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Rafael Ávalos

7 de abril de 2021 05:30 h

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Los resultados son importantes, sin duda. Sin embargo, no son esenciales o más bien no son lo único. Pero en deporte la victoria manda, lo que hace que, en la mayoría de las ocasiones, se pierda en el entorno la perspectiva. Éxito no es sólo obtener logros de mayor o menor envergadura. También lo es la realización a nivel personal y, sobre todo, el constante aprendizaje y el mantenimiento de una pasión. Cuando todo ello va en relación con una disciplina denominada minoritaria -en el apartado mediático y no en la práctica- el desequilibrio de concepciones es mayor todavía. Incluso es olvidado el hecho de que los profesionales lo son en realidad en otras materias, y éstas a veces poco consideradas. Buen ejemplo de ello es Jesús Escribano, quien tiene en su figura una de esas ‘Historias tras el deporte’ que merecen ser narradas. Ahora es técnico del Cajasur CBM, del que forma parte además casi ininterrumpidamente desde que fuera un niño, pero también miembro del Infoca. Quiere decir esto que la gasolina que pone en la pista es al tiempo labor fundamental fuera de ella en la extinción de incendios.

Jesús Escribano Bolancé (Palma del Río, 1978) es uno de los grandes nombres del balonmano cordobés. Y eso que ha desarrollado toda su carrera en la provincia, nunca fuera de ella, y sin grandes alardes. Es lo que le convierte en un deportista especial, también al ser un hombre de club, como se suele llamar a quien no abandona jamás a su entidad. Primero lo fue como jugador, con un trayecto que arrancó justo antes de la adolescencia. Después, lo es como entrenador al frente de un equipo al que permite soñar con cotas inimaginables en décadas. “En mi pueblo se juega a balonmano, y mi familia también lo hacía. Seguí la tradición familiar y de mi pueblo”, comenta acerca de su fijación por dicha disciplina. Su relación con el Córdoba BM, más allá de su equipo sénior -el mencionado Cajasur-, la explica muy brevemente. “Cuando he tenido opción de salir, que la he tenido varias veces, estaba entrenando equipos de la cantera”, dice sin más. Al final, su camino lo ha impuesto su propia vocación

Canterano tardío pero fiel

El origen de Jesús Escribano en balonmano no es precisamente el que pueda darse al uso -ya sea en ésta o en otra disciplina-. Primero hubo un contacto y después llegó la relación. “Tuve un período que estuve en alevines, que tendría 12 año. Mi entrenador era Carlos Trigo. Pero vivía en San Pedro y era cuando el club prácticamente estaba radicado en el Pabellón de La Juventud. Por distintas razones, al año siguiente no seguí”, expone el preparador del Cajasur CBM. “En infantiles, que era un poco más grande y me podía mover solo en autobús y demás, me incorporé ya como jugador de segundo año. Mi incorporación fue un poco tardía y además el 90% de jugadores era del Sector Sur”, rememora un tiempo en que la entidad todavía debía abrirse al resto de la ciudad. “Aunque en ese momento ya estábamos algunos que veníamos de fuera (del barrio) y que no veníamos de escuelas deportivas ni nada”, añade.

A pesar de tan inusual inicio de ligazón con un determinado club, apenas ha defendido otros intereses diferentes a los del Córdoba BM. Y tampoco es que fuera con relación perdida. “Hubo un año, siendo juvenil de primer año, que estuve en La Salle. Cuando volví, siendo juvenil aún, me subieron al primer equipo y ahí estuve siempre”, apunta. Más allá de esta cesión otra experiencia tuvo sin ser granate. Pero a la vez no dejó de serlo. “Hubo cuatro años que se le cedieron los derechos al Balonmano Baena, se fue toda la estructura. Estuvimos allí hasta que el equipo bajó de categoría y volví al club, hasta hoy”, precisa. Desde entonces, y eso es desde 2003, jamás se ha desligado de una forma u otra de una entidad en la que ha vivido absolutamente de todo. Curioso es que uno de los mejores recuerdos no sea el ascenso a División de Honor Plata como entrenador en la 2018-19 sino un salto a Primera Nacional -entonces como la actual segunda categoría española- como jugador.

“Yo tenía tomada la decisión. Había quedado con Paco Castillo y yendo de camino me llamó Antonio Reyes. Ese equipo de Segunda era de gente muy joven y me dijo: si te vas se queda un equipo de chavaletes, tú ya tenías experiencia”, relata acerca de uno de los instantes que marcaron su devenir. Hace referencia a su casi definido fichaje por el Prasa Pozoblanco, entonces principal referente de la provincia, y la decisión, al final, de no salir del Córdoba BM. Y eso que suponía una valiosa oportunidad para él, ya que, por si fuera poco, “en ese momento la economía del balonmano estaba mucho mejor”. “Cuando era jugador se cobraba mucho más de lo que cobran mis jugadores ahora, a pesar de que mis jugadores tienen en general más nivel deportivo que el que tenía yo”, asevera. “El hecho de que me quedase en el club me supuso una pérdida económica importante, pero sabía que el dinero me lo iba a ganar de mis estudios y mi trabajo”, culmina su recuerdo.

