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¡Dolores guapa!: La Andalucía mariquita y cofrade

Imagen de la película ' Dolores, guapa'

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A quien no haya nacido, o como mínimo vivido parte de su vida, en Andalucía entiende que le resulta complicado entender lo que significa la Semana Santa. La suma de experiencia sensorial, religiosidad popular, costumbres heredadas y espacio público compartido hacen de ella una singular manifestación que, desde mi punto de vista, tiene muchas conexiones con la identidad de una tierra caracterizada por las mezclas y los mestizajes. Porque creo que en la Semana Santa hay mucho de eso, de fusión emocional, de memorias y de divinidades, más allá de la etiqueta católica que pretende convertirla en una especie de bandera reactiva en estos malos tiempos para la Iglesia. Hay incluso, en su profusión de cristos y de vírgenes, y sobre todo de vírgenes, una resistencia del politeísmo a ser engullido por un monoteísmo tan patriarcal y aburrido. Yo hace tiempo, mucho tiempo, que me desvinculé de todo lo religioso que hay en ella y me quedé con lo emocional y sensual que lo habita. Incluso con lo erótico que puede haber en sus fragancias y en su proyección hacia todos los sentidos. En los últimos años, además, experimento un cierto hartazgo por la saturación y por cómo el movimiento cofrade desvirtúa, hasta la extenuación, lo que nunca debió olvidar sus raíces populares y jamás debió convertirse en cómplice de una jerarquía en horas bajas.

El documental “¡Dolores guapa!” desentraña una de esas madejas que sustentan el fenómeno de la Semana Santa y, aunque su mirada se centra en Sevilla, entiendo que podría trasladarse a cualquier ciudad o pueblo andaluz. Incluida la Córdoba en la que habito y en la que con frecuencia me siento más cerca del medioevo que del siglo XXI cuando contemplo cómo la Iglesia trata de imponer un relato único e inamovible. A través de unos testimonios impagables, la película explora cómo ese fenómeno tan mestizo ha sido siempre un universo en el que las personas LGBTI han encontrado un espacio de encuentro y de realización personal, de expresión y de liberación, muy especialmente en épocas en las que toda nuestra sociedad era un gran armario. Justamente en esa realidad cargada de emociones, de corporalidad y de experiencias sensoriales, muchas masculinidades disidentes han encontrado una suerte de refugio y hasta de hogar. Casi un amparo frente a las inclemencias sufridas afuera – es muy emocionante el testimonio de la devota de los Dolores del Cerro – y una manera de amarrarse a una identidad frente un mundo del que se sentían expulsados. Un abrigo, en fin, contra los mandatos de la normalidad, que no es otra cosa que la normatividad que impone quien tiene poder. De ahí que para muchos niños “raros” esta mezcla de arte y devoción, de fiesta colorista y de rito colectivo, haya sido y continúa siendo una oportunidad para reconocerse (y para quererse). En este sentido, hay un hermosísimo documental pendiente sobre las infancias mariquitas y cofrades. Y sobre las madres que les cosen mantos y bordados para sus imágenes. Virgen, Madre, Esperanza.

Es evidente que la Semana Santa no solo de Sevilla sino de Andalucía entera no sería lo que es sin la participación y la suma de un colectivo al que la Iglesia oficial, en una cruel paradoja, continúa situando en los márgenes. Recordemos que sobre este grupo planeó durante siglos la sombra de la enfermedad y del delito, y aún perdura la que algunos identifican como pecado. De ahí que, como vemos en la pantalla, muchos opten por un diálogo directo con sus referencias religiosas, al margen de púlpitos y sotanas, hacedores de una espiritualidad muy pegada a la piel y a los sentimientos, a las carencias y a las dudas cotidianas, en la que los dioses y las diosas se convierten en una especie de camarada que te acepta y que te escucha. Todo ello al tiempo que las calles y las plazas, cuando llega esa semana que para tantos es la mejor del año, transforman su cotidianidad y se convierten en escenario de una espectacular performance. De nuevo, los ropajes, las músicas, los colores, el exceso. La ciudad casi convertida en un enorme local regentado por drag queens, chaperos en camiseta de tirantes, a lo Querelle, y en el que los niños no tienen miedo a jugar con muñecas. Lo sensual y lo espiritual, lo carnal y lo religioso. Una ceremonia que tiene incluso muchos recovecos que huelen a piel sudada y sexo. Un baile de cuerpos que se desean. Fíjense en esa lenta y erótica escena del documental en la que vemos, como si estuviéramos presenciando un baile seductor, cómo dos costaleros se colocan la faja y el costal.

El muy recomendable documental de Jesús Pascual retrata este complejo y apasionante universo con ternura. Engarza distintas generaciones y consigue que entendamos mucho mejor cómo en materia de discriminación es esencial tener viva la memoria. ¡Ay, la vida tan dura y tanvivida de “la palomita de San Gil”! Y lo hace además sin la pretensión de dar lecciones, ni de sentar cátedra, ni mucho menos renunciar al humor. A la alegría que, pese al dolor que adivinamos en muchas historias, se impone como esa resurrección que vivimos en el Sur en primavera. Donde sobran las etiquetas y los estigmas, donde sin embargo parece tener continuidad la sombra, una cierta sombra, de ese cinismo en que nos educó la moral judeocristiana. La identidad LGTBI, aunque me temo que no es posible hablar de una identidad única y cerrada sino más bien de un marco plural de vivencias, es una parte esencial, le pese a quien le pese, de esta revolución – paradójicamente, en muchos aspectos, radicalmente conservadora – que la luna llena hace que explote en las calles de Sevilla y de toda Andalucía. En las que, coincido con uno de los protagonistas del documental, no creo que, a la Macarena, o a cualquier otra Virgen, le importara mucho sustituir su palio por una carroza del Orgullo. Esas vírgenes a las que hoy tanto hombre maricón, resignificado el término desde su propia boca, le reza no, como de niño, para dejar de ser gay, sino para que le vaya bien con su novio.

· El documental ¡Dolores guapa!, tras estrenarse en el pasado Festival de Cine de Sevilla, puede verse ahora en la Plataforma FILMIN.

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