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“Lucha contra dos gigantes”: el estigma de convivir con el TDAH

Rafaela Torres, presidenta de la Asociación TDAH Córdoba.

Rosario Ostos

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El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo que se diagnostica entre los 7 y 12 años, cuando “más da la cara, porque se nota en el rendimiento académico y en el comportamiento”, según ha explicado a Cordópolis la neuropsicóloga Macarena Moreno. Aunque existen muchos adultos con un diagnóstico tardío o, incluso, sin diagnosticar.

Este problema con el diagnóstico, Moreno lo achaca a que hace años se les etiquetaba como “malos estudiantes”, de esta forma muchos llegan a la adultez desconociendo que tienen TDAH. “La forma en que se muestra es muy diferente. Van desarrollando estrategias para compensar los déficits porque no les queda otra opción”, asegura.

En este caso, se dan problemas en el ámbito laboral, así como poco control de los impulsos, lo que puede llevar a adicciones, además de problemas familiares. “Es muy complicado ser consciente si no tienes información”. Los TDAH adultos se encuentran con problemas relacionados con la organización, planificación o el esfuerzo mental sostenido. “Se les tacha de desinteresados y vagos. La realidad es que, por mucha voluntad que pongan, necesitan estrategias que no han podido trabajar”, señala la neuropsicóloga.

Acompañamiento integral

En este tipo de intervenciones, es favorable contar con un equipo multidisciplinar, así como abordar el trastorno desde diferentes niveles. “Es importante también cómo funcionan a nivel cognitivo para conocer las habilidades desarrolladas y las que han compensado”, recuerda Moreno. Además, a nivel emocional estos pacientes pueden estar afectados tras tantos años con etiquetas impuestas. “Todo eso se tiene que tener en cuenta para hacer un acompañamiento integral”.

La neuropsicóloga avisa de que esta es una “lucha contra dos gigantes”, debido a que se acusa al paciente de TDAH por ser “impaciente o maleducado” y a sus padres, en caso de ser un menor, por ser “demasiado permisivos o que no castigan lo suficiente”. Esto hace que al esfuerzo del niño por controlar o paliar los síntomas, los padres se ven obligados a explicar a qué se debe.

Situaciones como esta son las que vive Inma, una madre con un hijo de 12 años con TDAH combinado, que presenta impulsividad y alteración de la conducta. Esto lo expresa con “actitudes chulescas, faltas de respeto y prepotencia”. Inma explica cómo se desenvuelven en esta situación. “Hay veces que perdemos la paciencia, pero intentamos no reñirle, porque está bloqueado y no lo va a entender. Cuando se desbloquea, le explicamos que eso no está bien”, aunque al poco tiempo se le olvida por tener una zona del cerebro “más inmadura”.

Exclusión social desde pequeños

Inma reconoce que este comportamiento tiene consecuencias a nivel social. “Los excluyen mucho, les cuesta entender qué les pasa porque no es algo visible”, a lo que añade que ella como madre ha tenido que hacer pedagogía con el resto de padres. “Se vuelven niños con una autoestima baja y una referencia de sí mismos negativa”.

Desde la asociación TDAH Córdoba, fundada hace un año, señalan que hay muchas carencias y falta de información. “Este trastorno es para toda la vida, es un problema del neurodesarrollo”, por lo que reivindican más ayudas económicas y el reconocimiento del 33% de discapacidad para afrontar el coste de las terapias y tener acceso a bonos sociales y becas.

Su presidenta, Rafaela Torres, incide en la necesidad de un abordaje óptimo y un diagnóstico temprano. “Tiene que haber un diagnóstico por salud pública o por privado que nos exponga las dificultades que tienen en su día a día”. A partir de aquí, desde la asociación trabajan de forma multidisciplinar “con un grupo de neuropsicólogos, psicólogos y educadores de atención temprana y educación especial”.

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