Luis Castellanos: “Al cerebro le encanta el lenguaje positivo más que el chocolate”
Partiendo de estudios en el campo de la neurociencia, Luis Castellanos vio confirmada su teoría de que las palabras positivas tienen un efecto beneficioso inmediato en el cerebro frente aquellas que dan nombre a actitudes y sentimientos negativos. Así salieron a la luz sus obras La ciencia del lenguaje positivo y Educar en lenguaje positivo. Desde entonces, este divulgador ha trabajado con políticos, empresarios y distintos implicados en el sistema educativo para demostrar los cambios que se pueden lograr en entornos sociales si, de manera individual, se abrazan narrativas internas positivas. Su último libro, El lenguaje de la felicidad, consiste en una afirmación reforzada de sus investigaciones a partir de experiencias personales de vida.
Pese a haber venido al mundo, asegura el filósofo, con un pesimismo congénito, dice haber encontrado en las palabras la capacidad para hacer frente a las complicaciones de la vida moderna, la clave para vivir una existencia realmente feliz lejos de los espejismos del sistema de consumo actual.
PREGUNTA. ¿Qué novedades fundamentales se encuentran en este nuevo libro respecto a los anteriores?
RESPUESTA. Este es mi propio lenguaje, mi historia de vida. Es la conclusión de toda una experiencia vital. Un manual de vida elaborado a partir de mis propias experiencias. He querido contar el modo en que he resuelto todos los problemas que he tenido, mis reacciones ante el sufrimiento, el dolor, el fracaso, el miedo y la pérdida.
P. ¿Esas reflexiones personales están escritas en un lenguaje poético o reflexivo?
R. Se nota que soy filósofo pero es un lenguaje metafórico. Me gustan mucho las metáforas porque sugieren mucho a las personas, más que un lenguaje más práctico y concreto. La metáfora te abre mundo, te abre horizontes. En este libro se encuentran metáforas y también actividades prácticas que trasladan la metáfora a una realidad que tú puedes llevar a cabo.
La metáfora te abre mundo
P. ¿En qué consiste la filosofía del lenguaje positivo?
R. Lo explico a través de mi propia experiencia. Yo no nací siendo muy positivo. Hay personas que, por genética, tienen unos comportamientos más optimistas hacia la vida. Otros no. Yo era de los que no. Entonces me dije que tenía que buscar una estrategia porque la vida así es insoportable a veces. Se trataba de buscar el modo de que la vida no fuese un drama. Lo primero que hice fue investigar el modo en el que reacciona el cerebro ante palabras positivas, negativas y neutras. Descubrimos que el lenguaje positivo te hace ser más creativo, una persona que toma decisiones de forma más rápida y te hace estar más concentrado y más atento. El lenguaje negativo te hace rumiar, te quita tiempo de vida. Yo era rumiativo. Nací humano pero podía haber nacido vaca. Quise encontrar la manera de evitar esto, así que me puse a investigar la manera de educar el cerebro a través del lenguaje.
Yo no nací siendo muy positivo
P. ¿Tiene esta filosofía algo que ver con la corriente filosófica positivista?
R. No (risas). Yo soy filósofo. Esta mañana, cuando estaba exponiendo a las empresas les decía que los filósofos fuimos los primeros zombis, pensábamos tanto que nos comimos el tarro y al final nos quedamos sin cerebro y fuimos por la vida queriendo morder a otros (risas). Esto es lenguaje positivo, es algo nuevo. Viene de la neurociencia, pero es una rama nueva. La publicación que hicimos en la revista Plos One, a nivel mundial, fue revolucionaria. Nadie había demostrado que el lenguaje afectaba al cerebro de una manera tan directa. A partir de entrevistas con deportistas de élite y estudiantes universitarios descubrimos que el lenguaje positivo te hace ser más creativo y el negativo te hace rumiar. Al cerebro le encanta el lenguaje positivo más que el chocolate. El lenguaje negativo te quita la vitalidad. No tiene nada que ver con el buenismo. Se trata de que, ante lo que nos ocurre, nuestro cerebro sea capaz de construir una narrativa diferente, una narrativa contra el desastre. Nos van a ocurrir muchas cosas a lo largo de la vida, muchas de ellas seguramente serán malas. Se trata de construir un lenguaje que nos ayude a enamorarnos de nuevo de la vida, a construir un futuro.
Al cerebro le encanta el lenguaje positivo más que el chocolate
P. Se trataría de construir una nueva actitud ante lo que nos acontece, aunque esas circunstancias no vayan a cambiar.
R. No, no cambian.
P. La queja, en cambio, puede ser revolucionaria. La crítica puede ser subversiva y esencial para ayudar a cambiar ciertas realidades.
