Vega vuelve al Gran Teatro de Córdoba 21 años después: “Me niego a ser una cuota femenina en un cartel”
Prólogo: una 'extriunfita' en un concierto benéfico
La primera (y hasta este domingo, única) vez que Vega cantó en el Gran Teatro de Córdoba tenía 25 años. Acababa de pasar por un fenómeno social en el que ella nunca parecía encajar (Operación Triunfo), pero que, casi desde el principio, por su peculiar personalidad, parecía totalmente preparada para superar (y no muchos pueden decir lo mismo). Era 2004. Y, aunque ella fue la protagonista de aquel directo, era básicamente un concierto benéfico destinado a la lucha contra la violencia de género, cuya primera ley estatal, curiosamente, se aprobó a finales de aquel año.
La cantante y compositora cordobesa lo cuenta mientras pasea entre las bambalinas del teatro principal de Córdoba, un espacio centenario, del que también guarda recuerdos mucho más antiguos (“aquí vi yo a Serrat siendo niña. Y recuerdo que fue una de esas veces que sentí algo”), y con el que ha soñado, no siempre de forma bonita, en los últimos 21 años.
Ese es el tiempo que la artista lleva esperando la oportunidad de volver a actuar en el principal templo escénico de su ciudad. Y hacerlo, por primera vez, con un proyecto propio. En algunos vídeos que hay en internet de aquel concierto de 2004, se puede ver a la cantante totalmente ilusionada con la oportunidad de tocar en el lugar que más le gustaba de su tierra, donde habitaban sus recuerdos de infancia (entonces también mencionaba a Serrat). Su imagen es la de una cantante prometedora e inocente, totalmente ajena a la posibilidad de que hubiera un paréntesis de dos décadas hasta su siguiente vez en el Gran Teatro.
Entre bambalinas
Han sido 21 años en los que le ha pasado de todo. Bueno, malo, regular y fantástico, por resumir. Motivos para programarla ha habido de sobra (dos nominaciones a los Grammy Latino, varios números 1, algunos himnos escritos para artistas como Raphael o Bisbal, o incluso halagos de artistas como Elvis Costello). Sin embargo, la oferta no llegaba nunca. Así que, finalmente, ha sido ella misma la que ha llamado a la puerta.
Esta vez, hubo un sí. “Estoy muy nerviosa. La gente no se lo cree, pero estoy muy nerviosa porque, aunque sea Córdoba, no puedo decir que juego en casa del todo; es casi como la primera vez que toco aquí”, explica de forma verborréica la cantante, que aparece en el teatro puntual, vestida de vaqueros y una camisa de rayas rojas y blancas. El pelo, recogido a un lado, bordeando el lado izquierdo de su rostro, sobre el que hay posadas gafas enormes de vista con un filtro azul (típico de quienes, como ella, son autónomos que viven pegados a un ordenador y una pantalla).
A veces, me da rabia que mis declaraciones hagan más ruido que mi música
En tres de los dedos de su mano derecha hay tatuada una frase de su último disco que se lee como una escalera: “Siempre-he sido tu-mejor versión”. Un poco más abajo, en el antebrazo, está el nombre de su hija. Eso es lo visible. Las cicatrices de Vega, más que verse, se pueden escuchar y leer en sus canciones.
“A veces, me da rabia que mis declaraciones hagan más ruido que mi música”, suelta casi al principio de la entrevista. Había bromeado con un “a ver qué me preguntas”, antes de reírse, casi a carcajadas, con un: “A ver lo qué respondes tú” del periodista. Quedaban por delante 45 minutos de una Vega en estado puro, relajada y que irradiaba fortaleza y sensibilidad a partes iguales. Y de una Mercedes (ese es su nombre) a la que, finalmente, se le humedecerán los ojos al mirar al techo de un teatro en el que, la primera vez que se imaginó en el escenario, todavía era una niña de una familia acomodada y muy musical que quería ser bailarina y no cantante.
De aquella Mercedes queda una figura delgada. Fácil imaginarla como un cisne negro, maltratando sus pies en búsqueda de un movimiento o giro perfecto. Eso nunca ocurrió porque en medio se metió una guitarra. La obsesión (tiene un trastorno bipolar reconocido) se trasladó del plano físico al emocional por la combinación de las cuerdas y el papel en blanco. De esa otra Mercedes, sí que hay mucho todavía en Vega, que reconoce, eso sí, que cada vez que escribe un disco o una canción, piensa que va a ser la última vez que lo haga.
La Reina Pez
La última década ha sido un salto al vacío para esta compositora, que acaba de publicar un disco, IGNIS, que va contra la idea de consumo single a single que impera en la industria. Nada de canciones sueltas o videoclips con cuentagotas. Un disco de vinilo o cd íntegro para quien desee de verdad darse un atracón de música y no tapear entre stories y streams.
