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Los chicos de rosa se estrenan en El Maulí

Los jugadores festejan uno de los goles ante los keniatas | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Los partidos de verano son otra historia. Nadie dice que quiere ganar, pero molesta no hacerlo. Todos aseguran que los marcadores les traen sin cuidado, pero con las campañas de abonados en marcha no es una buena publicidad salir derrotado en un bolo estival. Aunque sea contra un equipo de otra categoría, con el que nunca más te cruzarás en la vida, o incluso de un país lejano como Kenia. El Córdoba enseñó su nueva cara. Sin maquillar y con puntos negros, pero con cierto encanto adolescente. Carrión ha rejuvenecido al grupo. El primer once fue todo un mensaje.

Un centenar de espectadores -muchos de ellos con indumentaria cordobesista- se tuestan al sol en la grada de El Maulí. Los blanquiverdes comparecen vestidos completamente de rosa, promocionando la segunda equipación oficial para el curso 17-18, que no es precisamente el que se ha rotulado en las credenciales que se entregaron a los periodistas. Ahí se lee: Winter Season. Pero el invierno no ha llegado más que a Juego de Tronos. En Antequera aprieta el sol -aunque sin ahogar- en el primer partido de pretemporada del Córdoba.

El equipo es un absoluto desconocido. Entre los que tuvieron un tibio protagonismo en la primera plantilla -los que llegan del filial- y los nuevos suman diez. El más reconocible es Sasa Markovic,. El serbio luce el brazalete de capitán, un honor que parece multiplicar su habitual catálogo gestual. Antes de empezar a rodar la pelota tuvo un largo parlamento con el árbitro. Luego, cuando llegó la acción, voceó a propios y extraños y se metió en todos los fregados. Al carismático Sasa, que fue el primer fichaje tras el descenso de Primera y el primero que renovó este verano, le ha tocado cubrir una función en la que ha habido una purga: Deivid, Luso y Cisma, los antiguos capitanes, salieron de mejor o peor manera del club. Estas son las leyes del Córdoba, que anda reinventándose para reilusionar y recuperar su etiqueta de candidato a hacer algo importante a partir del penúltimo fin de semana de agosto. No queda tanto para que esto empiece. Este viernes se sorteará el calendario y todo el mundo sabrá con quién se tendrá que jugar los cuartos cada semana. El Córdoba es aún un pan sin cocer, pero hay tiempo. El justo para no poder permitirse el lujo de perderlo.

A los 21, un centro de Víctor Mena lo remató Jona de cabeza. El giro de cuello fue perfecto. El balón golpeó en el poste antes de entrar ante la atónita mirada del portero keniata. El malagueño de raíces hondureñas lo festejo mirando el cielo. Es el nueve, con toda la carga de presión que eso comporta en un equipo como el Córdoba, que contó con referencias de alto calibre en esa posición en los últimos tiempos. Unos funcionaron y otros no. Jona, que llega después de un descenso con el UCAM Murcia, se ha sentido reforzado por la confianza que le han dado en El Arcángel. Le buscaron a él, precisamente a él, y y esa responsabilidad le estimula. En Segunda División ha coleccionado algunas calamidades colectivas -bajó con el Jaén, el Albacete y el UCAM-, pero mantuvo un cartel que ha propiciado su llegada a un club que le hace sentirse “un privilegiado”.

El All Stars Kenia traía la clásica pinta de esos equipos que hacen una gira promocional para encandilar a algún club y buscar destino a sus integrantes. Empiezan veinte y vuelven quince. Los más afortunados pueden encontrar acomodo aunque sea en algún equipo semiprofesional. Son jóvenes, corren mucho y se esfuerzan por mantener la disciplina táctica aunque su tendencia al lucimiento personal les juega malas pasadas. Los mejor dotados tácticamente intentan alguna acción de orfebrería fina y, claro, eso no sale siempre. Y si no sale, suele haber consecuencias poco agradables. Cuando el árbitro pitó el descanso, el público se arrancó con una ovación.

En la grada, el presidente Alejandro González observaba con atención los acontecimientos. A unos metros, el director deportivo Álex Gómez también tomaba notas. No se le puede pedir demasiado a un partido de verano. Quizá algún buen detalle técnico, algún brote de actitud o genio, una acción combinada de ataque, unas buenas salidas del balón… Estrofas sueltas de una canción que todavía no tiene melodía clara ni partitura escrita. Todo es un boceto.

En medio de esas pinceladas sueltas llegó el segundo del Córdoba. Lo anotó Sergi Guardiola, un fichaje de lo más peculiar. El delantero jugó la pasada temporada en el Murcia, cedido por el Granada, después de haber pasado por la liga de Australia o antes por el Barcelona, donde duró unos días hasta que le despidieron por lo que dijo en unos tuits. Así está el mundo hoy. Viene para demostrar que puede echar raíces en un lugar y dejar de ser un trotamundos. Marcó en su debut, así que todo ha empezado bien.

El tercero de la noche lo firmó Alberto Quiles, ejecutando con pericia un penalti por claras manos de un defensa keniata. Los tres delanteros marcaron, un detalle que hizo aflorar la sonrisa en el rostro de Carrión, que se fue tan contento de El Maulí porque también mojó Alfaro, uno de los pocos vestigios de ese Córdoba de Oltra del que parece que han pasado siglos. El de La Palma del Condado convirtió en gol un penalti con un golpeo preciso. Con 0-4 y los keniatas definitivamente perdidos, el Córdoba tuvo sus mejores ocasiones para apuntalar un marcador contundente.

Las victorias importan poco, pero aún menos cuando no se consiguen. No fue el caso. El Córdoba, todavía en fase experimental, se deshizo de un adversario corretón, sin pegada y tremendamente inocente. Puerta a cero y cuatro goles marcados por los delanteros. Un buen primer paso.

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