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'Echo en México', el sonido rosita de Fernando Vacas

Fernando Vacas.

Juan Velasco

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Algo debió ocurrir en México. Y, como casi todo lo relacionado con México, lo que allí ocurriera es un misterio. Pero algo debió ocurrir para que las 10 canciones de Echo (sic) en México sean, por el momento, el epitafio musical de la banda cordobesa Flow, uno de los bastiones de la música indie española del cambio de milenio, y que grababa su quinto disco, una aventura desértica, en la que ya se adivinaba el Fernando Vacas que estaba por venir.

Él, por supuesto, lo niega. Dice que en Fuengirola (1994) ya había cosas muy dispares y puede que sea cierto. Pero no había una ranchera como La flor del Tamarindo, ni tampoco un bolero tan bello como Amor a tientas, acaso una de las mejores canciones del músico cordobés. A ese algo que pasó en México quizá lo llame Fernando Vacas Sonido Rosita, probablemente en contraposición al ruido rosa.

“El sonido Rosita, que llaman los mexicanos, es el que llega a todo el mundo. Si tú no tienes sonido Rosita llegas a los underground y a los intelectuales. Pero un sonido bueno, amplio y abierto a todos los públicos llega a más gente”, explica Vacas en su casa del Juramento, mientras rememora cómo grabó Echo en México.

Y el quinto disco de Flow se gestó entre cantinas mejicanas y los estudios de Tito, el líder de la banda Mejicana Molotov, los de Puto, que habitaban un universo aparentemente muy alejado estilísticamente, pero también tenían, según Vacas, “un estudio impresionante”. “Guitarras, amplificadores, baterías… unos medios acojonantes. Ya me habían tentado a grabar allí algo, pero esta vez no me lo pensé”, dice el cantante.

Estudios vacíos, tequilas y mezcal, e ingenieros de Julio Iglesias

Así que, con unas cuantas canciones escritas, unas cuantas ideas en la cabeza, un batería y un guitarrista, Fernando Vacas cogió las maletas y se plantó en México en el verano de 2008. Y nada salió como era de esperar. Para empezar, a Tito de Molotov se le había olvidado que el grupo iba a grabar en el estudio, y lo tenía ocupado, así que tocaba esperar.

“En ese momento dudamos. Estábamos sin estudio e incluso pensamos en volvernos para España, pero tuvimos paciencia y esperamos a ver cómo fluían las cosas. Al final, nos quedamos y grabamos un disco en el que los ingenieros nos ayudaron muchísimo”, recuerda de unos días en los que, además, tuvieron que adaptarse al tranquilo ritmo de trabajo en la industria mejicana.

Vacas afirma ahora que aquello fue una grabación muy divertida en la que cada día era una aventura y en la que era habitual llegar al estudio y encontrarlo vacío. “No te podías cabrear, así que te ibas a tomarte unos tequilas y por la tarde ya grabábamos”, añade sobre un proceso que volvería a hacer aunque confiesa que “se forzó un poco la inspiración”.

Y es que en los planes de nadie estaba terminar el disco en México, sino vivir una aventura rockera y terminar en España. Sin embargo, al igual que muchos mexicanos, la locura rockera de Vacas acabó en Los Ángeles. Concretamente, con Benny Facone en los estudios The Cavern en los que se mezcla y se graba a artistas como Maná, Santana, Julio Iglesias y Ricky Martin, y en los que dio finalmente con su Sonido Rosita. “Pensábamos que, si nos íbamos y estábamos un mes o dos semanas tomando mezcal y de juerga con Tito de Molotov, pues que podían pasar cosas. Eso era todo”, reconoce Vacas.

Echo en México, quinto y último disco de Flow hasta la fecha se editó finalmente en Eureka en otoño de 2008, en los tiempos pre Spotify, pre Streaming, en los últimos coletazos del CD. Acabó recibiendo el premio a la mejor producción independiente ese año y fue un revulsivo para la banda, con gira de por medio. Cuando habla de él, Fernando Vacas no revela excesiva nostalgia, aunque reconoce que el sonido quedó “niquelado”. Y esa ha sido desde entonces la pauta en su trabajo como productor. El Sonido Rosita.

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