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Martín de Roa, 7: corazón flamenco en el Alcázar Viejo

Juan Collado junto a su mujer, propietarios del patio de Martín de Roa, 7. | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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El patio de esta casa del popular barrio de San Basilio fue escenario en su día de veladas con artistas como el ‘Tomate’ | El inmueble cuenta con un pozo árabe de 800 años de historia

El cante jondo es una flor, que luce en cualquier lugar pero tiene su mejor cultivo y cuidado en el sur de España. Esta tierra sabe bien del color de que aporta la guitarra, la voz, el baile. Uno de los barrios más antiguos y populares de Córdoba, vida plena en mayo, conoce a la perfección un arte que comparte con sus patios el honor de ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Entre macetas y plantas, en un rincón único, fue desvelo y banda sonora durante noches años atrás. Muy cerca de la antigua muralla, que hoy conduce de mágica manera a esa pequeña urbe que dentro de otra existe, la calle Martín de Roa latió, y late, de flamenco modo. Recuerdos de tiempos en los que la fiesta tenía lugar en el centro de su casa guarda Juan Collado, quien rememora las actuaciones de un tal Tomate.

Adentrarse en el Alcázar Viejo es hacerlo en un mundo diferente. Antiguas casas con un sabor distinto. Blanco encalado y color de flor. En el último inmueble de Martín de Roa, si uno accede por la calle San Basilio, se encuentra lo que en realidad es una vivienda doble. Aunque son muchas más. El zaguán tradicional en este caso conduce a dos espacios diferentes, el número 7 y el 9. En ambos, los vecinos conviven en torno a dos de los patios de mayor atractivo en el mes festivo por excelencia de Córdoba. En este caso, sólo el primero participa del Festival de Patios, con uno cuyo origen está en un viejo pozo árabe. “Tiene 800 años y a raíz de que estuviera ahí se hizo todo lo demás”, explica Juan Collado, quien señala que la casa fue levantada unos cuatro siglos atrás. Tanto ésta como la compañera de pasillo “se han rehabilitado en varias ocasiones, la última hace dos años, pero su estética sigue igual”.

Con formas zigzagueante, el espacio principal dirige a varias viviendas, por las que se accede bien en planta baja o por unas escaleras en consonancia con el conjunto. En la actualidad, son cuatro las familias las que viven en Martín de Roa, 7, que posee cinco hogares. “Antiguamente cualquier matrimonio tenía siete u ocho hijos y si había cinco familias se juntaban en el patio treinta y pico personas”, cuenta Juan Collado, que lleva tres décadas en el inmueble. Su mujer acumula más tiempo en una casa en la que se mantiene intacta la costumbre generacional del cuidado del patio, de sus flores. “Es una tradición que viene de abuelas y madres. Desde chicos nos enseñan a cuidarlo”, explica Collado, que a la hora de aportar otro dato que haga especial a tan florido escenario recuerda las noches en las que el cante jondo lo llenaba.

“Aquí, antes de que empezará el Concurso (el actual certamen, pues hubo varios de manera intermitente), venía la gente de poder, de mucho dinero. Traían su guitarra, su cantaor, su jamón, su queso y su vino y ahí se tiraban toda la noche”, rememora Juan Collado. “Pedían permiso y a nosotros nos venía muy bien, porque te daban un dinero que permitía mantener el patio. De ahí vino el pique de ver qué patio estaba mejor, porque ellos decían: hoy vamos a éste que me gusta cómo está”, explica uno de los propietarios de esta casa que mantiene el sello de comunitaria en el sentido de que son varias las familias que en ella habitan. Y, ¿qué artistas acudían a los saraos? “El Tomate, que precisamente es del barrio, estaba cada dos por tres. Se pasaban toda la noche bailando, cantando… Eso era fantástico”, apunta Collado.

Es la memoria de las noches en las que el tal Tomate, ese mítico guitarrista, nombre esencial en la historia del flamenco de Córdoba, y otros muchos llenaron de arte un rincón que ya de por sí lo tenía (y tiene). El corazón del arte jondo mantiene su latido en Martín de Roa, 7, un patio en el que se reúnen plantas tan diversas como lo son sus buganvillas, sus tréboles morados o sus gambas, flores provenientes de América Latina. “Esa planta no existe en España, viene de México”, indica Juan Collado, uno de los propietarios de una de las casas patio más características del Festival de la ciudad. Una vivienda que lleva más de tres décadas de participación y que acumula un largo historial de reconocimientos. Guitarra, cante y flor en el Alcázar Viejo.

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