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Bomberos de cuatro patas: la ganadería que se extingue mientras España arde

Vacas y ganado en la finca Las Albaidas

Claudia Murillo

23 de agosto de 2025 20:11 h

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En la finca de Las Albaidas, detrás del campus universitario de Rabanales en Córdoba, 25 vacas pastan en un paisaje reseco y amarillento. Su presencia ha transformado la colina en un vasto lienzo ocre, devorando hasta el último brote de pasto. Han eliminado por completo el combustible que podría avivar un incendio forestal y esparcirlo con rapidez a Sierra Morena. Sus cumbres se levantan a un puñado de metros de distancia, donde su inmensa masa forestal está reseca tras un verano de temperaturas extremas.

Con las llamas devorando los montes de toda España, la atención se centra en los equipos de extinción, en los helicópteros y en la heroica labor de los bomberos. Sin embargo, hay una batalla contra el fuego que se libra durante todo el año, de forma silenciosa y que está en peligro de desaparecer: la que protagoniza la ganadería extensiva. Felipe Molina, presidente de la Asociación Nacional de ganaderos y ganaderas en extensivo, es el dueño de esta finca en la Campiñuela Baja de Córdoba. El ganadero advierte de la paradoja en la que vivimos: mientras el monte arde, el oficio que lo protege se extingue.

El panorama en la provincia de Córdoba es un claro ejemplo. En la capital, solo quedan cinco ganaderos extensivos, cuando, según Felipe, “hace 20 años estábamos unos 50 y hace diez años unos 20”. Molina señala que solamente quedan el 20% de las explotaciones ganaderas extensivas que existían hace 50 años. Más allá de una cifra, esto representa la pérdida de un conocimiento, un modo de vida y un patrimonio cultural y ecológico que se ha transmitido por generaciones.

Bomberos biológicos

Felipe es heredero de toda una familia de ganaderos. Su generación es la sexta que se dedica al pastoreo. Sus animales, especialmente las ovejas, actúan como “bomberos biológicos”. Al alimentarse de la maleza y el pasto seco, eliminan el combustible que propaga los incendios. La labor de las ovejas va más allá de comer; su pisoteo constante sobre el terreno compacta la tierra y evita que el fuego se propague. Además, el excremento del ganado distribuye nutrientes y semillas por toda la finca, mejorando la calidad del suelo y contribuyendo al ciclo natural del ecosistema.

Felipe Molina, responsable de la ganadería Las Albaidas

La finca de Felipe está completamente libre de pasto seco, un hecho que la hace inmune a las llamas. El ganadero señala con el dedo cómo un ternerito se come incluso los matorrales más grandes, una tarea de limpieza que, según Molina, ningún humano podría hacer con tanta eficiencia.

“Todo esto no se lo han comido en tres días de verano”, comenta Molina señalando el terreno que el ganado ha dejado completamente limpio de pasto. La Junta de Andalucía está trabajando en un nuevo plan técnico de la ganadería extensiva, conocido como plan Rasca. “En este tipo de terreno, no conviene que pase una máquina todos los años porque al final te quedas sin tierra. Si hay un ganadero cercano, dejan que pastoree esa línea de pasto y la Junta le paga a ese trabajador”.

Según estimaciones de los técnicos de Infoca, el gasto a apagar y restaurar una sola hectárea quemada puede ascender a los 15.000 euros. Como recalca Molina, pagar 100 euros por hectárea a un ganadero para que mantenga limpiar una finca pública no solo es más barato, sino que también es una forma de reconocer los servicios ecosistémicos que la ganadería extensiva “lleva años regalando gratuitamente a la sociedad”, como la fijación de carbono al suelo y la gestión sostenible del paisaje.

Los incendios se apagan en invierno

Felipe subraya que el sistema se ve afectado por la competencia de la ganadería intensiva. Molina establece un claro contraste entre ambos modelos: la ganadería extensiva, que produce “carne por hectárea”, requiere grandes extensiones de terreno, más mano de obra y sus productos tienen un costo más elevado, comparables al jamón ibérico. Su valor no reside solo en la producción de carne o leche, sino en los beneficios ambientales que aporta.

La ganadería intensiva, que produce “carne por metro cuadrado”, se concentra en espacios pequeños, lo que abarata costos y hace que sus productos sean más accesibles, como el jamón de York. Este modelo masivo acarrea graves problemas de contaminación por purines y un mayor riesgo de brotes de enfermedades debido a la alta densidad de animales.

En la última década, el pastoreo extensivo en los montes españoles ha experimentado un retroceso medio del 50%, con comarcas donde la disminución llega al 80 e incluso al 90%. Según organizaciones agrarias, cada año desaparecen alrededor de 1.550 explotaciones de este tipo; desde 2006 se habrían perdido más de 25.000, principalmente de vaca nodriza y ovino de carne.

Vacas y ganado en la finca Las Albaidas

La presencia de ganado en el territorio puede reducir hasta en un 40% la masa vegetal inflamable. Si bien esto no evita por completo la aparición de incendios, sí contribuye a frenar su propagación y facilita su control. De forma ilustrativa, un rebaño de 400 ovejas es capaz de mantener limpias unas 100 hectáreas al año, disminuyendo la altura y densidad de los matorrales.

Molina advierte que, si continúa el abandono del pastoreo, los incendios forestales tenderán a ser más intensos y prolongados, pudiendo evolucionar hasta convertirse en incendios de sexta generación. Estos fuegos, capaces de crear sus propias condiciones extremas, se distinguen por una virulencia excepcional y suponen un riesgo crítico tanto para los ecosistemas como para las comunidades rurales y sus economías.

El testimonio de Felipe Molina y la realidad de fincas como Las Albaidas evidencian que el declive de este oficio no solo es una pérdida económica y cultural, sino la renuncia a una herramienta vital de prevención. El coste de la extinción y restauración de un monte calcinado se mide en miles de euros, una inversión que contrasta con el coste de un manejo preventivo que mantienen vivo un ecosistema y un modo de vida.

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