Luz en el infierno

Juan José Romero (Rute, 1965) revelaba las fotos en líquido amniótico. Las gestaba con un disparo de luz y tiempo, fecundaba el óvulo de celulosa y lo sumergía en un mar de química y silencio que protegía el embrión de su película. Removía en el tanque el negativo, lo mecía con rigor y, finalmente, daba a luz el retrato que ya soñaba cuando pulsó el obturador de su cámara.
La vida se puede parecer demasiado a ese cuarto oscuro donde nacen las fotografías. Algunas se velan. Otras, se rebelan. Lo peor de todo es que quien las piensa, las desea y las crea, luego las descuide, las maltrate, las traicione o las olvide.
Durante los últimos años, el trabajo de Juanjo estuvo inevitablemente marcado por la huella del castigo. Él mismo sabía que la sentencia era justa, por más que la causa estuviese alimentada por un veneno invencible. El dolor, del que no podía ni quería escapar, tiene el sabor del miedo, pero puede convertirse en un motor. Entonces, cuando intentaba mirar hacia delante, el peso de la culpa lo devolvía al infierno de su pecado. Y ese fuego hizo que sus obras, como sus días, se agitasen constantemente en una espiral infinita, en un huracán fértil, pero herido de muerte.
Fotógrafo de los limbos
“Es la primera vez que un fotógrafo me dice que me ponga unas gafas de sol para hacerme una foto. Los otros siempre me piden que me las quite. Y además siendo ya de noche… ¡Qué cabrón! Este es de los míos”. Así reconocía Enrique Morente la complicidad inmediata que trabó con Juanjo Romero en los jardines del Alcázar. Fue durante la primera sesión de fotos para la portada del Especial Flamenco de la revista Boronía. No se puede entender la segunda etapa de esta publicación sin la presencia y el nervio de Juanjo. Su estilo marcó la identidad de esas páginas que, desde 2009 a 2014, se dedicaron a agitar la creación contemporánea.
Para Juanjo, aquellos tiempos no solo fueron el cénit de su creatividad, sino que le permitieron conocer y trabajar con muchos artistas a los que admiraba: el propio Morente, Vicente Amigo, Los Planetas, Fosforito, Los Evangelistas, Soleá Morente… y contactar con otros muchos de sus ídolos como Antonio Arias, Ana Curra, etc.
Pintura de cámara
Juanjo se hizo fotógrafo porque no sabía pintar (quería ser Picasso, Giotto, Goya, o Balthus) y fue un poco Diógenes y bastante Sísifo, clon de Patti Smith por las mañanas, sosias de Lou Reed cuando fumaba y ponía ojitos de Alain Delon sin afeitar. Inquieto, rojo, insaciable, callejero, presumido, verborréico, punki, elástico, golfo, capaz.
Una de sus últimas sesiones fue con Sarah Lee Guthrie, en El Último Tango, para la revista Rockdelux (posiblemente se publicará en breve). Así contó ese encuentro: “Si esta mañana al levantarme me hubiesen dicho que el final de la jornada sería fotografiar a la nieta del gran Woody Guthrie, que con su guitarra y sus canciones, de forma literal, podía matar fascistas, no me lo hubiese creído ni por todo el oro del mundo (…) El respeto que me imponía retratar a la nieta del primer músico que inspiró a Bob Dylan, uno de mis héroes, me intimidaba un poco (…) hasta que llegó el momento que me pregunté que cojones me pasaba cuando Sarah se estaba prestando a mi juego y mis desvaríos y ya iba hacia el lado más lascivo (…) Gracias, Sarah, y que los tiempos vuelvan a cambiar y nos saquen de estas aguas putrefactas llenas de la peor calaña o que vuelva el abuelo Woody guitarra en mano y nos abra los ojos a golpes con ese sonido que cambió su tiempo. Bendita aquella gente que lucho y murió por hacer de este mundo un lugar mejor”.
Quizá en otro lugar, quizá en otro tiempo…
Juanjo nació 30 años (y un día) después que el gran fotógrafo checo Jan Saudek. Puro Tauro con denominación de origen. Como él, su objetivo era capturar todas las cosas que conocía y amaba. Saudek, y Joel-Peter Witkin fueron probablemente sus referencias internacionales más evidentes. En España, sin duda, el inquietante David Nebreda y sus adorados Alberto García-Alix y Ouka Leele.
Pero todos los que lo conocieron bien saben que su auténtico lugar en el mundo debería haber estado en las oficinas del sello discográfico londinense 4AD. Es imposible contemplar los cuadros de Juan José Romero y no acordarse de las portadas de Cocteau Twins, Dead Can Dance, This Mortal Coil y, especialmente, las de The Pixies.
Las fotos de la demolición
Más de medio centenar de exposiciones, colaboraciones en prensa y, revistas especializadas, trabajos interdisciplinares, portadas, carteles… El legado artístico de Juan José Romero es un bien patrimonial de esta ciudad y representa una actitud radical y extrema de entender o aceptar la existencia.
Urge recuperar su archivo, proteger y clasificar su obra, y darle el lugar y la proyección que se merece. Porque si el grano es ahora ruido, el silencio nunca será fruto.
“Que mis huesos y mi pellejo sean dados a la ciencia”
Las últimas semanas, en la calle y en las redes, Juanjo hablaba de Tijuana, de Odesa, de África, de Marte. Estaba dispuesto para el viaje, sin duda. Hace un año expuso en el Barbaridad “Los días oscuros”, una colección de pequeñas fotografías enmarcadas en latas de atún. La muerte fue siempre su inspiración y, quizás por eso, lo pilló trabajando. A su última exposición la llamó, de manera escalofriante y premonitoria, “La sombra al acecho”. Fue en la Librería La Inaudita. Allí, este sábado 7 de junio, justo un mes después de su inauguración, se descolgarán sus fotografías a las doce en punto del mediodía.
Será un buen momento para ofrecerle un poco de ese tiempo que alguna vez no supimos darle.
Epílogo
Nunca se sabe, pero no es difícil imaginar que, en algún momento, mientras escuchaba una canción de, por ejemplo, Echo And The Bunnymen, Juanjo Romero decidió ser el cronista visual de su adicción. Cuando la guerra interior atraviesa el cristal de una lente y se estampa en la retina del creador, la rendición puede llegar a parecer una tregua. La redención, un abismo. La imagen resultante es siempre un pacto tácito entre el recuerdo y el germen. Porque en el mismo sendero en el que se busca la muerte, se excava el surco donde habitan las semillas.
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