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REPORTAJE

'Suq' en el Luciana Centeno: el barrio para quienes lo recuperen

SUQ Centeno

Juan Velasco

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Niños que corretean con las manos manchadas de tierra, otros que venden limonada y otros que juegan en una estructura hecha de crochet. Padres que llenan la bolsa de la compra con productos que no vienen envasados en plástico, madres que toman una cerveza al sol que se cuela por el patio, mientras algunos estudiantes extranjeros hacen preguntas a los tenderos, que filosofan sobre la situación de la agricultura y el papel de los intermediarios.

El Luciana Centeno del barrio de San Agustín se ha convertido este domingo en un espacio comunitario y un zoco que ha llevado los productos directamente de la huerta a las manos de los vecinos de la zona, en una de las primeras acciones del proyecto Suq Centeno, que ha diseñado el colectivo ecocultural Plata, y que está incardinado dentro del marco de Organismo, un programa de estudios independientes sobre ecologías críticas aplicadas desarrollado por TBA21-Academy y otros agentes como la Fundación Daniel y Nina Carasso o el Ministerio de Cultura.

Uno de los ideólogos de Suq Centeno es Javier Orcaray, que explicaba que estamos ante un proyecto que se gesta en un contexto específico, el barrio de San Agustín en Córdoba, donde se apoya la autogestión de una coordinadora comprometida con modelos alternativos de vecindad. Este punto es lo que ha resultado atractivo a los impulsores de Organismo, que han escogido este proyecto junto a otras cuatro iniciativas españolas que, a diferencia de Suq Centeno, tienen un perfil más institucional.

Islas climáticas en los solares del barrio

En el caso de Suq Centeno, por el momento no hay instituciones detrás. Es una iniciativa comunitaria que busca cambiar tanto el continente como el contenido de todo un barrio. Así que la primera de las siete acciones previstas ha ido directa a apelar al estómago: “No existe una alimentación interesante si no hay un entorno interesante. Si el entorno está degradado, es muy complicado difundir el mensaje. Y esta iniciativa busca recuperar antiguas economías y formas de vida, porque entendemos que la agricultura tiene que ir por el secano, porque la nutrición tiene que ir por variedades antiguas”, explica.

En este ámbito, ha avanzado que parte del trabajo también implica (re)descubrir la propia arquitectura del barrio y resignificarla. Para ello, ya han comenzado a identificar solares abandonados que podrían convertirse en espacios potenciales de comunidad, con el objetivo de crear islas climáticas autogestionadas. “Tenemos muchos solares en mal estado que podrían convertirse en jardines, huertos urbanos y otros proyectos beneficiosos para la comunidad, en una ciudad y un barrio con déficit enorme de árboles”, reflexiona.

Al mismo tiempo, otra de las acciones a realizar es la creación de un horno comunitario en el Luciana Centeno, donde no solo se buscará tener un espacio para cocer, sino también revivir técnicas ancestrales utilizando trigos recuperados en colaboración con expertos en bioconstrucción. Este enfoque, según Orcaray, no solo apunta a la sostenibilidad alimentaria, sino también a la preservación de conocimientos que se están perdiendo.

Y lo dice mientras señala a los ladrillos de adobe que han hecho ellos mismos con la tierra extraída del solar que hay en frente del centro, y que supone una alternativa constructiva al hormigón, además de ofrecer propiedades térmicas favorables. A unos metros, dice lo mismo de los botijos, otro símbolo de industria ancestral con un sistema de refrigeración natural que no consume ni un céntimo de energía. “Esos adobes son, de alguna manera, el símbolo de que tenemos un potencial a nuestro alrededor para recuperar tecnologías ancestrales que, si no recuperamos ahora eso, se acabarán muriendo”, afirma.

Un símbolo de renacimiento

Como muerto estaba hace sólo unos años el propio Luciana Centeno, un colegio que la Junta cerró cuando eliminó la línea de infantil y que era un símbolo de la decadencia del barrio. Hoy, el Luciana Centeno se ha vuelto a llenar de vida, gracias a un proyecto vecina de autogestión que cerró 2023 contabilizando 93 eventos destinados a dinamizar el barrio.

Rafael, uno de los responsables, compartía su perspectiva sobre la evolución del barrio de San Agustín en Córdoba, y cómo fue perdiendo brillo como foco comercial desde la creación del Mercado de la plaza de la Mosca hasta la crisis de 2008 que afectó el tejido comercial. A partir de ahí, continuaba, el barrio había quedado como la última frontera de la gentrificación, que empieza a ser una amenaza en la zona.

Sin embargo, destacaba que la iniciativa de reabrir Luciana Centeno a la vecindad ha generado un renovado interés en el barrio, atrayendo a personas que muestran una creciente intención de mudarse a vivir a la zona, una de las pocas de la Axerquía que mantiene aún parte de la identidad de barrio.

“La oferta de alquiler en esta zona es relativamente accesible para la gente. Y creemos que ese es el camino que habría que seguir, el de facilitar que los barrios sean espacios habitables y atractivos para residentes locales y no como contenedores de apartamentos y viviendas turísticas”, señalaba antes de volver al jaleo de atender a los numerosos vecinos que han pasado la mañana en el Luciana Centeno.

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