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La Diócesis destaca que la provincia de Córdoba cuenta con más de 700 religiosos

Imagen de unas religiosas en Córdoba.

Redacción Cordópolis

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Bajo el lema Padre nuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios, este sábado 2 de febrero se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que “tiene como objetivo dar gracias a Dios por este don, que hace presente la ofrenda y la entrega de Cristo”, en este caso por más de 700 religiosos en la provincia.

Según ha informado la Diócesis cordobesa, tal y como explica el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en su última carta pastoral, “la vida consagrada reviste múltiples formas de consagración: desde las vírgenes consagradas hasta las monjas contemplativas que hacen de su vida una ofrenda en el claustro, manteniendo viva y encendida la lámpara de la fe y del amor en medio de nuestro mundo de hoy”.

Son “hombres y mujeres santos, gigantes en el amor a Cristo y en la entrega de sus vidas por amor”, que “han sembrado el campo de la Iglesia de múltiples carismas para proclamar el Evangelio a toda la tierra en la catequesis, en la vida misionera, en la predicación con su vida y su trabajo permanente. Son los santos y santas fundadores”.

Por su parte, delegado diocesano para la Vida Consagrada, Alberto José González, “la vida consagrada sigue siendo hoy por hoy muy necesaria” y, aunque en la actualidad “está sometida a un descenso de vocaciones, debido a la avanzada edad de muchas religiosas, sí que las que hoy tenemos en nuestra diócesis se entregan por completo en todos los campos al servicio de la sociedad: con los enfermos, en los hospitales, en diversos barrios, así como en centros educativos, entre otros”.

En concreto, la Diócesis de Córdoba “cuenta actualmente con más de un centenar de religiosos y más de 600 religiosas” y, “aunque van faltando comunidades, están surgiendo al mismo tiempo nuevas formas de vida consagrada”, pues, según ha aclarado González, “en la Diócesis, no solo tenemos monjas o monjes, religiosos o religiosas, sino un buen número de vírgenes consagradas y miembros de institutos seculares”.

Según la definición del obispo, “son hombres y mujeres humildes y desconocidos en la mayoría de los casos, pero necesarios para prolongar el más fino espíritu evangélico en nuestra sociedad. Hombres y mujeres en virginidad y castidad perfecta, para amar sin fronteras a aquellos a los que son destinados”.

Son, según ha concluido Demetrio Fernández, “hombres y mujeres sin alforja, sin túnica de repuesto, en pobreza y humildad, para mostrar al mundo el gran tesoro que es Dios. Hombres y mujeres en actitud de obediencia y humildad, en actitud de misión para ir donde haga falta, para gastar la vida por los demás en el nombre de Cristo”.

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