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Inauguración de la exposición 'Córdoba, 1924-2000: la ciudad y el tiempo' de Rafael de la Hoz

Juan Velasco

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La muestra La ciudad y el tiempo de Rafael de La-Hoz, clausurada el pasado 7 de diciembre, ha sido uno de los proyectos expositivos más interesantes de cuantos he visto en la Sala Rafael Botí, pese a su breve duración, que no llegado a un mes de exhibición. Su propuesta permitía releer la modernización cultural de Córdoba más allá de tópicos y fechas cómodas, lo cual comienza a ser difícil en esta ciudad.

Y permitía ver que, lejos de ser un destello aislado, la modernidad cordobesa es un proceso acumulativo. La exposición desmontaba la idea de que la ciudad se volvió verdaderamente moderna solo con la coincidencia en la posguerra de tres fenómenos de ámbito nacional: el grupo Cántico, el Equipo 57 y las obras urbanas del arquitecto Rafael de La-Hoz. Mostraba una trama más profunda de continuidades, herencias y rupturas parciales.

Un ejemplo claro es la relación entre las revistas poéticas Ardor y Cántico, una cuestión que era muy conocida entre los literatos pero no tanto entre el público general. Efectivamente, Cántico no surgió de la nada, sino de las tertulias y amistades previas de Ricardo Molina, Pablo García Baena y Juan Bernier, heredando el impulso vanguardista truncado por la guerra. Bernier fue, de hecho, el puente entre ambas generaciones.

Esta continuidad también se manifestó en el ámbito pedagógico e intelectual anterior a la Guerra Civil, en la música, en la pintura e incluso en la gestión patrimonial de una ciudad que comenzó hace un siglo a preocuparse de vincular el patrimonio y el turismo. 

De hecho, la exposición revela lo poco que esto último ha cambiado. Ya en 1921, Antonio Jaén Morente denunciaba la falta de un proyecto institucional para proteger el Patrimonio y reclamaba inventarios y restauraciones. Décadas después, Ricardo Molina retomó esta línea desde su Guía de Córdoba (1951), integrando tradición y turismo emergente.

Con la democracia, la ciudad mantuvo vivo ese impulso cultural. Desde los años ochenta, la Posada del Potro se convirtió en un centro dinámico y, en 1990, el Aula de Poesía propició el contacto entre autores consagrados, poetas locales y estudiantes, generando una nueva oleada creativa. Ese entramado consolidó, como señaló Pedro Roso, un auténtico motor para estimular el talento y la vida cultural en una ciudad que hoy algunos poetas y escritores foráneos citan como "the place to be"

La muestra termina en el año 2000. Es decir, fuera queda el (ya) último cuarto de siglo, en el que han pasado unas cuantas cosas. En fin, es una lástima que Botí haya optado por cerrar tan pronto una exposición que abría tantos interrogantes, y a la que no le ha dado tampoco demasiado bombo.

El desfile del segundo ciclo “Córdoba: moda con alma”, en imágenes

Ayudas

Las ayudas de Cultura del Ayuntamiento se abren, desde este año, a la moda y la gastronomía. De hecho, en un pomposo anuncio, lo han llamado “patrimonio gastronómico” y “patrimonio de moda”. En la redacción todavía estamos intentando entender a qué venía tanta palabrería vacía.

No cabe duda, no obstante, que estas dos disciplinas, la gastronomía y la moda, aportan algunos de los nombres cordobeses que más brillan a nivel nacional e internacional. Córdoba hoy, en el mundo, es Palomo Spain y Paco Morales. Sin duda.

Ahora, no tengo tan claro yo la idoneidad de esta decisión. Evidentemente, creo que en la cocina y en el taller hay un genuino impulso creativo. Pero también que están más necesitados de ayudas públicas los creadores de artes escénicas, danza, música, pintura o literatura; a menudo artistas que no buscan un desarrollo comercial tan claro como lo tiene una empresa o autónomo que diseña colecciones o menús gastronómicos.

Está porver cómo cristalizan estas ayudas. Cómo y a qué proyectos se otorgan. Y luego, lo que viene después: el tedioso trabajo de justificarlas, que acaba costando más de una devolución (parcial o total) de los importes.

Pero, mucho me temo que se pueden acabar premiando iniciativas que tienen más que ver con lo congresual (unas jornadas de moda y/o gastronomía, que seguro no tardarán en encontrar otros apoyos privados o públicos) que con la creatividad intrínseca que hay detrás de los fogones y el patronaje. Y mucho lamentaría que, al premiar ese tipo de eventos -¡ay, la cultura de eventos!- se pueda dejar fuera algunas iniciativas que necesitan mucho más el impulso público.

Lo veremos.

Borroso

Antes de que en el Boletín también nos hagamos la lista del año, un disco esencial para huir del ambiente pre-navideño. Es el que firma la cantante y compositora Joanne Robertson. Blurr es, desde luego, un antes y un después para Robertson, un disco bellísimo, que, según cuenta, se hizo entre sesiones de pintura y crianza, y que, además, se eleva en las canciones grabadas junto a Oliver Coates. Como su propio nombre indica, Blurr (borroso), habita el mismo universo sonoro de proyectos como Grouper, Mazzy Star y Arthur Russell. Un bálsamo.

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