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“Mi hija me ha enseñado a no juzgar”

La madre de una persona trans relata la odisea vivida por su hija

Aristóteles Moreno

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La Nochebuena de 1999, a Rafi González le dio un vuelco su biografía. Ese día fue madre de dos mellizos. El médico ya le había anunciado que llevaba en su vientre un niño y una niña. Estaba todo perfectamente preparado. La canastilla con lo imprescindible para dos bebés que estaban a punto de venir al mundo. Y los dos peleles, uno rosa y otro azul, para Ricardo y para Clara.

Los mellizos llegaron sanos y sin contratiempos. Con solo un pequeño desajuste. Eran dos niños. El médico había errado en su pronóstico. O, al menos, eso creyeron en ese preciso instante. Ricardo era un varón. De eso no había duda. Pero, a medida que fue creciendo, su hermano no acababa de cuadrar en el rol de género. “Había algo en su comportamiento”, asegura Rafi González, sentada delante de un café con leche. “No encajaba en el mundo de los chicos. Pedía cocinitas y cosas típicas de niña. Se salía de lo normativo. Y a mí me daba miedo de que sufriera”.

Rafi González pensó que era un chico al que le gustaban otros chicos. Uno de tantos jóvenes homosexuales con una orientación distinta a la mayoritaria. Era lo que conocía. Lo que cuadraba en su esquema mental. En el cole no lo acosaban abiertamente. Pero tampoco lo acogían con los brazos abiertos. No tenía demasiados amigos y los que tenía eran los frikis de la clase, en cuyo grupo se refugió como mecanismo de defensa.

Hasta que cumplió 13 años. Una noche le dijo a su madre que quería hablar con ella. “Pregúntame lo que quieras, mamá”, le inquirió. Rafi González se quedó desconcertada. Y le interpeló: “¿Te gustan los chicos?”. “¿Eso qué tiene que ver? Eso no es importante”, le contestó su hijo. La madre se sumió en la perplejidad. No sabía qué diablos quería decir. Entonces, señaló sus órganos genitales y le dijo: “Mamá, yo soy como tú”. Lo que sintió en ese momento Rafi González fue vértigo. Se rompió. No sabía qué decir, ni qué hacer, ni dónde acudir, ni qué tecla tocar para poner en orden su cabeza y prestar ayuda a su hijo.

Solo se le ocurrió ir al pediatra. “Entré llorando”, admite entre sorbo y sorbo de café. El médico la tranquilizó. Pero tampoco tenía ni idea del asunto. Era la primera madre que había entrado por la puerta de su consulta con un problema de esa naturaleza. El protocolo automático por entonces era derivar a salud mental. Pero aquí no había ningún problema psiquiátrico. Rafi González lo explica de forma cristalina: “A salud mental, en todo caso, nos tienen que enviar a los padres. Porque no lo asimilamos”. La palabra clave para Rafi González era otra: “Encajar en el mundo”. Ese es el objetivo imperioso de cualquier padre o madre hacia sus hijos. “Yo tenía miedo a que nos señalaran. Al qué dirán”.

PREGUNTA. Eso le preocupaba.

RESPUESTA. Sí.

P. Ya no le preocupa.

R. No. Cuando comprendes y conoces se van los miedos.

P. Y su hija ha encajado en el mundo.

R. Sí. Ha tardado muchísimo. Eso no es de la noche a la mañana. Es un proceso.

P. A usted le pidió ayuda.

R. Me pidió aceptación. Necesitaba sacar algo que tenía dentro, que la estaba machacando.

Su hijo quería parar el crecimiento. No deseaba desarrollar las características masculinas. “Yo siempre he sido una niña”, le dijo a su madre. “Quiero parar esto”. Era el año 2013. Y Andalucía estaba a un año de crear la primera unidad transgénero, con sede en Málaga. La prioridad era hormonarse. Revertir el proceso biológico de un cuerpo que no concordaba con su identidad. Se pusieron manos a la obra. Y se sometieron a infinidad de pruebas. Electrocardiograma, cariotipos para determinar los cromosomas, densitometría ósea, ecografías. Y a los 15 años comenzó la hormonación. Se frenó la testosterona, fue eliminado el vello y se desarrollaron las mamas. “Mi hija estaba muy ilusionada”, recuerda su madre.

