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La mochila llena de Gervasio Sánchez

Gervasio Sánchez posa ante sus obras. | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El periodista cordobés de conflictos cuenta a los espectadores de la bienal sus 25 años de viajes y fotografías

Gervasio Sánchez comienza citando a Hannah Arendt. La filósofa alemana de origen judía concluyó tras el juicio a Adolf Eichmann -el encargado de organizar la deportación de millones de hebreos a las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial- que el jerarca nazi no era ningún monstruo. “Era una persona normal que en unas circunstancias concretas se comportó de esa manera. Y eso es lo verdaderamente aterrador. No era un monstruo”, cuenta Sánchez.

Las imágenes que le rodean podrían hacer pensar lo contrario. Son las decenas de imágenes en blanco y negro -también las hay en color- que componen la antología de 25 años que se expone en la Bienal de Fotografía, en la sala Vimcorsa. Instantáneas captadas en los conflictos de América Latina donde Gervasio Sánchez se inició a finales de los ochenta. Instantáneas de su paso por las guerras de los Balcanes. Detalles de Afganistán, Ruanda, Camboya...

“Ha sido un largo viaje y en cada parada metes algo en la mochila. Y también algo se te muere por dentro”.. Gervasio Sánchez guió así el sábado, el domingo y este lunes -a las 11.00- por las distintas estancias de su exposición a los visitantes. El reportero pasó años trabajando de camarero a destajo para poder pagarse la carrera de periodista en la Autónoma de Barcelona, primero, y los viajes que le convertirían en uno de los mejores periodistas de conflictos español, después. “En aquellos primeros viajes captaba muchas imágenes de muertos. Fotografías muy duras, muy gráficas sobre lo que pasaba”, recuerda a los visitantes a su exposición.

Pero una noche de 1990, en Ayacucho (Perú), iluminado por las grandes hogueras que el grupo terrorista Sendero Luminoso prendía en el monte para amedrentar a los civiles y a los militares que luchaban en una salvaje guerra civil, Sánchez mostró sus instantáneas a un veterano y experto compañero y éste le hizo una crítica feroz. “Mis imágenes eran convencionales. Faltaba algo. Ese día todo cambió”, recuerda el fotógrafo.

La siguiente parada de Gervasio Sánchez fue la larga cadena de guerras consecuencia de la desintegración de la antigua Yugoslavia. El periodista vivió el cerco de Sarajevo durante años. “Y allí dejé de fotografiar muertes y me centré en los vivos, en los que teína que sobrevivir cada día”. Siguiendo el consejo de sus compañeros expertos, empezó a usar película en blanco y negro y se percató de las escenas de guerra como no solían retratarse: soldados llorando a sus compañeros muertos, niños jugando entre los cascotes, refugiados, paisajes solitarios asolados por la metralla.

Sus viajes y la evolución de su trabajo le llevó a enfocar su objetivo cada vez más en las víctimas y en las consecuencias de la guerra. “Porque no acaban cuando lo dice Wikipedia, las guerras duran mucho más”. Y persiguen a los civiles en forma de minas, pro ejemplo. Su proyecto Vidas minadas registró la evolución a lo largo de los lustros de jóvenes víctimas de estas bombas, diseñadas para mutilar.

Entremedias, a Gervasio Sánchez se le ha cruzado otro proyecto todavía más monumental: el de retratar la pesadilla de las personas con familiares desaparecidos; la historia de las fosas comunes, de los centros de tortura y exterminio. Una decena de países de América, África, Asia y Europa con epílogo en España, donde miles y miles de personas siguen enterradas sin nombre desde la guerra civil y la posguerra. “Es una vergüenza para nuestra clase política que ha instrumentalizado este tema, desde la izquierda y la derecha, sin tener en cuenta a las familias”, terminó.

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