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Una de las obras de Josema López Vidal en Scarpia XXI

Alfonso Alba

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La vigésimo primera edición de Scarpia es la más espiritual de las dos últimas décadas de este veterano festival de arte contemporáneo de la provincia. En esta edición, Scarpia se ha marcado el objetivo de contemplar y reflexionar cómo de vigente sigue o no lo espiritual en el arte contemporáneo. Desde una visión amplia y diversa, Scarpia celebra una nueva edición a final de año, alejado ya del caluroso verano de la campiña cordobesa, con tres exposiciones que reflexionan sobre esa espiritualidad que arranca ya con el propio cartel del festival.

Este año, el cartel es obra de Manuel León. El propio cartel forma parte en sí del festival, una presentación, un “elemento anunciador” de algo que se proyecta como “una intervención artística” en el que se juega precisamente con la religiosidad, con un hombre con chaqueta y corbata que se eleva al cielo con un capirote de nazareno en mitad de un bosque de pinos.

Las tres exposiciones de Scarpia XXI se desarrollan en un lugar mágico, el entorno que une el museo histórico, el antiguo silo de trigo de El Carpio con la importante Torre de Garci Méndez que domina toda la campiña y el Valle del Guadalquivir.

Maldito Fénix, de Josema López Vidal (Huelva, 1992), es quizás la exposición más religiosa e intimista de todas. Este artista plástico juega con una religiosidad muy particular, en la que muchas de sus esculturas recuerdan a pasos de Semana Santa o a la imaginería andaluza, desde una perspectiva metafórica y sobre todo muy inspirada en el Jardín de las delicias de El Bosco. La muestra del artista más joven que expone en Scarpia recuerda a las devociones privadas, a pequeñas figuras de terracota como las que se encuentran en yacimientos romanos, mitos religiosos.

“Los rostros de los personajes son un catálogo de expresiones de la gente sencilla, de la naturaleza más pura; el asombro pesaroso de los trabajos físicos, la fatiga, el placer, el sueño o la fuerza que requiere un entorno natural donde el cielo y el agua son uno”, describe Scarpia en el catálogo de la muestra.

En la Casa del Alcaide expone Julia Santa Olalla (Granada, 1985), una de las artistas contemporáneas más demandadas de la actualidad, con obra a la vez en tres puntos distintos de España. En El Carpio muestra un Jardín desecho, un misterioso juego visual lleno de abstracción. Dentro de la Casa del Alcaide, un enorme retrato mira al espectador, lo intimida a la vez que lo atrae. Y su misterio y su misticismo desborda la muestra, con piscinas, con formas y con geometría variada.

El artista más veterano es Íñigo Navarro, que expone sus Catedrales de hierba, piscinas vacías, maniobras en la oscuridad, en el interior de la imponente Torre de Garci Méndez. Una sorprendente escultura que parece de cartón pero que es de bronce preside la sala principal (aquella en la que pasó una noche Felipe IV de camino a Córdoba). En su pintura se muestran escenas donde se cuelan caballos, paz y destrucción, niños con caretas, adultos en extrañas formas. Muchos de sus cuadros tienen una curiosa luz, la de los focos de un coche, que le dan una espiritualidad y un misterio singular. Según el crítico de arte Óscar Alonso Molina, Íñigo Navarro Dávila “ve las cosas que pinta”, las “presencias reales” que paralizan al artista.

Scarpia 2022

La XXI edición de Scarpia vuelve a tener como eje vertebrador las artes plásticas, atendiendo especialmente al carácter espiritual del lenguaje visual. Durante las jornadas, se citarán artistas que trabajan de diverso modo la cuestión de lo espiritual, desde una visión amplia, diversa y difusa, más cercana a la evocación poética que a la narrativa cerrada. Configurando la edición como un espacio para contemplar y reflexionar sobre la vigencia de lo espiritual en el arte contemporáneo. 

El horario de visita es viernes de 20:00 a 22:00. Sábados y domingos de 11:00 a 13:00 y de 20:00 a 23:00. 

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