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La joven cantante de Las Tendillas: “Quizás tenía que haber bajado el micro y pedir a la gente que guardara la distancia”

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Alejandra Luque

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Valeria González Delgado lleva dos años cantando en la calle y nunca antes se había visto afectada por la exposición mediática de los últimos días. Los vídeos de su actuación del pasado sábado se hicieron virales y, con ellos, las imágenes de centenares de personas a su alrededor bebiendo y bailando, sin mantener apenas distancia de seguridad. Estos hechos han llevado al Ayuntamiento de Córdoba a suspender temporalmente las licencias que todos los artistas callejeros tenían para actuar en la vía pública. La joven, que en cierta medida se siente responsable de esta decisión, pide que se reconsidere la medida para que todos los artistas no se vean perjudicados.

Las imágenes son de sobra conocidas por todos. Fueron grabadas durante la tarde del sábado, día en que Córdoba pasaba a la fase 3, lo que conllevó el cierre del comercio a las 21:00 tras semanas produciéndose a las 18:00. Acostumbrada a que un máximo de diez personas se arremolinara a escuchar, Valeria nunca pensó que tal cúmulo de gente podría congregar a su alrededor.

Sobre las 17:30, como cada tarde, la joven acudió a su especial cita en Las Tendillas, ataviada con algún que otro adorno navideño. Aquella jornada la cogió con ganas ya que “la semana había ido fatal porque lloviendo es imposible ir a cantar”. Así que, con un conjunto de canciones de Navidad aprendidas, cogió el micro y empezó a cantar. A partir de las 18:00, coincidiendo con el cierre de los bares, cada vez más personas se pararon a escucharla, sin mantener la distancia de seguridad.

Además, asegura, que tanto Cruz Conde como Gondomar y el Bulevar de Gran Capitán “estaban atestados de gente”, al igual que los comercios que visitó, donde las propias trabajadoras le comentaron las dificultades que tuvieron para controlar el aforo ante la masificación de personas. Todo este cóctel molotov llevó a que Valeria se viera rodeada “de una gran multitud” bailando y cantando. “Se fue todo lo de las manos. Yo me quedé en mi nube y me lo estaba pasando muy bien al ver que la gente también estaba contenta”, reconoce la joven, que entona el mea culpa: “No supe parar. Quizás tenía que haber bajado el micro y pedir a la gente que guardara la distancia de seguridad, pero no lo hice”.

Explica que ante la marabunta de gente se personó un agente de la Policía Local, quien le solicitó el permiso para poder actuar en la calle. “Al ver que todo estaba correcto, se fue. No me dijo nada más y esperaba que me ayudara porque yo no sabía cómo parar a tanta gente”. Afirma que por Las Tendillas pasaron hasta tres coches de la Policía Local y que “ninguno se paró”.

Tras esta experiencia, algunos amigos le han recomendado que, entre canción y canción, pida al público que mantenga la distancia de seguridad aunque lamenta que ella no puede mediar “cuanta gente se coloca” a su alrededor. “Lo siento, de verdad, porque no era mi intención llegar a tanta masificación. Pero también entiendo que no puedo ser responsable de cada persona. La responsabilidad civil es lo más importante”, argumenta la joven, que rechaza la medida adoptada por el Ayuntamiento. “Yo no soy la única que trae dinero a casa sino que hay otras muchas personas que tienen ese permiso y que se han visto afectadas por todo esto.

Pasada la revolución generada durante la noche del sábado, Valeria acudió el domingo a la misma hora y al mismo punto. La estampa fue totalmente distinta. “Le dije a la gente que mantuviera la distancia de seguridad y, además, había cuatro Policías Locales por lo que me sentí tranquila en el caos de que ocurriera algo. Quizás tendría que haber elegido canciones más tristes y no para animar, no lo sé, pero no se puede cerrar el grifo a los artistas callejeros”, concluye la joven.

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