Del banquillo al helicóptero: dos vocaciones

Dentro del repaso a su trayectoria deportiva, Jesús Escribano mantiene su posición de fidelidad al Córdoba BM pero además de sinceridad en cuanto a sus posibilidades en comparación con la de otros. “También se dan circunstancias que hacen que yo haya pasado por todas esas fases (dentro del conjunto granate). Hemos tenido jugadores vinculados al club que por su calidad a lo mejor han seguido otros caminos. No sé, Manolo Vílchez, Paco Bustos, gente que eran jugadores de la casa y que por sus méritos tuvieron opción de crecer, de ir a otros sitios”, expresa. Lo cierto es que, en efecto, a él no le faltaron pretendientes. En ese punto surgió definitivamente su lealtad a la entidad de la capital y una de sus vocaciones. “Cuando pude irme a Pozoblanco para jugar en Plata, si me hubiera ido, probablemente habría tenido problemas en llevar equipos de la casa y prefería estar en mi club y seguir desarrollándome en la base”, cuenta.

Porque en ese instante, el ya referido en que Paco Castillo llamó a su puerta, el ahora entrenador del Cajasur CBM compaginaba su papel como jugador del equipo sénior con el de preparador de cantera. “Entrenar en la base fue un descubrimiento, no sabía que me iba a gustar tanto y desde entonces no he dejado de entrenar”, asevera. Sobre la labor en categorías inferiores, Jesús Escribano afirma que “entrenar a los niños no se puede comparar con nada”. “Vas viendo su evolución. Luego los ves jugar en un equipo, aunque a lo mejor sea de Provincial o de Segunda, y te da mucha alegría. Les ves cosas que dices: eso se lo enseñé yo”, agrega en este sentido. Así, el entrenador natural de Palma del Río resalta el valor que para él, aun en medio de una histórica fase de ascenso a Asobal, tiene el trabajo en la base. Quizá porque el ejercicio desde el banquillo es muy distinto: “En sénior no tiene nada que ver”.  

Respecto de este último apunte, el técnico granate indica que “entrenando a jugadores de cierta elite hay que ser mucho más psicólogo, líder, coach que entrenador”. “A nivel de base es diferente, no necesitas liderar a un grupo de niños porque eres el líder natural, el referente, casi una figura al nivel de su padre. Ahí es mucho más importante enseñar los conceptos básicos”, añade en su explicación. Pero esta vocación no es la única que tiene Jesús Escribano, que fuera de las pistas dedica sus días a participar en la extinción de los incendios de mayor riesgo de Andalucía. No en vano, interviene dentro del Plan Infoca de la Junta de Andalucía y lo hace habitualmente a través de medio aéreo -en helicóptero- antes de pisar terreno firme. La duda que a muchos puede sobrevenirles es en qué momento o de qué forma optó por tan dura profesión. Todo nace a lo largo de su etapa en la Universidad y gracias a la presencia de un determinado profesor, de esos que tienen un rol más allá del académico.

De lucha contra los incendios forestales

“Yo estudio la carrera, aquí en Córdoba, de ingeniero de Montes y hay un profesor que se llama Francisco Rodríguez y Silva, que es una eminencia en el tema de incendios. Y tiene la particularidad de que como te plantea él las clases te acaba enamorando el tema”, recuerda. “Dije: yo quiero trabajar en esto. Me fui a Finlandia e hice un proyecto de fin de carrera y a partir de ahí ya me orienté hacia eso”, agrega en su narración. Tras un período en Burgos, Jesús Escribano procuró obtener una plaza dentro del Plan Infoca. Lo consiguió. “Al venir, salió una oferta de empleo en mi empresa, la Agencia Andaluza de Medio Ambiente. La eché, entré y me fui a Granada”, aborda los días primeros -por decirlo de alguna forma-. Unos años después cambió su lugar de trabajo por Sevilla, dentro de la Brigada de Refuerzo contra Incendios Forestales (Brica) allí ubicada. 

Resulta curioso el paralelismo ocupacional de Jesús Escribano, ya que en la cancha siempre ha sido todo temperamento. Era como jugador y es como entrenador fuego, por hacer un símil. Sin embargo, su profesión consiste en extinguirlo en los parajes naturales. Su puesto concreto es el de técnico de operaciones y está al frente de otros compañeros. “En cada base hay tres técnicos y cuatro brigadas asignadas a ellos. Las Brigadas de Refuerzo, dentro del dispositivo Infoca, lo que hacen es acudir a incendios de tamaño medio, tamaño grande para colaborar en la extinción cuando los medios provinciales no tienen capacidad”, relata acerca de sus funciones y la de su equipo. Al hablar de las bases hace referencia a los tres centros principales de las denominadas Bricas: Sevilla, Málaga y Granada. “Se diferencia de otros puestos del Infoca en que nosotros estamos muy enfocados a la extinción sólo”, precisa.

Claro está, una dedicación como la suya “tiene un hándicap importante, que supone un esfuerzo físico que te obliga a que conforme van pasando los años tienes que estar mucho más cuidado para poder seguir”. A ello ha de sumarse que, por su posición, se ve obligado a intervenir en incendios de gran envergadura como los últimos que hubo, por ejemplo, en la provincia de Huelva y en Doñana -en los últimos años ya-. Pese a todo, Jesús Escribano siente gran satisfacción por su oficio pues “fue muy vocacional”. “Más que asustarme por mí, que no, es porque alguien bajo mi responsabilidad pueda sufrir algún daño”, responde sin la más mínima duda al ser cuestionado si no siente o ha sentido temor en alguna de sus actuaciones en incendios. De esta forma, confirma que lo suyo es ocupación por convicción, lo cual ratifica con una última idea. “Tengo la inmensa fortuna de que estoy en el Córdoba Balonmano por un lado, que es el equipo de mis amores, y en el Infoca, que es como el Barcelona (por capacidad potencial), por el otro”, arguye.

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