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REPORTAJE
“Imbebible”: del agua con color en el grifo a comprar embotellada para todo

Agua con color del grifo en un bar de Alcaracejos

Carmen Reina

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En una hora, en el supermercado Market Gómez y Ortega de Espiel, se han vendido 250 garrafas de agua embotellada. Por su caja de cobro no paran de pasar vecinos con la cesta o el carro aprovisionado de agua mineral. Es media mañana de este martes y los reponedores de la tienda llenan de nuevo las estanterías de garrafas y botellas, mientras a la vez, siguen pasando los clientes a llevarse litros de agua embotellada.

A unos kilómetros, en Alcaracejos, el bar El Control de Raúl y Merche tiene varias mesas llenas y clientes en la barra desayunando. Tras ella, el café se hace con agua embotellada, el vasito de agua que lo acompaña también es de botella. Esta mañana han repuesto en el bar veinte cajas de botellas de 1,5 litros. Y van abriendo una tras otra.

Mientras, en el grifo de estos pueblos como en el resto de las comarcas del Guadiato y Los Pedroches, el agua del suministro público tiene color amarillento. “Imbebible”, dicen, quienes se han encontrado hace solo 24 horas con la declaración de agua no apta para el consumo y han tenido que aprovisionarse de agua embotellada para su día a día, a la espera de que lleguen los camiones cisterna anunciados por Emproacsa.

En su casa, Antonio llena el lavabo de agua y el color amarillento se apodera de él. Lo mismo ocurre al observar el agua del grifo que ha puesto en una garrafa para el recipiente de la tortuga de su hijo. El animal hace equilibrios en el borde, fuera del líquido de color.

En los bares y comercios, sus propietarios y trabajadores muestran también cómo el agua del grifo es turbia y coloreada. En el bar Tic Tac de Alcaracejos, estrenaron ayer un cartel para indicar que las infusiones y el café se hacen con agua de botella. Comenzaron a abastecerse comprando garrafas de agua -explica Toñi, camarera-, y ya han encargado un palé completo de envases para su establecimiento, que los almacena en el patio-terraza contiguo al local.

Entre los vecinos, el tema de conversación es la falta de agua potable y la sequía. “¿Qué va a salir por el grifo si no ha llovido?”, se preguntan en un supermercado Covirán de Alcaracejos, mientras por la caja van pasando vecinos con garrafas y botellas por pares. “El agua del grifo tiene un color asqueroso, marrón”, dice Mónica, clienta que se lleva un pack de seis botellas grandes. En casa son tres y la necesitan para beber y guisar.

Hay personas, cuentan, que ya hace un tiempo que beben siempre agua embotellada, porque lo del color y el aspecto del agua del grifo, no es nuevo de un día para otro. “La gente ya venía a comprar agua embotellada antes”, dicen en este supermercado. Y Antonio, en su casa, confirma que ya la compraban antes “para beber. Pero sí usábamos del grifo para guisar y ducharnos”.

Los clientes en el bar señalan que “es imposible consumir ese agua”, mientras tras la barra se van llenando vasos para acompañar el café, con una botella. “Ese gasto lo ponemos nosotros -dice Raúl como propietario- porque el agua embotellada la tengo que comprar y, de momento, los precios no se han tocado”.

El color no es la única característica que los vecinos de estos pueblos han notado. “El agua caliente huele a cieno”, dice Merche, que apunta que el agua “deja un poso marrón”, de partículas de lodo, en los recipientes que se llenan con el grifo. “Y te reseca la piel al ducharte”. “Con el bombeo -de agua de La Colada a la ETAP de Sierra Boyera- han mezclado el agua, han mezclado todo, y no sirve”, se queja Raúl.

Falta de previsión para abastecerse

“Creo que lo han gestionado mal, no nos han avisado con tiempo. Y así no hay capacidad de prevenir esta avalancha de gente”. Quien dice esto es Carlos, trabajador del supermercado en Espiel. Hasta su establecimiento, donde no paran de reponer agua embotellada y de comprarla los clientes, llegaron pedidos incluso de empresas, como una residencia sociosanitaria de personas mayores, con 150 usuarios. “De repente, se vieron sin agua”, dice, cuando llegaron este lunes a comprar agua a su tienda.

En la residencia ya han podido contactar con su proveedor y este martes contaban con suministro suficiente de agua embotellada, explica a este periódico Mª Carmen, encargada del centro. “Ayer sí tuvimos que ir al pueblo para comprar agua”, para beber y para cocinar. Y poner carteles por todos sitios que recuerden a los usuarios del centro que el agua de grifo “no es potable”.

“Esta mañana ha sido un caos”

Mientras, en el supermercado del pueblo siguen vendiendo agua en garrafas y botellas. “Esta mañana ha sido un caos”, dice Miriam, una de las trabajadoras, sobre la avalancha de clientes. “Si hubieran informado antes, te da tiempo a abastecerte”, dice, mientras recuerda con sus compañeros que se vivían escenas que recordaban al inicio de la pandemia con “alarmismo” por un desabastecimiento que no se produjo ni entonces ni ahora. “Un cliente nos pidió ayer 400 litros de agua solo para él”, pone Carlos como ejemplo.

“Supongo que ahora nos cobrarán la mitad por el agua del grifo, porque si no la podemos usar para la mitad de las cosas...”, dice con sorna una de las clientas en la caja. “Claro, el agua no potable es más barata que la potable”, asevera la cajera mientras va pasando el código de sus botellas de agua para cobrarle. Y apunta: “¿Cómo no nos vamos a preocupar?”, sobre la situación que están viviendo los vecinos de 24 pueblos y 19 aldeas del norte de la provincia, unas 80.000 personas.

“Gastamos más agua de la que necesitamos. Y no hay agua”, reflexiona Laura en el bar de Alcaracejos. Porque más allá de la potabilidad del agua para consumo humano, detrás se vive con preocupación la grave sequía que ha secado el embalse de Sierra Boyera y que ha hecho que se bombee desde La Colada el agua que ahora no se puede beber. “No tenemos cultura de mirar por el agua. Y hay que educar a la gente”.

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