La sequía arruina ya miles de cultivos y anticipa una gran subida de los precios de los alimentos
Es difícil entrar a una reunión de cualquier pueblo y no acabar en la misma conversación: no llueve y no hay previsiones de que vaya a hacerlo ni a corto ni a medio plazo. Los agricultores y ganaderos no aguardan ya “al parte” de la tele o la radio, sino que consultan a cada rato sus smartphones para ver si hay prevista lluvia pronto. Desde hace un mes, los agricultores ven con esperanza que a 14 días hay cierta previsión de lluvia. Pero conforme avanzan las jornadas esa previsión se esfuma y con ella la esperanza de un sector que no ha vivido una situación igual desde hace 30 años.
En Córdoba no llueve desde el 17 de marzo. Ha pasado un mes y ni una gota. Las esperanzas de diciembre, cuando comenzó a llover de manera abundante, se disiparon cuando enero y febrero fueron mucho más secos de lo habitual. La ventana de la primavera, la que consolida producciones agrícolas, se abrió igual en marzo y este mes va camino de convertirse en el abril más seco desde que hay registros. Por eso, a estas alturas ya ha miles de hectáreas totalmente arruinadas. En la Campiña de Córdoba el cereal ya amarillea. La espiga no tiene grano y aunque llueva en mayo el cultivo se da por perdido. El olivar, que ocupa casi la mitad de la superficie agrícola de Córdoba y tres cuartas partes de Jaén, ha florecido pero la falta de agua está llevando a los árboles a arrojar rápidamente el polen, lo que anticipa que apenas dará fruto. El girasol que se ha sembrado apenas crece por falta de humedad. Y el que no se ha sembrado lo mismo ni se cultiva.
Esta sequía va a arruinar a miles de agricultores como ya lo hizo la de los años noventa del siglo XX, según pronostica el secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Córdoba, Miguel Cobos. Y anticipa una nueva subida de precios en la cesta de la compra. “La demanda va a ser la misma, pero la producción muy inferior”, señala Cobos, que con la lógica del libre mercado apunta a una escasez de ciertos productos (como el aceite de oliva o el cereal) que va a encarecer aún más ir al supermercado.
Este lunes se reúne la Comisión de Desembalse de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG). El organismo de cuenca la ha adelantado para tomar una decisión ante la crítica situación que viven muchos agricultores en zonas regables del Genil y del propio Guadalquivir. En muchos pagos se cultivan ajos y otro tipo de hortalizas de invierno que aportan puestos de trabajo y una gran renta agrícola. La sequía prolongada ha secado los embalses (los de la provincia de Córdoba están al 19% de su capacidad) y la Confederación ha cerrado compuertas. Los agricultores ya han protestado para reclamar un riego que le corresponde y que se les promete, como siempre, para verano. Pero lo reclaman ahora o perderán toda la cosecha. Está prevista una autorización extraordinaria.
En números absolutos, la Confederación soltará 375 hectómetros cúbicos de agua. Eso supone que a cada regante le corresponderán unos 600 metros cúbicos por hectárea. Y eso es como si a esas parcelas les llovieran 60 litros. En el Valle del Guadalquivir, la pluviometría anual de los últimos años ronda los 600 litros en todo el año. En Córdoba, la media del año agrícola a nivel provincial está en 277 litros a estas alturas del año. Es decir, se trataría de un riego de “supervivencia”, en palabras de Miguel Cobos, con el que se evitaría la ruina absoluta de todo un sector, el de los cítricos del Valle del Guadalquivir (los campos de “naranjos y olivos” del poema de Federico García Lorca). Sin ese agua, los naranjos, limoneros y almendros morirían. Y son árboles que para volver a producir necesitarían entre cuatro y cinco años como mínimo. Es decir, no sería una campaña sin naranjas o limones, como la que se prevé, sino cinco.
Trigo para pasto
Ahora mismo hay varios informes, entre ellos uno de COAG, que señalan que el cereal previsto para esta campaña será de un 30% con respecto a las previsiones iniciales por la falta de lluvia. No obstante, Miguel Cobos, de UPA, señala que ante las perspectivas de falta de lluvias muchos agricultores saben que no van a cosechar apenas nada. Por ello, asegura, han comenzado a segar ya el trigo para transformarlo en pasto para el ganado. “Esto es un desastre total”, asegura.
El año pasado, con la crisis de la guerra de Ucrania, volvió a aumentar la superficie de girasol. Pero este año “no se va a sembrar” y el que ya se ha cultivado “no tiene humedad para prosperar”, señala Cobos, que señala también que el desastre es absoluto. Eso sí, el girasol aún se puede salvar en el caso de que llueva en mayo. El caso del trigo está ya perdido. Ni diluviando remontará, ya que ha comenzado a secarse y la humedad extraordinaria que se le aporte hará que se pudra.
El olivar de regadío obtendrá algo de rendimiento y producirá aceite de oliva. El de secano “probablemente no”, pronostica Cobos. Ya en la pasada campaña, buena parte del olivar de secano de las zonas de sierra, con bajas producciones, se quedó sin cosechar. Está previsto que vuelva a ocurrir e incluso que esa tendencia se amplíe a más pagos donde los olivos no reciben aportaciones.
De hecho, la falta de producción es la que está provocando que los precios del aceite de oliva se mantengan en máximos históricos. En lo que va de campaña, el precio medio de un litro de aceite de oliva no ha bajado de los cinco euros, una situación extraordinaria y que ha salvado el año de muchos olivareros. La escasa producción que ha habido se ha vendido a buen precio, algo que ha compensado la subida de costes y la escasez de producto. Y el precio ha subido por la ley de la oferta y la demanda: a menos aceite más precio. Y eso es algo que puede ocurrir con el resto de los productos agrícolas: sin cereal, sin aceite de girasol, sin hortalizas y sin cítricos habrá que importar productos agrícolas en una zona eminentemente productora, algo que lo encarecerá todo.
Recuerdos de la sequía de los años noventa
Los agricultores señalan que de momento esta sequía no es tan intensa como la de los años noventa, pero que se le parece. Entonces, en el año agrícola de 1995 el campo apenas produjo. Como ahora se perdió casi todo el cereal. La sequía se interrumpió abruptamente en el otoño, cuando comenzó el diluvio y en pocos meses se llegaron a llenar los embalses. Los agricultores confían en que se repita esa situación.
De momento, la sequía va a arruinar al campo pero no va a provocar grandes episodios de restricciones de suministro a las ciudades como en 1995 (cuando hubo que cortar el agua en ciudades como Sevilla). De aquella sequía se aprendió y se construyeron embalses vitales para garantizar el suministro a los núcleos habitados. Y eso es algo que está garantizado hasta que acabe el verano en la mayor parte de Andalucía, aunque habrá municipios donde se repetirán unas restricciones que se producen en los años en los que menos llueve.
2