Luego llegó el desafío del tránsito social. Tenía que salir al mundo ya como chica. Y no quería hacerlo hasta que terminó el curso. Temía significarse. Estuvo un año sin salir. Y buscó un instituto donde pudiera mostrarse sin ataduras con el pasado para que fuera aceptada en su nueva identidad sin turbulencias. Necesitaba un espacio seguro. Un lugar donde fuera reconocida como una mujer y no como una trans.

Rafi González forma parte de la junta directiva de la asociación Todes Transformando, que agrupa a trescientas familias cordobesas con hijos e hijas trans. Su larga y dolorosa batalla por lograr el reconocimiento social y jurídico de un colectivo maltratado por la historia acaba de recibir una recompensa sin precedentes con la aprobación de la Ley Trans, una de las más avanzadas del mundo.

P. ¿Los niños tienen pene y las niñas tienen vulva?

R. Los niños tienen pene y vulva y las niñas tienen pene y vulva.

P. El género no está en los genitales.

R. El género está en el cerebro. No reside en el cuerpo. Hay mucho normativismo. Hay mucho mandato.

P. ¿Y de dónde viene ese mandato?

R. Es cultural. Cuando nacemos, nos caracterizamos con los genitales: azul y rosa. ¿Y qué pasa con lo que hay entre el azul y el rosa? ¿No hay gris? La historia lo ha tapado.

Mi hijo se señaló sus genitales y me dijo: 'Mamá, yo soy como tú'

Y quedaba la última prueba. Su hija sentía disforia. Rechazaba sus genitales. Había nacido con órganos sexuales que no reconocía. “Esto no es mío”, le decía a su madre. “Y no es suyo”, sostiene Rafi González. Fue entonces cuando cogieron el avión y tomaron rumbo a Tailandia, el único país del mundo donde la transexualidad no es un estigma. Y donde operan los mejores cirujanos especializados. Se embarcaron en un viaje organizado con otras familias trans. Italianas, mexicanas, americanas. No fue un trago fácil, pero fue un trago ilusionante. Cuando le quitaron las vendas, su hija le confesó: “Mamá, esto ya es mío. Y no me lo puede quitar nadie”. Hoy Clara es una mujer feliz a punto de terminar su carrera en una universidad del norte de España.

P. ¿Qué clase de revolución es la autodeterminación de género?

R. Es la revolución de las revoluciones. El ser humano siempre ha luchado por la autodeterminación, empezando por la libertad. Lo que ellas están pidiendo es la libertad. Mostrarse al mundo como son. Tener derecho a vivir y a ser aceptadas por los demás. Para mí, esa es la revolución. La libertad de salir a la calle y decir quiénes son. Encajar en el mundo. Y tener derecho a buscar su felicidad.

P. ¿Y a qué pone fin la Ley Trans?

R. Pone fin a la tutela. No tienen por qué estar tuteladas por un juez o por un médico ni nadie que les diga quiénes son. Nadie tiene derecho. Solo ellas y ellos. Son libres. Ni ningún médico tiene que decir que son personas enfermas o con un trauma. Porque no lo son.

P. ¿La Ley Trans borra a las mujeres?

R. No. Enriquece a las mujeres. No están quitando el espacio de nadie. Están reivindicando el suyo propio.

P. Hay psiquiatras que dicen que existe un “boom” de jóvenes que dudan de su género por moda.

R. Si la moda es sufrir y sentirse rechazado, vaya moda extraña. No conozco a nadie que no haya pasado por un tránsito doloroso de rechazo y prejuicio. Esto no es un trago agradable. No creo que la moda sea el sufrimiento, la exclusión, la marginación, los suicidios, las mutilaciones. Quien dice eso no tiene ni idea.

