José García Obrero indaga en las emociones y en el lenguaje con 'Hueso'
Nos cuenta García Obrero que el título del libro (Hueso) aparezca así, sin artículo, ya “obedece a una intención de que sea polisémico, una de las ideas era que fuera directamente a la esencia, que fuera una poesía que no vaya al detalle”. Porque, según el autor, no se trata de una poesía de esa que se llama “confesional”. Más bien que funcionara como “unas pinceladas de pintor impresionista o, en un momento dado, como una composición musical”
Y es que, efectivamente, las dos partes centrales del libro responden a los títulos Sol mayor y Sol menor, y los poemas que las conforman llevan la aclaración de que funcionan como géneros o formatos musicales: preludios, sarabandas, gigas, minuetos…
En definitiva, García Obrero ha querido componer “los fragmentos de un animal, un animal poético”.
En Hueso, además de cierto orientalismo en sus formas, aparecen temas universales como el amor o el erotismo, también la ausencia. El poeta asiente y explica que “ese hueso habla también de que ahí antes hubo vida, como cuando se explora un yacimiento arqueológico, y esas ausencias están, por ejemplo en la última parte que se compone, casi, de elegías”.
Reconoce el autor cierta continuidad temática y estilística de Hueso con su anterior libro, Tocar arcilla al fondo, porque “en el fondo de la arcilla está el hueso” y sonreímos cuando reconocemos que algo de paleontólogo tiene el poeta“.
Sobre la importancia de la música en la construcción de esta obra, García Obrero comenta que “ya se ha comprobado científicamente que cuando escuchamos música y leemos poesía, sobre todo si tiene un ritmo muy marcado, se activan las mismas áreas del cerebro”. “Y esa ha sido siempre la intención de mi poesía: que tenga mucha importancia la música de las palabras y su sonoridad”, continúa.
Aquí confiesa que ha querido ir un poco más allá, que “el lector tuviera una actitud más contemplativa, como si estuviera escuchando una suite de Bach o la Novena de Beethoven”.
Al respecto, en este momento de la conversación, al autor le asalta el recuerdo del poeta Eduardo García cuando explicaba que “la poesía que más le interesaba era no la del poema excesivamente abierto, porque si no el lector podía perderse, ni excesivamente cerrado, porque si no se iba a aburrir, o el poema acaba siendo para un solo lector, que eres tú, el que lo está escribiendo”.
Sobre el cierto aire orientalista que perfuma buena parte de Hueso, su autor confiesa que no es un gran lector de poesía o narrativa oriental, pero “sí me interesa la meditación y algo de eso se ha ido colando en mi escritura”.
José García Obrero es, además, uno de los principales impulsores de una plataforma llamada Poetas por el Clima que nació en Córdoba y se ha ido paulatinamente abriendo más allá de la ciudad hasta constar, de momento, con cien miembros implicados. Surgió tras una declaración de emergencia climática que aprobaron todos los grupos políticos del ayuntamiento cordobés en 2019. “Como ese compromiso, que debía de llevar consigo acciones determinadas y presupuesto para ello, se iba ralentizando, decidimos, junto a Ecologistas en Acción de Córdoba, impulsar esta iniciativa”.
Aprovechamos en ese momento para girar un poco el tema y preguntarle al autor de “Hueso” por cómo ve el clima de la poesía contemporánea y, tras pensárselo un poco, afirma que ve lo ve saludable: “se publican más libros que nunca, muchas presentaciones, hay más gente involucrada que nunca y, dentro de esa especie de vorágine que podría despistarnos, hay mucha poesía de calidad”.
Hueso está publicado por la catalana Godal Edicions y a su autor, que es bilingüe y también traductor de poesía en catalán, podríamos definirlo como un “charnego a la inversa”. Ante ello asiente riendo y confiesa que esa situación le hace recordar “la emigración de mis padres a Cataluña, sus nostalgias, todo ese imaginario que se genera sobre la tierra perdida… y está impregnado también en mis primeros libros”.
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