R. Esta mañana lo he estado comentando en una charla con un grupo de empresarias. Hay cinco conductas que son maestros en la vida, pero enemigos del aprendizaje. Uno de ellos es la culpa. Cuando culpamos estamos eliminando la capacidad de ser creativos. El segundo es la excusa. También la crítica, que es diferente al espíritu crítico. Es una crítica al otro por su forma de vestir, de pensar… Estoy ocupando mi cerebro con negatividad sin aportar soluciones. También hay que mencionar la falta de generosidad o la mezquindad. Cuando estamos ante alguien que no es generoso, que no escucha, su mente se cierra porque no va a querer aprender. Es distinto el espíritu crítico, enfocado al aprendizaje. Una crítica que no condena, sino que trata de aprender del otro para encontrar soluciones creativas. Una buena crítica constructiva debe inducir a la creatividad. Los sistemas educativos han robado el espíritu creativo al ser humano. El lenguaje es la esencia para construir una verdadera creatividad, para construirme como una persona íntegra que trata de encontrar soluciones a los problemas.
P. Me estaba preguntando qué dirían Nietzsche o Sartre si estuvieran aquí sentados.
R. Ah, esta me encanta. No es cuestión de inteligencia. Los nazis eran muy inteligentes y mira lo que hicieron. Nietzsche me encanta, Sartre me encanta. También Aristóteles, Heidegger también tenía su lado nazi. La inteligencia está sobrevalorada.
P. Eso mismo declara uno de sus colegas, el conferenciante Victor Küppers, quien asegura que la inteligencia está sobrevalorada y que ser amable tiene mucho más mérito.
R. Bueno, la inteligencia en este caso estaría en el cómo. Cómo hacemos para que las personas sean más compasivas, más tiernas, más cariñosas, más cálidas. Eso es lo que nos hace falta. De todas las encuestas que he llevado a cabo en colegios con padres y madres, algunos teniendo a sus hijos en el ejército, todos concluían que lo que querían para sus hijos e hijas es la paz, la felicidad y la alegría. A mí lo que escribía Nietzsche y sus reflexiones… O cuadros como el de El Grito, tú dices ¡Por Dios!. Es que confundimos muchas cosas. Nuestra expresión de la vida es necesaria, distinto es lo que hacemos con esa expresión. Si nos creemos todo lo que decía Nietzsche o Sartre o todo lo que digo yo, igual no construimos nada.
La inteligencia está sobrevalorada
P. Nietzsche o Sartre o Edvard Munch pueden ser más o menos de nuestro agrado, pero sus grandes aportaciones son innegables.
R. Bueno, claro.
P. Entonces, qué podría aportar este lenguaje positivo a un nivel global, para la mejora y el progreso.
R. A ver, es que hay que clarificar primero lo que es el lenguaje positivo. No son palabras. Se trata de nuestra narrativa. Nuestro pensamiento está construido a base de palabras. Cuando ocurre algo desagradable puedes lamentarte mucho. Yo, que tengo hijos, he sufrido ciertas situaciones desfavorables. Ante ellas, puedes lamentarte y decir qué vida más perra esta que me ha tocado, pero también tienes la posibilidad de transformar la realidad de tu propio lenguaje. Además, ocurre algo muy curioso. Nuestras experiencias generan memoria, y nuestra memoria a veces nos traiciona. Científicamente, se sabe que nuestras memorias son falsas. Entonces yo puedo construir mi propia narrativa, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento y ver qué puedo hacer con eso en mi espíritu y en mi corazón. Todo se juega en nuestra habla interior.
P. Una filosofía construida a partir de la neurociencia acaba transformándose, sin embargo, en algo muy espiritual.
R. Muy bien. Me gusta ese detalle. Lo espiritual es una técnica, también, es una táctica. Es cerebral. Está en nuestra mente. No tenemos respuestas a todo. Al final, a lo largo de nuestra vida, lo que estamos haciendo es educar a nuestro No consciente. Lo que estamos haciendo a lo largo de nuestra vida es aprender a llevarnos bien con nuestro cerebro. Cuando hablamos de lenguaje positivo, palabras positivas como sencillez, humildad... De repente estamos construyendo una forma de ser, una forma de estar, un estilo de vida, un estilo de pensar. El pensamiento está hecho de palabras. Al final yo decido qué palabras deseo tener en mi corazón y habitar. Esas palabras van a conformar mi actitud ante la vida. Puede sonar a espiritual pero es una táctica del cerebro. Nuestro cerebro debe elegir si quiere amar o no, a veces incluso a personas que no conoce. Eso me parece brutal porque quiere decir que el ser humano guarda un hecho fundamental, que es la trascendencia.
