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J. M. Ayala / Rafael Ávalos

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En poco más de un mes se cumplirán con exactitud 300 años. Ocurrió el 9 de abril de 1724. Marcelino Siuri, entonces obispo de Córdoba, bendijo ese día la talla de Nuestro Padre Jesús del Calvario. Obra de fray Juan de la Concepción, la imagen presidía ya desde meses antes el Vía Crucis de la hermandad de la Sagrada Pasión y Vía Sacra en San Lorenzo. A este barrio, suyo aún después de centurias, volvió el Nazareno del pómulo amoratado este domingo desde la Mezquita Catedral. 

Tres siglos de sobrio camino conmemora la cofradía del Calvario, continuadora de ésa que se fundó en 1722. El momento cumbre tuvo lugar en la tercera tarde dominical del actual tiempo litúrgico. Fue posible tras la desazón generada por la lluvia un día antes. Porque el acto principal de la celebración de la efeméride estaba previsto desde hace tiempo para el sábado. Las precipitaciones, intermitentes pero persistentes, obligaron a la corporación a suspender la cita. 

Olvidada la desilusión momentánea, Nuestro Padre Jesús del Calvario pudo realizar el trayecto de regreso a la Real Parroquia de San Lorenzo Mártir, quizá el más señalado templo fernandino de la ciudad. Su hermandad tuvo ocasión de realizar su esperada procesión extraordinaria con motivo de la referida conmemoración. Ésta se desarrolló como cierre a varias jornadas emocionantes para la cofradía desde el miércoles. Fue entonces cuando su titular marchó a la Mezquita Catedral en un solemne Vía Crucis

Un especial regreso a San Lorenzo 

Precisamente ese día retornó la talla, en cierto modo, al lugar en que fue bendecida. Una de las Estaciones del rezo público se produjo a las puertas del Palacio Episcopal. El sábado debía alcanzarse el cénit para el Calvario. En parte fue posible, ya que en el primer templo de la diócesis el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, presidió una misa pontifical en honor al Nazareno. Sin embargo, no se pudo contemplar la imagen en la calle junto a la Banda de Música Nuestra Señora de los Ángeles de Granada. 

La situación varió este domingo, cuando a las cinco y media comenzó, esta vez sí, el recorrido de Nuestro Padre Jesús del Calvario hasta su templo. Anduvo con los sones de la Banda de Música María Santísima de la Esperanza. Sus pies, los de su cuadrilla de costaleros, lo llevaron por enclaves emblemáticos como Deanes, Conde y Luque o plaza de La Compañía. La talla fue, como no podía ser de otra manera, sobre su paso procesional, ése que en 1985 ejecutó Manuel Guzmán Bejarano. 

El Nazareno lució, por cierto, su llamada túnica otomana, ofrenda de devotos en 2014. Por supuesto, supuso un trayecto muy especial para su corporación, cuyo hermano mayor, Juan Hinojosa, señaló que era “un hecho fundamental”. Nuestro Padre Jesús del Calvario dejó atrás la Mezquita Catedral, que fue su sede los días de atrás. Porque en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción del primer templo de la diócesis le amparó el jueves y el viernes, cuando fue expuesto en besapiés.

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