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Manuel Vilas, el escritor desesperado

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Marta Jiménez

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“He hecho un pacto de convivencia con mi desesperación”. La confesión la hizo la tarde del lunes en el Centro UCO Cultura de la Corredera el escritor, poeta y ensayista Manuel Vilas (Barbastro, 1962), uno de los autores más originales de la literatura española reciente. Pablo García Casado, su interlocutor, le habló de su manera de abordar la realidad “de forma desacogedora”, a lo que Vilas respondió que desesperación es la palabra más acertada para describir “el sufrimiento interno ante la contemplación del mundo”.

La conversación entre estos dos escritores sobre el proceso de creación la propició el laboratorio de UCOpoética en un lunes en el que Vilas pudo hacer un alto en Córdoba entre viaje y viaje de la promoción de Ordesa, su último y exitoso libro. El coordinador de este laboratorio, el escritor y editor Javier Fernández, los presentó como dos de los mejores escritores del país, ambos amigos y vecinos de editoriales poéticas. Primero DVD y ahora Visor.

La voz embrionaria

Comenzaron por el libro de poemas El cielo, de Vilas. El aragonés confesó que aprende despacio pero que es perseverante y que comenzó a escribir motivado por lo que había leído. A los 33 años escribió los poemas de El cielo y ahí cambió todo: encontró su voz, su mundo, su literatura. “Son una excepción los que encuentran su voz a los 18, como Rimbaud o Claudio Rodríguez. Lo normal es encontrar tu voz a partir de los 40”.

La realidad

La conversación giró hacia la ausencia de la realidad, de lo que pasaba en el mundo, en la poesía a comienzos del siglo XXI. Algo que vinieron a cambiar Vilas y García Casado. A ambos los unen los coches en la iconografía de sus respectivos ecosistemas poéticos. Una realidad que no era nueva en la poesía, como bien recordó Vilas, y a la que ya antes se habían dedicado Neruda o Baudelaire hablando de las calles de París. “Soy un realista porque no me da para más”, acabó confesando Vilas.

Walt Whitman

En el centenario del nacimiento del escritor que fundó “la idea más noble de Estados Unidos”, en palabras de Vilas, y del escritor que más ha influido en la música norteamericana -de Bob Dylan a Lou Reed- y en la literatura de Bukowski, por ejemplo, García Casado definió a Manuel Vilas como el poeta “más whitmaniano que conozco”. “Lo soy pero hay un punto de insaciabilidad en él que en mí es desesperación”, respondió.

España

“Esta es la palabra más incómoda de mi país”, abofeteaba el escritor que acaba de reeditar con Alfaguara el libro de cuentos España (2008), ese delirio personal de quien descubre que su identidad es la de un español. La conversación derivó hacia la desconfianza que existe sobre los productos literarios, y culturales, españoles. “Es la desconfianza de un país hacia sí mismo. No es normal”. Vilas a aprovechó para hacer otra confesión: “La película más impresionante que yo he visto es El verdugo. Solo la puede hacer un genio. La he visto cincuenta veces”.

Autoficción

Vilas prefiere la autobiografía con elaboración literaria que la autoficción, un género que solo practicó de joven. Ordesa es una novela de contenido autobiográfico “como forma literaria de salvación”. El autor habló de los escritores que piden auxilio a la literatura y acuden a lo autobiográfico. También citó a ese “Proust del siglo XXI” llamado Karl Ove Knausgård quien con 50 años lleva escritos seis tomos de su autobiografía, Mi lucha. “En Ordesa hago una invocación a mi padre y a mi madre a través de la literatura y ellos regresan. Fue como el pelotazo de un drogadicto”.

974 31 04 39

Este era el número de teléfono de la casa de la familia Vilas. Un día Manuel se dio cuenta  que llegaría el día en el que ese número desde el que su madre lo llamaba cada día nunca más aparecería en la pantalla de su móvil. “Desde entonces siempre le cogí el teléfono”. Cuando su madre murió en mayo de 2014, Vilas escribió un poema elegíaco que ayer leyó en la casa de doña Ana Jacinto con su peculiar timbre y tono. La emoción quedará suspendida entre las fotografía del los últimos premios Pilar Citoler de aquella pequeña sala por un tiempo. “Un poema en el que está todo, el amor, los recuerdos, la clase media... todo”.

Incluída esa oscura luz interior que alumbra Vilas.

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