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El pequeño comercio ante una nueva crisis: “Si salimos de esta, no nos derrumba nadie”

Margarita y Pepe en su comercio de San Agustín

Carmen Reina

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Como cada mañana, Pepe y Margarita suben la persiana de su comercio en San Agustín, donde venden todo tipo de productos de alimentación y droguería, en un pequeño local del barrio. Abrir su tienda les cuesta ahora mucho más: “Pagamos el doble de luz, de unos 300 euros antes al último recibo que fue de 600. Y la furgoneta para traer la mercancía, si antes echabas 30 euros de gasoil, ahora te cuesta 60 euros a la semana”.

A eso se suma, cada día, la lista de precios de cada producto, que Margarita mira detenidamente cada día. “Todo sube de un día para otro. Los huevos, 20 céntimos esta semana. El pan ya subió 10 céntimos la pieza y estamos esperando otra subida más. La leche, también ha subido. La fruta y la verdura, muchísimo, muchísimo”, lamenta.

Es la conjunción perfecta de una escalada de costes que asfixia al pequeño comercio, que se ve afectado por la subida de la energía y el alza del precio de los productos. Y que se ha traducido en el último dato del Índice de Precios al Consumo (IPC) en un 8,7% en Córdoba, el mayor de Andalucía y por encima de la media nacional.

“Nosotros vamos al céntimo, no podemos competir con las grandes superficies. Y estas subidas nos ocasionan pérdidas”, cuenta Margarita, recordando latente aún la crisis de la pandemia de la Covid y, ahora, la crisis abierta por la subida de la electricidad primero que ha explotado con la guerra en Ucrania en un alza precios generalizada. “Si salimos de esta, no nos derrumba nadie”, ironiza Pepe sobre lo negro que se ve el panorama desde su mostrador.

Unos metros más allá, Rafa y Mari Carmen atienden la carnicería González Enríquez. Echan cuentas: “De electricidad pagamos ahora más del doble, de 400 euros a unos 900. Y los precios de la carne suben cada semana. De todo, el pollo, la ternera, el cerdo. Todo”.

En su mostrador frigorífico se muestran las piezas de carne dispuestas para la venta de cara al fin de semana. “Si antes los precios variaban cada semana, ahora tienes que mirar todos los días, porque suben todos los días”. “Hasta las patatas fritas”, dice Rafa señalando las bolsas de este producto que también venden en su local.

Menos ventas: “Quien se llevaba un kilo, ahora te compra medio”

El pequeño comercio trata de repercutir con cautela esa importante subida de costes en el precio de venta al público: “Nosotros subimos un poquito, un poquito, pero no todo lo que está subiendo”, explica Mari Carmen. Y, al final, la subida de precios también les afecta en las ventas: “Quien se llevaba un kilo, ahora te compra medio”, se lamenta.

Frente a su comercio, en otra carnicería del barrio se repite la misma situación. Francisco J. González apunta a la subida del precio de todas las carnes y, especialmente, apunta a la ternera: “Está a precios no conocidos”. “todas estas subidas están afectando mucho a las ventas”.

En su caso, además, que vende también aceite de oliva, ha visto como el pedido que tenía encargado no le va a llegar hasta dentro de unos días “porque se ha agotado en la almazara”. “Tenía pedido el aceite y ya no hay envasado. Tengo que esperar”. El precio del aceite de oliva ha subido un 20% espoleado por la crisis del aceite de girasol como consecuencia de la guerra de Ucrania. Y llega ya afectar a la salida del aceite de oliva de almazaras como la que le surte desde Villa del Río a este comercio.

“Si todo sube y los sueldos no, ¿qué le queda a la gente para comprar?”

Ante otro mostrador está Eva, vendiendo frutas y verduras en el mercado del Marrubial. Allí no falta el bullicio típico en un viernes de compras, pero los comerciantes también ven con preocupación la subida de precios. “No dejan de subir y la gente al final compra menos cantidad”, constata.

“Si sube todo de precio y los sueldos y las pagas son las mismas, ¿qué les queda a las criaturas para comprar?”, dice mientras desgrana la retahíla de facturas por el precio de la luz, el gas, la gasolina y los productos de alimentación, con una lógica aplastante mientras despacha a un cliente.

En algunos puestos, como en la pescadería de José López, de momento no notan demasiado la subida de precios. “El pescado va en función de lo que se pesca, hoy hay productos más baratos que otros días y otros más caros”, explica señalando las cajas llenas de unos boquerones y sardinas. “Y bueno, el combustible para ir a por la mercancía, es un trayecto corto, recorro poca distancia. ¿Me dura menos el depósito? Sí, pero no somos los más afectados como los transportistas. Estamos aguantando un poco mejor”, dice.

De un lado a otro del mostrador, en el comercio de barrio y en el mercado, en las conversaciones de comerciantes y clientes se percibe la preocupación por la situación económica y social. Y, con ella, la incertidumbre de muchos negocios sobre su futuro.

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