Del barrio más pobre y con uno de los mejores expedientes académicos: “Iba a la biblioteca para poder leer”
La adolescencia es una etapa en la que las horas se pasan con los amigos, en el instituto, en el recreo, en actividades fuera del centro o saliendo los fines de semana por la ciudad. En definitiva, un mal momento para estar solo. Sara Carrillo, cordobesa de 25 años que ha vivido siempre en Las Palmeras, tuvo que pasar por ello debido a la discriminación y al bullying que sufrió por vivir en este barrio, uno de los más pobres de la ciudad. Pero ahora sorprende a todos con su brillante expediente en el que recoge doce matrículas de honor en el Grado de Educación Primaria. Para llegar hasta aquí, Sara ha tenido un arduo camino que ha contado a Cordópolis.
De pequeña siempre ha sido una niña feliz ni se sentía “discriminada ni sufría acoso escolar en el cole”. Los años pasaron y Sara seguía siendo una niña “muy risueña y extrovertida” que ya iba empezando a sentirse atraída por la lectura gracias a su padre. “Siendo seis en casa no teníamos ni para comer. Cómo me iban a comprar un libro. Íbamos a la biblioteca o al centro cívico”, cuenta. Pero los problemas empezaron a llegar a su vida en el instituto, donde recuerda “el primer jarro de agua fría”.
Durante el primer año de la ESO, uno de sus amigos fue el primero en hacer un comentario que nunca olvidará. “Soy muy responsable y tiendo a proteger a los demás. Este niño se hizo un esguince y tuvo que llevárselo la ambulancia. Cuando fui a darle su chaqueta para que no se la olvidara, me dijo: ”No, tú no vayas a por la chaqueta, que como eres de Las Palmeras a ver si me la robas“, relata. Este comentario fue el primero de una larga lista, con ”invenciones“ sobre su familia que tuvo que sufrir durante cuatro años. ”Incluso los padres de mis compañeros les prohibían juntarse conmigo“.
Esto le llevó a continuar los años de la ESO sin amigos. “Me afectó a los estudios, a mi autoestima, me sentía mal porque no quería estar sola y en esa época te basas en tus amigos”. Pero después de un bajón académico, con 14 años y sin contarle la situación a nadie porque “en casa ya había demasiados problemas”, otra niña le tendió la mano. “Una chica se dio cuenta de lo que pasaba y me ofreció irme con su grupo en el recreo, pero ya casi al final de la ESO. Me ayudó a seguir mi camino y a sentirme valorada”, expresa. Finalmente, Sara le contó la situación a su familia “porque con otros familiares volvió a pasar lo mismo y empezaron a sufrir bullying”. Por esto centró su carrera en el acoso escolar y actualmente se encuentra “esperando a que publiquen un artículo científico y escribiendo otro”, ambos sobre el tema.
Doce matrículas de honor
Siguiendo con sus estudios, la joven logró obtener una buena nota en Selectividad que le permitió entrar en la Universidad, pero no fue tan fácil. Debido a su situación económica, su familia no podía permitirse tener internet ni un ordenador en casa, por lo que no pudo echar la matrícula el primer año. “Mis amigas hicieron Selectividad en septiembre. Entonces, tampoco me enteré de qué tenía que hacer”, detalla. A pesar de encontrarse en un momento delicado, ya que le “costó mucho superar la situación”, su optimismo le ayudó a buscar el lado positivo y pasó el año sacándose el carnet de conducir y realizando otros cursos. “La situación me llevó a entrar en la Universidad con más fuerzas, nunca había sacado una matrícula de honor y en la carrera saqué doce y llegué a ser la número uno de mi clase”.
Al contrario de lo habitual, que es crearse una mala imagen de una persona por vivir en un determinado barrio sin conocerla, los profesores de Sara “se formaron una imagen a la inversa”, y cuando se enteraron de que era de Las Palmeras no lo creían. La cordobesa nunca ha querido “señalarse” en clase por no tener un ordenador o internet, hasta que sus profesores lo supieron por distintos motivos. Sin embargo, indica que “siempre” se ha sentido “valorada e incluida” por ellos.
Sara cuenta que para ella sus estudios eran “como un trabajo”, ya que sus padres le dejaban estudiar durante el año a pesar de la necesidad económica de su familia. “Por eso yo me esforzaba más en estudiar durante el curso y luego en verano sí trabajaba”.
“En los currículums no ponía la dirección”
Si encontrar amigos en la adolescencia era complicado, lo que le resultó más complicado en su etapa adulta fue encontrar trabajo. “En el currículum no ponía la dirección”, explica Sara, que obtuvo su primer trabajo como vigilante en una piscina de Marbella. Antes solo se había encontrado con “un no rotundo” cuando le preguntaban en las propias entrevistas de dónde era, y “siempre intentaba evadir la pregunta”.
Con negativas en su propia ciudad y la situación de necesidad viviendo en una familia numerosa, decidió probar suerte y empezó a trabajar en la localidad malagueña durante el verano. “Estuve meses sin ver a mi familia, a mi pareja, a mis amigas”, relata. Pero el sacrificio tuvo su recompensa y, una vez más, el trabajo de Sara se vio recompensado. “La jefa me llamó medio llorando porque era la primera vez en más de 20 años que le habían escrito correos dándole las gracias por mi labor”.
“Cualquier niño te dice lo que quiere ser de mayor, ellos no”
Ahora, Sara se encuentra trabajando como coordinadora de menores de entre seis y 16 años en la Asociación Estrella Azahara del mismo barrio, en la que empezó como voluntaria en 2016. A su llegada tuvo una sensación “agridulce”, ya que notó la falta de motivación de los niños y niñas por el estudio. “Les chocó que yo fuese de Las Palmeras y que estuviese allí”, detalla. Y es que, igual que la veían como un referente -algo que la alegró- le dio pena ver que, “con lo pequeños que son, no tenían expectativas como cualquier niño que te dice lo que quiere ser de mayor, ellos no te decía nada”. Con esto supo que su labor tenía que ser allí, con los menores de su propio barrio, para ayudarles a tener expectativas de futuro.
Ahora, unos años más tarde, afortunadamente ya ve una leve diferencia. “He notado que ahora sí creen que pueden porque ya tienen referentes y ejemplos a seguir”, ya que, según cuenta, son ya varios los jóvenes del barrio que han conseguido sacarse la ESO e incluso distintos grados medios o superiores. La carrera vital de Sara ha sido una completa carrera de obstáculos, pero también de logros, siempre guiada por la fuerza y el coraje que ha heredado de su madre y su abuela, las dos mujeres que tiene como referentes.
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