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ÁLEX GALLEGOS / María Berral

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Córdoba no se explica sin la arqueología y, probablemente, la arqueología no se explica sin Córdoba. Muestra de su importancia es el Museo Arqueológico de la capital, que con motivo de las Jornadas Europeas de Arqueología, ha ofrecido unas visitas para especialistas, en las que explicar cómo se trabaja en este centro, que guarda la huella de las civilizaciones que han pasado por la ciudad y la provincia cordobesas. CORDÓPOLIS ha asistido a una de estas visitas, para conocer de cerca la labor que encierra la protección de las piezas arqueológicas que definen la historia de Córdoba.

Pepe Escudero da la bienvenida al grupo de visitantes, que se dispone a conocer, como bien explica él, “cómo llegan y el tratamiento que se les da” a los restos materiales que llegan al museo, labor que define como “silenciosa e invisible”. El Museo Arqueológico de Córdoba, nace como institución independiente en 1867, “aunque la colección no se expone de manera independiente a principios del siglo XX”, recuerda.

Para comenzar, el guía expone un caso práctico del trabajo que allí se lleva a cabo. Muestra una pieza que ingresó en el museo mediante un depósito “una entrega temporal durante un tiempo, normalmente de cinco años”. La peculiaridad de esta es que está en tres trozos: el Museo Arqueológico de Córdoba tenía en propiedad la espalda y la pierna estaba en una colección privada. Para exponerla “pedimos a un depósito a Bellas Artes, que nos depositaron las dos piezas y nosotros unimos los dos fragmentos”, relata. Así es “una de las formas que nosotros tenemos de trabajar”.  Y siempre interviniendo en las piezas “si el depositante lo autoriza”.

Las colecciones que los visitantes pueden contemplar en un museo “se van formando a lo largo del tiempo”, detalla Escudero sobre el paciente trabajo que desarrollan. Según aclara, en el de la provincia existen dos grandes colecciones: la Colección Estable, todos los fondos que estaban en el museo antes de 1985 y todo lo que no estaba pasó a la Colección Museística Junta de Andalucía“.

Contextualizar las piezas

“Procuramos que las piezas estén lo más contextualizadas posible, y eso solo ocurre con las excavaciones recientes” ya que muchos de las piezas que ingresaron antiguamente en el Museo “no se sabe de dónde proceden”.

¿De qué manera llegan las piezas al museo? Hay diferentes maneras de ingreso de las piezas en en este centro. Del grupo de la colección fundacional, se desconoce cómo llegaron aunque cuenta que “eran incautaciones normalmente de conventos”; otras piezas llegan por compra, “en el mercado de antigüedades, un negocio muy pujante”; otras por donación; por excavación o por incautación, si “el juez decide que no se lo va a quedar quien la tenía”.

Tras el ingreso de las piezas en el museo, el siguiente paso es asignarle un número de registro, “como el número del DNI”, que se les pone en sitios ocultos y es imprescindible ya que “sin ese número la pieza no funciona”.

Escudero destaca que lo que hay expuesto ahora es “la puntita de un iceberg gigantesco que está sumergido”. A día de hoy el Museo cuenta con 500 piezas, “que se convertirán en 2.000 cuando se abra la exposición permanente en el palacio”. Aparte el almacén alberga aproximadamente 7.000 más y en el área de reserva externa “hay 50.000 cajas de materiales procedentes de excavaciones”.

Actualmente la galería cuenta con “200 mosaicos en 900 placas”, apunta. Por todas los materiales que quedan sin exponer, Escudero explica que “montar una exposición es muy doloroso porque a veces te tienes que dejar atrás muchas cosas”.

Proceso de restauración de las piezas

¿Y cómo se lleva a cabo la restauración de piezas tan valiosas? Eso lo explica Carlos Cuesta, restaurador, que abre el taller con el que cuenta el museo desde hace diez años y explica el procedimiento que se realiza cuando una pieza de cerámica –en lo que están centrados ahora- les llega.

“Lo principal en la restauración de arqueología es que los objetos que tratamos han estado enterrados durante siglos”, por lo que han estado en diferentes terrenos a lo largo del tiempo y expuestos a diferentes caracteres químicos. Además, en la arqueología los restauradores trabajan con una gran variedad de materiales, así como sus aleaciones.

Principios de conservación preventiva

El primer paso tras el inventariado y almacenamiento, “aplicando los principios de la conservación preventiva”, es la documentación fotográfica y gráfica que sobre todo se realiza en el proceso medio y final. Lo segundo es ampliar el conocimiento sobre el objeto, el material y las alteraciones que ha sufrido.

Hoy en día disponen de la arqueometría, “disciplina científica que utiliza medios físicos y químicos para los diferentes estudios de los restos arqueológicos” y ofrece así datos históricos y técnicos además de utilizarse “para conocer la composición de cada objeto y la cantidad de una aleación”.

El restaurador compara su trabajo con el de un médico que “si no reconoce lo que le duele no puede hacer un diagnóstico y no puede curarlo”. Otra de las aportaciones de la arqueometría es la comprobación de la eficacia de nuevos materiales para la restauración.

Diagnóstico y tratamiento

Tras el diagnóstico “hacemos una propuesta de tratamiento”, expone. La dureza de la cerámica depende de si es roja o clara, esta última es más resistente porque el cuarzo se empieza a licuar a partir de los 1.200 grados, “cuando ese líquido sujeta las partículas de hierro y le da la dureza”.

El grado de cocción más bajo en el que no se disuelve la sílice la cerámica es más débil, no pudiendo aplicar todos los tratamientos disponibles. Una cerámica que ha superado los 1.200 o 1.300 grados “se puede romper, pero no tan fácilmente”. Y, por último, comprueban si es una cerámica vidriada, que “le dará a la más resistencia” haciéndola así “más duradera”.

El restaurador también enumera el proceso de vidriado que una vez cocida la cerámica, “se le aplica dióxido de estaño, se pinta el fondo de blanco y luego con manganeso y verde y se le aplica un vidriado”. Sin embargo, antes de todo esto, lo más importante es la limpieza del material “desde lo más débil hacia lo más fuerte” y nunca con productos comerciales. Tras esta aparecen los carbonatos “eliminados dependiendo de la dureza manualmente o por medio de químicos puntuales”, detalla.

Finalizada la limpieza, las piezas se introducen en agua desmineralizada “durante 24-48 horas” para quitarle la sal que de estar enterradas poseen los materiales. El grado de sal se comprueba mirando la conductividad de estos pasadas las 48 horas.

Reconstrucción para saber cómo era

El último paso es la reintegración o reconstrucción, “añadirle las partes faltantes desde un criterio de que el principal objetivo es darle consistencia estructural”, además de la estética y que el objeto “sea comprensible”.

Y muestra un ejemplo de reconstrucción para explicar que “no se puede emplear cualquier material”. Años atrás, todas las reintegraciones se realizaban con yeso, y luego estába coloreado. En el Museo ya van cerca de 35.000 piezas nventariadas, recuerdas como muestra de la labor que se viene realizando.

Una cifra para dar la medida y mostrar el trabajo de esa parte desconocida del Museo Arqueológico de Córdoba, la labor y dedicación de los restauradores que guardan los tesoros de la historia que explican una ciudad, una provincia, a través de las civilizaciones.

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