Arcángel, el reino convertido en tómbola, donde sólo se ha visto esta campaña una victoria: fue ante el pésimo Granada, penúltimo.
¿Qué hacer a partir de ahora? Romero dio su receta: “Seguir trabajando. Empezar una competición dentro de otra que ya está empezada”. También algunos jugadores. “Me gusta vivir en el mundo real y es muy complicado que consigamos la salvación, pero también era muy complicado que el año pasado se ascendiera después de 40 años y se ascendió. Nunca hay que decir nunca, pero siendo realistas es muy difícil. Las posibilidades matemáticas siguen ahí y nuestro deber como profesionales es seguir trabajando, incluso cuando las matemáticas nos den la espalda y nos digan que ya es imposible”. Así lo contó, tragándose la rabia por su actuación, el meta Juan Carlos, que desfiló por la zona mixta para someterse al cuestionario de los informadores tras la que pudo ser una de sus peores noches desde que llegó al Córdoba. “No hace falta que me señale nadie porque soy suficientemente mayorcito y responsable para saber cuándo hago las cosas bien y cuando las hago mal”, dijo el alcarreño, que admitió que se sentía “más responsable en el segundo gol, porque el primero es una falta que tenemos que defender, una falta frontal aunque venga de un gran golpeo de Albacar”.
“El segundo es un error mío, no se me caen los anillos por decirlo. No se me han caído nunca y no se me van a caer, aunque la de portero es de las profesiones más ingratas del mundo. Me he ido al primer palo y cuando he querido reaccionar e ir hacia atrás no he llegado”, relató sobre el 0-2, que desató las iras en el graderío y crueles gritos de mofa. “Cada uno puede hacer lo que quiera. A mí me enseñaron unos valores basados en el respeto. Los errores en un portero se ven más que en un jugador de campo”, expuso sobre las críticas de la hinchada, que “como dijo Casillas, les soberana y puede opinar. En ningún momento les voy a faltar el respeto. Yo me dedicaré a trabajar y a hacerlo lo mejor posible. Tu hermano puede pifiarla un día y no lo vas a matar. Somos humanos y nos equivocamos. He cometido un error y el que quiera juzgarme por él que lo haga, que piense que soy el peor portero del mundo. Yo trataré de entrenar y de convencerle de que se equivoca. Esto es fútbol. Si fuese delantero y la tirara a la grada seguiríamos 0-0, pero como soy portero, dudo un segundo y me meten un gol. Ya soy el malo de la película. Es ingrato”.
Mientras entrenador y jugadores desgranaban sus agrias sensaciones tras la debacle en El Arcángel, Carlos González añadía un capítulo más a su turbia relación con el entorno cordobesista. El presidente lució en el palco una camiseta con la leyenda “Orgullosos de ser del Córdoba”. También vistieron la prenda todos los empleados del club, desde taquilleros a recogepelotas. Un mensaje que sonó hueco ante la contundencia de una dolorosa realidad. Los gritos de “directiva, dimisión” retumbaron en El Arcángel y a González le cayó encima una tormenta de improperios. Los cordobesistas empiezan a hablar cuando otros se quedan sin palabras. Como Fede Cartabia, que admitio que “hay poco que decir ya”. “Descender no quiere nadie. Le hemos pedido perdón a la afición y le damos las gracias”, dijo el 10 argentino antes de irse.
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