'Nuestra ciudad'... o cualquiera de la posguerra
El escritor Carmelo Casaño reedita su libro publicado en 1984 sobre las vivencias de su niñez en Córdoba al que ha añadido ahora once nuevos capítulos
Cuenta Carmelo Casaño que “las vivencias pueden trasladarse y hacerse más universales. Eso le pasa a las cosas de la memoria, que uno las vive en un lugar pero puede sentirlas habiéndolas vivido en otro espacio”. Y sobre eso, sobre sus vivencias en la Córdoba de la posguerra que escribió hace ya 31 años en su libro Nuestra ciudad, vuelve a incidir en una reedición del mismo título que ahora amplía con nuevos recuerdos de aquella época.
Vivencias de su niñez y adolescencia, también de su juventud, vividas en la Córdoba de la posguerra pero que él cuenta como sentimientos y recuerdos que son universales y propios de cualquier otro niño en una ciudad similar a Córdoba de aquellos mismos años. “Se habla de la ciudad interior, de la ciudad de aquel niño”, relata Casaño para explicar que “las vivencias, aunque se produzcan en una ciudad, pueden vivirse en cualquier parte, porque más allá del lugar, uno se identifica con lo vivido”.
Lo sabe bien, como ejemplo de ello, el autor de las ilustraciones de este libro, Tomás Egea, que en sus 42 dibujos -antes en blanco y negro y ahora ya en color en esta reedición- retrató las vivencias contadas por Casaño en Córdoba y que él interpretó desde similares recuerdos vividos en Murcia.
Vivencias que dan comienzo en Nuestra ciudad con “mi primera memoria, con apenas 3 años, en plena guerra civil”, cuenta el escritor y que hacen un recorrido, una radiografía sentimental, por los recuerdos de un niño en plena posguerra, por sus ocupaciones y pensamientos. Ahora, a esa radiografía le ha añadido once nuevos capítulos, pasajes sobre hechos de entonces, de los que Casaño fue tomando nota a lo largo de estos treinta años desde la publicación del libro y que ahora añade en su reedición. Pasajes que traslucen la mirada de un niño viviendo los patios de Córdoba, viendo a las señoras que vendían jazmín por las calles, o cómo criaban entre los amigos gusanos de seda o pasaban las tardes observando a golondrinas y vencejos en su ir y venir.
“Siempre fue un libro abierto”, dice el autor, que fue recopilando ideas y textos durante este tiempo para añadirlos algún día a Nuestra ciudad. “Ahora los he recuperado”, afirma, con la satisfacción de recuperar momentáneamente su niñez y completar esta obra sobre su propia memoria...y la de tantos otros.
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