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Arranca Río Mundi con una lluvia que se cuela para homenajear a los grandes ríos del Planeta

Monumento homenaje al Ganges en Río Mundi.

Alfonso Alba

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Ha habido tardes de invierno más cálidas que esta. Ha habido días de diciembre también con menos lluvia. Un 8 de junio pocos podían pensar que la temperatura no iba a pasar de 20,5 grados. O que incluso iba a llover de esta manera. Pero el agua de la lluvia es precisamente la que alimenta a los grandes ríos del Planeta a los que quiere homenajear Río Mundi, el ambicioso festival de experiencias que ha puesto en marcha el Ayuntamiento.

A las 20:00, la Ribera del Guadalquivir parecía la del Támesis de Londres. Llovía y hacía fresco. Cada viandante iba acompañado de un paraguas, como en la capital británica. A las 20:05 empezó a llover. Apretó. No fue un diluvio, pero podía ser ese preludio de lluvias monzónicas que se dan para alimentar ríos como el Ganges o el Amazonas. A las 20:10 se veía, a lo lejos, un nubarrón muy negro y oscuro. Como el que se transforma en las tormentas que convierten al Danubio en el río más caudaloso de Europa.

Pero a las 21:00 ya paró. Sobre la Sierra de Córdoba se dibujaba un cielo despejado, aunque nublado aún en la ciudad, que recortaba una imagen más propia del Guadalquivir, ese río rodeado durante este fin de semana de mucha música, degustaciones, espectáculos de baile y hasta deporte, pero que a veces baja furioso por lluvias torrenciales y otras prácticamente seco por sequías desesperantes.

La inesperada presencia de la lluvia (estaba prevista, leve, pero quién iba a pensar que tanta) desdibujó la inauguración de un festival repleto de escenarios. Cubiertos con plásticos, tenderetes chorreantes y hasta espacios para conciertos repletos de barro no animaban al principio a una presencia masiva de público. Pero poco a poco, conforme el cielo fue dejando atrás las nubes, la amenaza de lluvia se hizo mínima y el público comenzó a animarse.

Los más valientes fueron los danzantes que no se lo pensaron y se pusieron a bailar junto a la Torre de la Calahorra. En la zona, la música empezaba a tronar y las barras a llenarse de público y clientes. Muchos turistas sorprendidos se integraban entre un paisaje que no se esperaban, y aunque algo deslucido arrancaba Río Mundi.

Mientras, en la explanada preparada para el concierto de los Aslándticos (donde debería haberse construido el Palacio del Sur) había barro, que muy poco a poco se iba secando. Los técnicos apuraban el tiempo para preparar los equipos, que se habían puesto a resguardo de la lluvia, y los camareros limpiaban como podían unas barras y unos frigoríficos que se habían mojado.

Al otro lado del río, la música comenzaba a sonar. Y otro río, en forma de gente, empezaba a tomar las calles del entorno de la Ribera, animada por el sonido que escuchaban. Pudo ser incluso el homenaje que la India ha querido dejar a la ciudad (inaugurado por el embajador de la India y el teniente de alcalde Pedro García), en forma de monumento al Ganges, donde en una especie de bañera parece animar a sumergirse en aguas santas.

El caso es que poco a poco los escenarios comenzaron a funcionar con su música (blues, brit pop o hasta hindú y brasileña) y la gente a bailar. Cosas de los festivales al aire libre.

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