Un final feliz (y sostenible) para Flora: la guerrilla que reconstruye y regala flores
Flora se ha vuelto a despedir de nuevo con su “guerrilla floral”. El nombre es un antónimo, porque, a decir verdad, la actividad con la que el festival de arte floral se despide de los cordobeses desde hace años tiene mucho más que ver con reconstruir que con destruir. Se trata, en suma, en darle una tercera vida a los materiales constructivos que, en los días anteriores, han sido parte de esas obras de arte efímeras que han ido provocando stendhalazos a los miles de visitantes que han pasado por Córdoba.
Este jueves, esas flores, como si fueran los trozos del muro de Berlin, pasan de la calle a las casas. Algunas personas las transportarán en bolsas o macetas, las plantarán en tierras y balcones, o en botellas de agua que colocarán junto a la ventana. Otros las harán ofrenda de amor o amistad. Habrá quien las guarde en agua hasta el próximo martes, día de los difuntos.
Las flores, sin las que es difícil explicar Córdoba, son el sustento de Flora y también el centro de su epílogo, del que se encarga desde hace años el colectivo Flor Motion. Una de las activistas anónimas de este colectivo, especializado en realizar intervenciones florales clandestinas en Madrid, contaba a este periódico que, para suerte de los cordobeses, las flores forman parte de su paisaje, de manera que todo es más fácil de montar aquí que en la capital del Reino.
“Allí, la gente pasa por delante de una montaña de flores y a veces no se inmutan. Cuando eso ocurre, hay compañeros que dicen, ¿para qué seguir haciéndolo si no se se dan cuenta? Yo opino que justamente hay que seguir haciéndolo hasta que se den cuenta”, explica la anónima activista, que reconoce que el mundo de la floristería no es precisamente el más sostenible, de ahí que este tipo de acciones sean muy necesarias.
Lo cuenta quien lleva más de 24 horas enseñando de forma exprés floristería a una veintena de jóvenes de colectivos en riesgo de exclusión, que han sido hoy los protagonistas de Flora, y que han levantado tres instalaciones florales en torno al Quiosco de la Música de la Victoria. Eran jóvenes españoles y migrantes, en acogida para asociaciones como APIC Andalucía Acoge, Fundación Don Bosco y Parroquia Santa Luisa de Marillac (Puerta Verde).
Muchos han posado junto a sus creaciones colectivas, aún con el mantel de florista, un souvenir que recordará su participación en este festival. Otros han charlado con los medios de comunicación, explicando qué les ha motivado a diseñar sus estructuras. Todos están prevenidos de que lo creado se deshilachará flor a flor, que todo lo que han construido este jueves es parte de un ciclo, que las flores vivirán una nueva vida, la última ya, en casa de los espectadores que así lo deseen.
Otras flores, los miles de claveles que se han usado estos días, han viajado más al sur, hacia el Alcázar Viejo. Se utilizarán en una clavelada vinculada con otros ritos, en este caso cofrades, el próximo sábado. Si quedaba alguna duda de que Flora está integradísimo en la ciudad de los patios y las flores, nada mejor que ver cómo cierra su propio ciclo regando de flores otras tradiciones y colectivos.
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