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Las tres edades de Torregar regresan a la Fundación Gala

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Manuel J. Albert

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El antiguo artista residente inaugura la instalación 'In ictu oculi'

José Antonio Torregrosa, artista plástico que firma como Torregar regresa a la Fundación Gala, donde residió hace 10 años. Lo hace con una obra titulada In ictu oculi, que en latín significa en un abrir y cerrar de ojos. “Me gustaba esa frase hecha, esa metáfora del paso del tiempo. Esta obra es muy barroca, habla sobre el ciclo de la vida, el nacimiento, la muerte”.

En una sala dividida por dos arcadas que generan un pequeño espacio basilical de tres naves, Torregar ha dispuesto un montículo con calaveras, rostros adultos y cabezas de bebé. Un aire tenebrista lo inunda todo. Pero algo se sale de lo común. El barroquismo es aquí de un blanco nuclear. “Es por hacerlo más dulce, más contemporáneo y cercano”, señala el autor.

Para regresar a la Fundación Gala, Torregar ha llevado unas 40 máscaras. Simbolizan las tres edades distintas, cabezas de bebé, la edad adulta -a partir del rostro del propio artista- y las calaveras, imágenes clásicas de la muerte.

Tanto las piezas como el montículo están hechos de sal. “Me gusta mucho la ligazón que históricamente ha existido entre a sal y los hombres. La palabra salario viene de aquel cobro que se hacía en sal”, recuerda Torregar. La sal también le sirve para hablar metafóricamente de ese discurso sobre el paso del tiempo. “Porque a un nivel conceptual, simboliza lo efímero, pues se disuelve en el agua, vuelve a la tierra. Es sin duda también una metáfora sobre el paso de la vida”, destaca.

In ictu oculi está en continua evolución. Las primeras obras se hicieron para intervenir en un espacio determinado: una casa palaciega del siglo XVII; concretamente, en sus tinajas de aquel. A partir de ahí la obra fue mutando. “Me parecía interesante que se adaptase a los distintos espacios que a mí me sugerían algo”, prosigue el autor. Entre aquellos cambios destaca el que realizó en la sala de esculturas íberas del Museo Arqueológico de Jaén. “Fue muy interesante ver cómo mis obras contemporáneas interactuaban con las casi 300 que llevé allí”, termina.

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