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Tinderland
9 de marzo de 2025 20:17 h

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Juan está tratando de entender qué quiere comunicarle María, 40 años, a 96 km con las dos fotos de su perfil en Tinder: un fregadero vacío y un filete de pollo sobre guarnición de verdura. Tiene la teoría de que las mujeres hetero que abren perfiles en apps de citas y no ponen fotos suyas es porque tienen pareja o no se sienten demasiado seguras con su físico, pero esa teoría está construida sobre cientos de imágenes de paisajes y atardeceres. Lo del fregadero y el filete no termina de cuadrarle.

Esther ha prometido reflexionar sobre el tema y echarle una mano para desencriptar el mensaje oculto en las fotos, siempre y cuando él la ayude a entender las razones por las que Sergio, 43 años, 154 km ha creído que es una buena idea posar desnudo en Tinder boca abajo con la cabeza pegada en la almohada. De hecho, la aparición del adonis la ha hecho dudar de los datos que había dejado fijados en las preferencias de su perfil. “Mujer cis hetero buscando hacer amigos”. Correcto.

Mientras ambos discuten sobre las motivaciones de María y Sergio me he parado a sacar el retrato robot del usuario de las apps de citas en España. Es un millenial vasco y funcionario que dedica unas 5 horas al mes al ligoteo virtual. No sabemos nada sobre su orientación sexual porque el último estudio de GFK DAM, el medidor oficial de audiencias virtuales, publicado hace un par de semanas no se mete en ese jardín. De hecho, tampoco ofrece una visión amplia sobre la diversidad de género y orientaciones en este tipo de espacios, aunque apunta a Grindr, la red especializada en hombres homosexuales y bixsexuales, como la app que más usuarios logró ganar durante el año pasado y, lo más destacado, la que más “engancha”: 10 horas y 12 minutos al mes por cada usuario.

En España existen casi 5 millones de usuarios registrados en las apps de citas y, en contra de lo que se argumentó sobre el crecimiento desmedido en pandemia, lo cierto es que la tendencia al alza parece mantenerse. Exactamente igual que la de las infecciones de transmisión sexual. La incidencia de la gonorrea, sífilis y clamidia aumentó, según el Instituto de Salud Carlos III, un 30% de media, lo mismo que el uso de apps de citas. Pura casualidad, no causalidad.

Nos gusta ligar en redes, aunque sea enseñando el fregadero, el filete o el trasero. Y quienes más a gusto se encuentran en este ecosistema son los hombres de entre 30 y 55 años. Según parece, la cosa a partir de esa edad empieza a caer. En 2024 llegaron a las principales apps de citas en España 700.000 usuarios más que el año anterior y, aunque no sabemos cuánto tiempo permanecen en ellas ni si es la primera vez que llegan o son “reincidentes”, las ciencias sociales llevan años empeñadas en entender el fenómeno: ¿qué buscan las personas que usan estas apps? ¿por qué y cómo llegan a ellas? ¿cuánto tiempo se quedan?¿encuentran lo que buscaban?

En 2020, un estudio de la Universidad de Zaragoza puso orden a las investigaciones que trataban de responder a todo eso y concluyó que “las apps de citas han venido para quedarse” y conviene no perderlas de vista como fenómeno social por cuanto esa manera de relacionarse puede afectar a la salud física y, sobre todo mental, de quienes las usan. De hecho, las alertas lanzadas desde el mundo de la psicología por la presunta capacidad de los lugares virtuales de citas para volvernos adictos ya ha provocado la primera demanda judicial en Estados Unidos contra la empresa propietaria de Tinder, que continúa siendo la reina en el universo de las quedadas por internet.

No hay datos ni evidencia científica que expliquen lo del fregadero y el filete porque no hay estudio que pueda profundizar hasta tal extremo en las motivaciones reales de quienes deciden abrir una cuenta en cualquiera de las apps de citas que operan en este momento.

No hay pruebas, pero tampoco dudas de que quienes exponen su filete, su fregadero y su trasero en el espacio virtual lo hacen porque buscan otros filetes, fregaderos o traseros en un mundo que ha convertido en mercancía la imagen propia.

El uso de filtros y la manipulación de imágenes en redes sociales han desvirtuado por completo la imagen que percibimos de los demás y de nosotros mismos. Si nadie tiene arrugas en Instagram; si nadie baila enseñando michelín en tiktok ¿por qué no iba María a enseñar su fregadero y su filete? Al fin y al cabo aún queda algún hombre por ahí al borde de la extinción para quien fregar y guisar es todo lo que le pide a una mujer. Confiemos en que no hagan match.

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