P. La capacidad de supervivencia y trascendencia en el ser humano es innata, claro.
R. Bueno, tanto como innata… ahí pondríamos algún interrogante. Somos seres biológicos en evolución constante y permanente. Innato llamamos a la propia evolución. Innato, como tal, no es un factor. En el libro lo defino con los originales. Hace mucho tiempo no existía la palabra abrazo. Nunca existió la palabra abrazo por primera vez. Un original es cuando alguien decidió que tenía que nombrar cómo inventar aquello que veía. Cuando empezó a nacer el lenguaje fue porque le queríamos poner nombre a un sentimiento. Había una emoción y luego mi cerebro sentía algo, pero no sabía nombrarlo, y de repente puso nombre a un abrazo, un beso y una caricia. Tardó tiempo en ponerlo. Fuimos capaces de dar formas de expresión a aquello que daba origen a buenos sentimientos. Pero también surgieron los malos sentimientos. Poner nombres fue el hecho más fantástico en el ser humano. Ahora se trata de elegir aquellos nombres que nos hacen ser mejores. Esa es la historia del lenguaje, qué elijo. Nació el odio, pero nació el abrazo. ¿Somos capaces de escoger aquello que nos hace más dignos de tener vida, de amar, de compartir, de tener compasión?
Poner nombres fue el hecho más fantástico en el ser humano. Ahora se trata de elegir aquellos nombres que nos hacen ser mejores
P. ¿No se supone que ya, de por sí, somos dignos como seres humanos?
R. Bueno… claro, toda vida humana vale igual, pero no toda palabra que se dice vale igual. Lo importante es distinguir qué palabras nos hacen ser más dignos y cuáles no. La palabra realza tu propia dignidad, la luz que puedes irradiar. Hay palabras que son luz. Si somos generosos, bondadosos, si buscamos la amistad, entonces vamos por buen camino. Tiene gracia cuando los políticos dicen eso de no hemos venido a la política a hacer amigos, entonces que, ¿hemos venido a hacer enemigos? Tenemos un mal rollito. Eso lo dijeron en su día Pablo Iglesias y Albert Rivera. La misma palabra dicha por dos partidos totalmente diferentes. Tenemos que tener cuidado con el lenguaje que decimos porque ese lenguaje nos está quitando o dando posibilidades, nos está ayudando a construir un mundo mejor o un mundo peor.
P. Ya que mencionas el terreno político. Es un campo en el que se utilizan eufemismos para maquillar realidades incómodas.
R. Sí, en ese caso se trataría de la manipulación del lenguaje. Manipular el lenguaje es muy peligroso. Por eso yo hablo del lenguaje habitado. Creer y asumir de verdad las palabras que utilizamos. Con el lenguaje te puedo decir mil cosas sin que haya una intención real detrás. Por eso debemos habitar las palabras, para que aquello que digamos sea auténtico y genere confianza, y no se destruirá con los hechos. Las palabras que nos decimos a nosotros mismos son los primeros hechos. Casi todo nos lo jugamos en nuestro interior, en nuestra habla interna. A los políticos les falta el sentimiento de la piedad, el de la amabilidad, el de la bondad y la compasión, porque no aparece nunca en su lenguaje y creen que no es valioso. Tenemos que hacer verosímil ese lenguaje. Lo hemos hecho inverosímil. Si me dedico a preguntar a la gente lo que más quiere para sus hijos y para sus familias y siempre responden que quieren amabilidad, compasión, felicidad…Por qué le estoy quitando todo eso del lenguaje. Por qué un político no habla de eso y sin embargo es capaz de vociferar que somos diferentes al resto del mundo. Que nuestra lengua o nuestra raza son mejor que las otras. Por qué. No nos damos cuenta de que somos millones de personas iguales, con el mismo valor. Por qué con el lenguaje estamos quitando el valor a otros y estamos impulsando el odio. Yo utilizo el lenguaje contra ese tipo de narrativas. Creo que el lenguaje oral, escrito y textual es la gran revolución del futuro. Será una revolución lenta, de ir paso a paso. Siempre lo digo, no nos convirtamos en salvadores. A mí las revoluciones me dan pánico, porque llevan a pensar que unas razones y motivos son mejores que otros. Se trata de buscar cambios graduales y conscientes.
A los políticos les falta piedad, amabilidad, bondad y compasión, no aparecen nunca en su lenguaje
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