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Caro y el honor del obrero

Caro, ante el Alcorcón en El Arcángel | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Su imagen no va a aparecer en los carteles de la campaña de captación de abonos. No es un artista. Donde él se desenvuelve impera otra estética: se lanza a ras de césped para cortar una internada, da pellizcos al contrario en los saques de córner, resuelve con un furioso patadón una situación de riesgo o se coloca como escudo humano en la línea de gol cuando ya ni el portero puede hacer nada. De lateral derecho o de central, José Antonio Caro (Estepa, Sevilla, 1993) ha sido una de las piezas fundamentales en el desconcertante Córdoba del curso 16-17. El zaguero ha terminado el tercer puesto del top de jugadores por minutos jugados: 2.847. Solo le superan Pawel Kieszek (3.420), el portero y mejor jugador de la temporada en blanquiverde, y Rodri Ríos (2.973), delantero centro de referencia y máximo goleador (11) del equipo en la Liga. Caro, desde una posición menos lucida, terminó reivindicándose en la que ha sido la temporada más completa de su carrera profesional.

Cuando llegó no levantó pasiones. Le avalaba un pasado en las categorías de formación del Betis, con peso en el filial pero muy poco protagonismo en el primer equipo. Con los de Heliópolis vivió un ascenso a Primera de modo tangencial. Luego le cedieron al Elche, donde le tocó experimentar la dureza de una temporada repleta de problemas extradeportivos. Cumplió cuando salió, que no fue mucho. Sin futuro en el Villamarín, quedó libre y Emilio Vega, que le conocía de su estancia en el Betis, le reclutó para el Córdoba. Un defensa multiusos, joven y curtido. Una pieza para una retaguardia bajo sospecha ya desde el curso anterior, en el que el Córdoba se quedó sin subir por una fragilidad atrás que neutralizó el poder de un tridente (Florin Andone, Xisco Jiménez y Fidel Chaves) que había superado los 40 goles.

Caro ha protagonizado una Liga más que notable, jugando 36 partidos. Arrancó en el banquillo, pero pronto convenció a Oltra. Luego siguió siendo fijo con Carrión. Estuvo para lo que le mandaron. La plaga de lesiones en la defensa blanquiverde fue brutal. Cayeron, con percances de gravedad y paso por quirófano, el central Deivid y el lateral zurdo Domingo Cisma. También pasaron por la enfermería, en varias ocasiones, el lateral derecho Antoñito y el central Héctor Rodas. Caro fue el único que permaneció indemne y desempeñó su labor tanto en la banda como en el centro. Duro en la marca, rápido en los cortes y bien por arriba, honró su oficio de defensa haciendo lo que es debido. Nunca en su carrera profesional había disputado tantos encuentros oficiales consecutivos. Desde el mes de enero no se movió del once del Córdoba, sin ser jamás sustituido. Únicamente vio tres tarjetas amarillas.

Aportó, además, tres goles que valieron puntos. Uno en Los Pajaritos ante el Numancia (1-1), otro frente al Valladolid en El Arcángel (1-1) y un último ante el Mirandés (1-1) también en casa. Según las estadísticas de la Liga de Fútbol Profesional, Caro ensayó siete veces el disparo a puerta contraria. El nivel de efectividad resulta tremendo. Con un año más de contrato, el sevillano se ha revelado como uno de esos futbolistas imprescindibles que no lucen en el escaparate pero que resuelven problemas. Y esos le vienen bien a cualquiera.

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