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Huyó de Venezuela a Córdoba y ahora teje muñecas para los niños ingresados en el hospital: la lucha de Emilia contra su depresión

Emilia, una voluntaria que hace muñecas para el hospital

Alejandra Luque

8 de septiembre de 2023 05:30 h

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Hay historias de vida que son, en definitiva, de superación. La de Emilia es una de ellas. Es menuda y abraza a sus muñecas como si fueran a cobrar vida. Hace 20 años que huyó de Venezuela y comenzó a vivir en Córdoba, de donde era su marido, que falleció por un cáncer de vejiga fulminante. Ella padeció también otro cáncer, en su caso, de útero, del que aún tiene secuelas. Rehizo su vida y uno de sus hijos vive a pocos pasos de su casa. Hace poco más de tres meses alterna los paseos con su perra con las agujas y la lana para tejer muñecas que dona a los niños ingresados en el Hospital Reina Sofía de Córdoba.

Coser le sirve como terapia. La tranquilidad de su día a día le ha acompañado muy poco en su vida. Estando en Venezuela conoció al que después fue su marido, un cordobés criado por la zona del Cristo de los Faroles. Ambos montaron un restaurante en Isla Margarita, donde están enterrados los restos de su marido, que falleció con tan sólo 50 años. Fruto de ese matrimonio nacieron sus tres hijos, quienes la ayudaron a abandonar Venezuela “porque la situación política y social ya era muy delicada”, cuenta la mujer a Cordópolis.

En 2003, Emilia llegó a Córdoba, aunque ha seguido viajando a Venezuela para ver a uno de sus hijos, Rafael Carlos, y a sus nietas. La mediana de sus hijas, Mercedes, y su hijo se encuentran en Brasil, mientras que Antonio, el mayor, vive con sus hijas en el mismo edificio en el que reside su madre en el barrio de San Basilio.

Una vez en tierras cordobesas, Emilia se incorporó al mercado laboral limpiando casas. En un momento dado, aunque no recuerda cuándo, empezó a tejer una relación con el Hospital Reina Sofía que continúa hasta día de hoy. Y es que alternó su trabajo de limpieza de hogares con el cuidado y la atención a pacientes enfermos en el centro hospitalario, tanto de día como de noche. El boca-oído hizo el resto y Emilia se ganó un nombre destacado entre las enfermeras, quienes la recomendaban a familiares de pacientes que buscaban estos servicios.

Pero todo cambió en 2017, cuando unos fuertes dolores la llevaron a someterse a multitud de pruebas médicas. En aquel momento se encontraba cuidando a una persona con alzhéimer, a quien tuvo que “dejar” porque le era imposible estar al 100%, lamenta Emilia. El resultado de las pruebas arrojó un cáncer de útero con metástasis. Aunque “la operación salió bien”, sufre secuelas que le generan molestias continuas. Con 67 años le preguntó a su oncólogo si podía volver a trabajar, “porque necesitaba estar activa”, pero el médico le recomendó que no lo hiciera.

Esta incapacidad laboral y el traslado de su hija a Brasil la sumieron en una profunda depresión de la que hoy sigue tratándose, tanto con atención psiquiátrica y psicológica como con medicación. No obstante, reconoce que no es la misma que la que era al principio depresión, cuando estuvo hasta cuatro meses sin salir de su casa. Una visita a la planta de Maternidad del Reina Sofía le abrió una pequeña luz. “Vi que allí había una escuela y le dije a mi hija que quería entrar. Lo hice y comenté que buscaba hacer algo para ayudar a los niños que están ingresados. Así que, como yo ya cosía, empecé a hacer muñecas que, poco a poco, las voy entregando para que los propios profesionales sanitarios se las regalen a los menores”.

Estas muñecas no sólo están hechas de tela, hijos y lana, sino que también tienen retales de la historia de Emilia y de todo lo que aprendió en Venezuela, donde acudió a talleres de manualidades de todo tipo. Además de al hospital, Emilia dona muñecas al área de Pediatría de su centro de salud, el de la Avenida del Aeropuerto. A ellas, a sus Emilis, dedica dos horas al día durante las cuales su salud mental va reconstituyéndose poco a poco.

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