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Alvear y el equipo Envínate unen fuerzas para dar a luz vinos singulares

Imagen de archivo de una cata de vino | MADERO CUBERO

Redacción Cordópolis

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La Bodega Alvear de Montilla, la más antigua de Andalucía, pues fue fundada hace casi tres siglos, en 1729, ha unido fuerzas con el equipo Envínate “para buscar y encontrar la manera de que, el a veces desconocido viñedo de Montilla, exprese al máximo su potencial, de devolverle al terreno la importancia que debe tener en toda labor vitivinícola”, y de esta forma “dar a luz vinos singulares”.

Ese es el proyecto, según la información facilitada a Europa Press por Alvear, en el que se han embarcado, para que “una trayectoria con cientos de años de tradición se abra de par en par a la vanguardia”, pero “una vanguardia comedida, coherente, llamada a ser a su vez parte” de esos 300 años de historia.

Para ello, se ha sumado el talento de un enólogo “avezado, veterano, gran conocedor y amante de los vinos de Montilla”, Bernardo Lucena, quien lleva casi 30 años siendo el responsable técnico de Alvear, con el “empuje, creatividad y la investigación de un grupo de jóvenes enólogos y viticultores que han quedado deslumbrados con el terruño montillano”: Roberto Santana, Alfonso Torrente, José Martínez y Laura Ramos, conocidos como Envínate y que son buscadores de variedades en extinción y rescatadores de viñedos especiales y únicos en lugares como Tenerife, Ribeira Sacra, Almansa o Extremadura.

En el Sur es habitual que la atención esté centrada en el trabajo de bodega, en lo que Alvear está sobrada de experiencia, mientras que Envínate reclama el viñedo montillano de calidad superior y ha emprendido “labores investigadoras para esclarecer la importancia del suelo a la hora de marcar el carácter de las viñas y los vinos que de ellas se elaboren”. Esta sinergia “dará a luz vinos singulares, la Colección '3Miradas', a partir de ”tres perspectivas donde las parcelas, los suelos y las altitudes toman protagonismo, donde los matices, más que nunca, importan“.

Así, según se ha destacado desde Alvear, “una es la mirada de la maduración de la uva mediante cata, sin necesidad de que alcance el estándar de 15 grados; la otra es la tradición, la PX madurada hasta los 15º y donde el velo de flor campa a sus anchas, ambas en elaboraciones con y sin pieles, y una tercera mirada es la de un vino insólito, de pueblo, una descripción líquida del mejor viñedo montillano”.

En este proyecto tiene gran importancia, igualmente, el Lagar las Puentes (1936) de Alvear, que alberga una hilera de tinajas donde tradicionalmente se llevaba a cabo la fermentación de los mostos, muy cerca de los pagos, para evitar la degradación de la materia prima durante el trayecto en condiciones de mucho calor.

Hoy esas tinajas “guardan, cual tesoro”, 25 vinos distintos procedentes de pagos de la Sierra de Montilla. Algunos de ellos, como Cerro Macho, Antoñín o Garrotal, forman parte del célebre pago de Riofrío; viñedos viejos y en vaso de la variedad Pedro Ximénez y situados a distintas altitudes (hasta los 700 metros), con orientaciones diferentes y con los que Bernardo Lucena y Envínate han jugado para llevar a cabo vendimias en distintas fechas.

Han buscado la madurez fisiológica mediante la cata, en unos casos, o la llamada “industrial”, recogiendo la uva cuando alcanza los 15 grados, en otros, y en la bodega, sometiendo la uva de esos pagos a distintas elaboraciones, macerando unas partidas con pieles y otras sin ellas, “para lograr una diversidad capaz de retratar la complejidad de los mejores pagos vitícolas de Montilla”.

Envínate ha seleccionado, además, partidas con gran potencial de envejecimiento, para pasarlos a botas y conseguir vinos diferentes y únicos. El resultado, “además de una nueva edición, completamente revisada y mejorada del blanco joven de la casa, Marqués de la Sierra 2016, serán vinos donde el terreno recobra un protagonismo casi olvidado, donde la elaboración forma parte de un engranaje en el que se trata de contar el origen, donde se deja hablar a la naturaleza”.

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