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CRÓNICA

Los ‘Hijos del desierto’ reivindican la cultura amazigh

Concierto de Tarwa N-Tiniri

Aristóteles Moreno

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Al sur de Marruecos, donde la vida se diluye en un océano inabarcable de arena y roca, se levanta el penúltimo puerto interior habitado. Uarzazat, la puerta del desierto, aún conserva su milenaria arquitectura de barro y una cultura antiquísima que se resiste a morir. De sus entrañas acaba de emerger Tarwa N-Tiniri, una banda de jóvenes resilientes que se agarran a la tradición camuflados de futuro.

Sus canciones destilan letanías gnawas y ritmos norteafricanos envueltos en guitarras eléctricas y amplificadores. Anoche los Hijos del desierto recitaron sus cantos hipnóticos ante una audiencia entregada. Al filo de las ocho y media, cinco jóvenes marroquíes irrumpieron en el escenario del Teatro Góngora vestidos con la tradicional gandora y tocados con sus imponentes turbantes.

Tarwa N-Tiniri reivindica su espartana cultura musical fraguada durante siglos sobre esquemas rítmicos simples y repetitivos, gregarios y festivos, de una comunidad que ha resistido bajo el sol ardiente y la luna clara. Casi toda su arquitectura armónica se construye sobre una herencia popular milenaria, aunque en el escenario los instrumentos tradicionales hayan sido barridos por guitarras y bajos enchufados.

El único vestigio que queda de aquel universo remoto es la calabaza, una primitiva pieza de percusión, aporreada anoche con solvencia por Youssef Ait Nacer. Pese a todo, Tarwa N-Tiniri suena a arena seca y casas de adobe. Tanto que Hamid Ait Ahmed tañía la guitarra acústica, primero, y la eléctrica, después, con la técnica rudimentaria de un laúd. Los fraseos sinópticos de las cuerdas metálicas vertebran un repertorio cadencioso y hermosamente simple. Y de la calabaza, Ait Nacer pasó a la batería, que dotó al grupo de una contundencia rítmica indiscutible.

Tarwa N-Tiniri se fundó en 2012 bajo el influjo de bandas saharianas como Tinariwen o Tamikrest. Cantan en la lengua amazigh y reivindican la cultura bereber. En el año 2019 publicaron su primer trabajo discográfico, Azizdeg, en el sello canadiense Atty Records. En apenas cinco años, han logrado desbordar los estrechos márgenes de Uarzazat y se han colado en las listas de México, EEUU y Reino Unido.

Sus giras por Noruega y Francia culminaron con notable éxito, y en 2023 participaron en el Festival de Jazz de Jerusalén. Uno de sus primeros hitos musicales, Taryet, acumula más de dos millones de visitas en YouTube. “Somos la generación del desierto, que debe asumir la responsabilidad de restaurar la cultura, la dignidad y la confianza en nuestro pueblo”, han declarado en una de las escasas entrevistas publicadas en internet.

Su segundo y último disco acaba de salir bajo el título de Akal (Tierra) y buena parte de sus trece temas fueron presentados anoche en una sala entusiasta, que registró media entrada y acabó puesta en pie bailando las propuestas rítmicas de los Hijos del desierto. Tarwa N-Tiniri incluye un reggae (Rokba) y un par de temas influidos por el blues, que pasados por el tamiz de la cadencia bereber suenan a candela y noche de luna clara.

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