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Bienvenido Rámper

Representación de la obra en el Rectorado de la Universidad de Córdoba.

Elena Lázaro

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Se llamó Martín Martín León El Rámper y murió asesinado por un pelotón de fusilamiento el 17 de diciembre de 1936 cuando le trasladaban desde la prisión provincial de Cádiz a algún lugar al que nunca llegó. Antes de caer al suelo desangrado se encaró con los fascistas y les preguntó: ¿qué les dirás a tus hijos cuando llegues esta noche a casa que yo era tu mayor enemigo, que me has matado para que deje de cantar?

Martín Martín León El Rámper dedicó su vida y su muerte al Carnaval. Antes de morir del todo había muerto y matado de ganas, de amor y de risas. Lo contó él mismo anoche en el salón de actos del Rectorado de la Universidad de Córdoba. Sí, ayer, 14 de junio, Día de la Memoria Histórica de Andalucía, en un acto organizado por la Cátedra de Memoria Histórica de la UCO. Y lo pudo contar y cantar por Martín Martín León El Rámper no fue nadie y fue todos, todas las personas del Carnaval, del arte, de la cultura asesinadas por la única razón de crear.

Estuve sentada en una de las esquinas del salón, afinando el oído para intentar entender el texto que el actor y autor de Carnaval Jesús Bienvenido contó y cantó desde el escenario. Tengo el oído entrenado por años de finales del Falla en la tele y aunque la microfonía y la iluminación del Rectorado son una tortura, pude entender la historia que el gaditano ha creado para que, como suplicaba en su carta a su amada trapecista, no le olvidemos. “No me olvides, no me olvides, no me olvides…” Esa súplica encierra la esencia del movimiento memorialista andaluz, que sin apoyo, pero con empeño y un profundo amor ha logrado sacar de la tierra de las cunetas y las fosas, de los cajones del olvido y de los silencios de las leyes la dignidad de todas las personas asesinadas durante la Guerra y los años de Dictadura.

La escenografía de El Rámper es un magistral ejercicio de imaginación y juego en el que un sinfonier (qué bella metáfora para un espectáculo musicoteatral) acaba convertido en un “altar profano”, a decir del antropólogo Jorge Moreno, dedicado a los músicos, letristas, agrupaciones y artistas represaliados en Cádiz.

Anoche aproveché que jugaba “en casa” para quedarme en el salón de actos hasta el final. Mientras el equipo técnico y los músicos recogían entretuve un rato a Jesús Bienvenido y conversamos sobre el trabajo creativo que ha hecho. El texto, la escenografía, el vestuario, la música… todo ha salido de una cabeza privilegiada para la creación artística; de una conciencia de clase (si no cantas contra el poderoso, no es Carnaval) comprometida con los valores democráticos; y de un corazón y una tripa hechas para emocionar.

No olviden y vayan a verle, porque él es Martín Martín León El Rámper. No olviden porque no podemos olvidar.

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