Las personas trans tienen derecho a vivir y a ser aceptadas

P. ¿Hoy el famoso autobús ultracatólico lo conduce una parte del feminismo?

R. Desgraciadamente sí. Y me da mucha pena porque yo soy feminista. Y el feminismo siempre ha luchado por la igualdad de derechos. Somos más de la mitad de la población. Y ahora resulta que dicen que nuestras mujeres no son mujeres porque tienen pene. Eso no es feminismo.

P. Ha nacido el feminismo reaccionario.

R. Pudiera ser. Creo que esta parte del feminismo ha alcanzado un cierto estatus y ahora son como el patriarcado. Dicen quién es mujer y quién no. Se permiten hacer lo que hacen los varones con nosotras. El feminismo decía: “Nadie manda en nuestros cuerpos”. Y ahora esta parte del feminismo está mandando en los cuerpos de nuestras mujeres trans.

P. Amelia Valcárcel declaró: “Carla Antonelli es el nombre artístico de una persona con genitales masculinos”. Menudo disparo.

R. Amelia Valcárcel, que ha sido un referente para las mujeres, ha dado muestras de una ignorancia absoluta de lo que es una mujer trans. Ella, que pugnaba porque no nos encasillaran por razón de sexo, ahora va y nos encasilla a través del sexo. Eso es incoherente. No tiene sentido. Está haciendo lo mismo que el patriarcado. Si el patriarcado es el privilegio, no tiene sentido que mi hija dé un paso hacia atrás y se vaya a la parte de las no privilegiadas, que son las mujeres.

P. Y Carmen Calvo acaba de proclamar que el feminismo no tiene por qué “cargar” con las reivindicaciones LGTBI. Otra pedrada en la frente.

R. ¿Quién es ella para decir qué es el feminismo? Ella decía que le preocupa nuestros jóvenes y quiere que sean felices. ¿Los jóvenes trans no les preocupa? El apoyo de todo un partido a una persona no tiene sentido.

P. El PSOE ha aprobado la Ley Trans.

R. Carmen Calvo se abstuvo.

P. Pero la Ley salió con los votos del PSOE. Y con el aval del presidente.

R. Por supuesto. La Ley salió del cogobierno. A Carmen Calvo la hemos invitado a la asociación para que vea nuestra realidad y no ha querido venir. No quiere saber. Se desliga del colectivo LGTBI como si fuera una zapatilla vieja.

P. ¿Qué bulo sobre la Ley Trans le toca más la fibra?

R. Lo que más me duele es que no la reconozcan como mujer.

P. ¿Los menores trans pueden operarse?

R. Nunca se han podido operar. Tienen que tener 18 años. Eso no es nuevo. Ya lleva muchísimo tiempo. Eso es otro bulo de la derecha.

P. ¿Y qué pasa con la violencia machista?

R. La señora Calvo procuró que no se aplicara la Ley Contra la Violencia de Género a las mujeres transexuales. Viva el feminismo y viva la igualdad. Y vivan los derechos humanos.

P. ¿Y si una atleta trans no se baja del podio?

R. ¿Es que ahora todas las mujeres trans son deportistas? ¿Por qué una mujer trans no puede estar dentro del deporte en su género? Todo lo han reducido a que las mujeres trans son enfermas, presas o deportistas. Cuando, en realidad, son una minoría. Están errando el enfoque para ser politizado.

P. ¿Qué nos queda para la igualdad?

R. No existen mentes abiertas. Hay ignorancia y mucho egoísmo.

P. ¿Qué ha aprendido de su hija?

R. La diversidad, el respeto y la tolerancia. Me ha enseñado a ver el mundo de otra manera. A no ser orgullosa, a no ser arrogante, a no despreciar a nadie. Yo no sé lo que hay en la otra persona. Qué hay detrás de ti. Mi hija me ha enseñado a no juzgar.

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