Un disco que es, precisamente, el que va a llevar al escenario este domingo, junto a buena parte de su repertorio. Aunque, en la charla, no tarda en salir otro trabajo, La reina pez, un disco-manifiesto en defensa del papel de la mujer en la industria musical lanzado en 2018, pero cuyo contenido comenzó a escribirse en 2014, mucho antes del advenimiento del Me too.
Me niego a que se nos utilice para hacer 'pinkwashing'
PREGUNTA. ¿Sigues siendo una reina pez?
RESPUESTA. Sí. La corona no me la va a quitar nadie porque me la he puesto yo sola. Sigo intentando ser una reina pez sin perder de vista que quién soy hoy es producto de todo lo que he trabajado. He tenido una constancia y una perseverancia. Y hay cosas que he conseguido y otras que todavía tengo que conseguir. Pero creo que la idea detrás de La reina pez sigue vigente. Las mujeres estamos aquí. No podéis ignorar que estamos aquí. O no vamos a dejar que ignoréis que estamos aquí.
P. ¿Crees que eso sigue pasando?
R. Por supuesto que sigue pasando. Además, que yo me niego a que se nos utilice para hacer pinkwashing. Yo no voy a estar en un cartel, mal pagada encima, para cumplir con la cuota femenina. Porque yo no soy la cuota de nadie. Yo ya tengo una carrera como para que me valores por lo que soy. Y no me vengas con lo de que no hay mujeres. Sí que las hay, perdona, sí que las hay. Otra cosa es que tú no las quieras meter o que le quieras pagar a menos.
P. ¿Eso sigue ocurriendo?
R. Por supuesto. Y mira, te pongo un ejemplo muy gráfico: la banda que va a tocar aquí el domingo: la mitad toca con Love of Lesbian, la otra mitad con Iván Ferreiro. Lo único que cambia es que en el centro estoy yo. Pero los costes son, o deberían ser los mismos, ¿verdad?
La libertad
Cuenta Vega que la gente no es consciente de lo que hay detrás de cada concierto. En su caso, 16 personas cuyo sueldo depende de su última gira. Eso sin contar al personal de oficina que trabaja en su sello, La madriguera records, que nació casi como un grito de libertad tras haber probado los sinsabores de las multinacionales, de las que solo anhela el músculo económico.
Aquella decisión, siendo totalmente sincera, no le pareció una locura, puesto que, cuando se escapó de la jaula, tenía una carrera y un nombre. Pero lleva 13 años volando por libre, con todo lo que eso supone. Ser independiente le ha otorgado una libertad creativa (“eso es algo que amas siempre”), pero también una enorme carga de “responsabilidad, de inversión económica” y logística.
Aunque se tenga trabajo, perseverancia, constancia y talento, puedes perfectamente no llegar
P. ¿Ser independiente te da más libertad y al mismo tiempo también te esclaviza?
R. Te esclaviza más y, sobre todo, te cuelga una mochila de responsabilidad. Me da mucha pena cuando se dice: “No, es que hoy cualquier grupo puede triunfar empezando de cero”. Habrá uno entre un millón que salga bien con su primer disco y que peguen el bombazo ese directo que buscan muchas veces las nuevas generaciones. Pero el resto, el 70 o el 80%, se quedarán por el camino, seguro.
P. ¿El “si quieres, puedes”, es una trampa?
R. Tal y como yo lo veo sí. A ver, depende de lo que desee cada uno. Yo creo que el motivo principal, el motor, debe ser querer hacer el camino y disfrutar del proceso. Porque la realidad es que, aunque se tenga trabajo, perseverancia, constancia y talento, puedes perfectamente no llegar por cuestiones que no están en tu mano. Y te pongo un ejemplo: yo soy la primera artista cordobesa en recibir una nominación al Grammy después de Vicente Amigo. Y después, tuve una segunda nominación, y ha habido números 1 de ventas en España. Y, sin embargo, he tardado 21 años en poder tocar en condiciones en este teatro.
Epílogo: Mercedes
Lo que se ha perdido en esos 21 años son algunas oportunidades. Cuenta que su abuela, que falleció con 100 años, ya no podrá verla tocar en este teatro con su propio proyecto. Y lo mismo ocurre con su tío Pepe, que tuvo una gran importancia en su vida, y que era el que intuyó algo en aquella niña que estaba todo el día con la guitarra.
En ese momento, la niña Mercedes se impone a Vega. Se emociona mientras sus ojos se ponen vidriosos y recorren el Gran Teatro de arriba abajo hasta posarse en el escenario. Un escenario en el que, este domingo, espera ofrecer su mejor versión. Y, quizá, con algo de suerte, conseguir que otra niña o niño entre el público, pueda decir en una entrevista, dentro de 20 o 30 años: “Yo vi a Vega tocar en el Gran Teatro”.
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