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La peana de camarín de la Virgen de los Dolores será restaurada

Firma del convenio para restaurar la peana de camarín de la Virgen de los Dolores | HERMANDAD DE LOS DOLORES

Redacción Cordópolis

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El presidente de la Fundación Caja Rural del Sur, José Luis García Palacios, y el hermano mayor de los Dolores, Emilio Molina, firmaron este martes un convenio por el cual la entidad se compromete a la restauración de la peana de camarín de Nuestra Señora de los Dolores. El importe de la rehabilitación asciende a la cantidad de 46.000 euros y el plazo de ejecución rondará los seis meses. Durante los trabajos, a cargo de la empresa Regespa, no se retirará del culto la imagen de la Señora de Córdoba.

La rúbrica del acuerdo tuvo lugar durante una visita del presidente de la Fundación Caja Rural del Sur a la iglesia hospital de San Jacinto, sede canónica de la hermandad del Viernes Santo. En el acto, García Palacios recordó y subrayó que precisamente fue Caja Rural del Sur la entidad que financió la restauración del Cristo de los Faroles. Del mismo modo, mostró su satisfacción por estrechar lazos con la cofradía para llevar a cabo la rehabilitación de la peana de camarín de la Virgen de los Dolores. También aprovechó para resaltar que la Semana Santa “es la fiesta más importante de Andalucía”.

En cuanto a los trabajos de restauración, estos se van a efectuar in situ. Es decir, sin que la pieza sea retirada del lugar que ocupa en la iglesia hospital de San Jacinto. La rehabilitación que llevará a cabo Regespa consistirá principalmente en el arreglo de los problemas estructurales de la misma, de ensamblaje de algunos elementos. Por otro lado se tratará el dorado de la peana.

La peana de camarín de Nuestra Señora de los Dolores es una pieza singular dentro del patrimonio artístico de Córdoba del siglo XVIII. Por sus dimensiones (1,90 metros de alto por 2,70 de base), por la importancia artística y devocional de la imagen para la que se hizo, por el alto prestigio de sus autores y por haber mantenido en todo instante su uso a lo largo de sus casi tres siglos de historia. Además, al no existir una pieza similar en la capital se puede considerar como un referente del exorno de los templos en otros tiempos que no encuentra parangón en la ciudad.

A mediados del siglo XVIII, la hermandad decidió la realización de la gran peana para realzar la presencia de Nuestra Señora de los Dolores en el camarín que se abre en el altar mayor de la iglesia hospital de San Jacinto. Las limosnas recogidas en un primer momento para sufragar su coste no fueron suficientes y la llegada como hermano prior de Bernardo Rubio Barrionuevo en 1753 hizo que el proyecto cobrara nuevo impulso. En el primer libro de actas de la corporación quedó recogido dicho hecho. “Viendo esta Venerable Congregación lo mucho que faltaba para el asiento del trono dispuso con su acostumbrado celo nuestro hermano don Joseph Borrego el que se hiciese más diligencia entre nuestros hermanos”, apuntaba el documento.

A partir de ese momento se incrementaron los donativos de forma considerable, de tal forma que Bernardo Rubio llegó a regalar un anillo de diamantes y rubíes. En poco tiempo se logró la cantidad de 1.670 reales que, junto con los 330 de un préstamo facilitado por el capellán Manuel de Ayllón, se consiguió pagar los primeros 2.000 al tallista Teodosio Sánchez Cañadas. En el primer libro de cuentas de la hermandad también figura el pago de 60 reales a Tomás Jerónimo de Pedrajas “por la traza o dibujo que le mandó hacer esta Congregación para el trono”, así como los 44 maravedíes gastados “la tarde que se sentó el trono en el Hospital de San Jacinto por razón de gratitud [en] un regresco que se dio en dicho Hospital a todos los oficiales del tallista y maestro”.

Terminada la talla, tocaba el dorado. En el Cabildo General del 1 de febrero de 1756 se acordó encomendar tal tarea al dorador Manuel de Arenas al contar la congregación con los fondos suficientes. También existió la aportación del marqués de la Vega de Armijo, quien destinó 1.100 reales de su bolsillo. El importe total ascendió a 2.200 reales, con el compromiso de entregar al dorador 100 más “en caso de hacerlo a satisfacción”, así como de que estuviese terminado su trabajo para el Viernes de Dolores de ese año.

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