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Del alquiler turístico al alquiler para refugiados

Antonio, propietario que ha pasado de alquilar por Airbnb a alquilar a refugiados.

Juan Velasco

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A nadie se le escapa que uno de los sectores más golpeados por la crisis económica asociada a la pandemia del coronavirus es el del turismo y, dentro de éste, el subsector del alquiler vacional. Se trata de un medio que, alentado por modelos como Airbnb, ha estado en el centro de la diana por sus posibles efectos nocivos como la turistificación o la gentrificación, fenómenos que en la Córdoba pre-Covid, ya estaban comenzando a asomar la patita.

A finales del año pasado, había en Córdoba 1.994 viviendas que se alquilaban a turistas bajo estas plataformas. Antonio Aguilera, un arquitecto técnico cordobés en paro, era uno de los cientos de cordobeses que se ganaba bien la vida alquilando por estas aplicaciones. Hace unos años detectó que había negocio y compró dos viviendas, haciendo una reforma integral en los pisos y poniéndolos en alquiler turístico.

Sin embargo, Antonio explica que llevaba ya un tiempo dándole la vuelta a la idea de pasar al alquiler convencional de larga duración. “No lo hice antes porque me quedé sin trabajo”, reconoce ahora. Este año tomó rumbo a Granada a vivir con su pareja, mientras seguía alquilando sus apartamentos de San Eloy y en la calle Zarco.

Hasta que el coronavirus se llevó por delante a todo el sector y a sus reservas. El arreón inicial fue duro. Al igual que ocurrió con los hoteles y apartamentos, las plataformas como Booking y Airbnb cancelaron todas las reservas de manera unilateral, sin dejar la posibilidad de reprogramar las reservas o tratar de negociar de alguna manera con los interesados. Antonio, sin embargo, vio la oportunidad para cambiar de target y dar carpetazo al alquiler vacional.

Así, puso ambos apartamentos en plataformas inmobiliarias y, en cuestión de días, le llamó una inmobiliaria. La persona que le llamó le comentó que estaban buscando pisos en Córdoba para dos familias de refugiados que participaban en un programa de Cruz Roja. Una era una familia colombiana de tres miembros y la otra una familia ucraniana de cuatro miembros.

“Son gente que, por lo general, tienen muchos problemas para encontrar vivienda”

Antonio reconoce que dudó, si bien el dueño de la inmobiliaria lo puso en contacto con una trabajadora social de Cruz Roja y las explicaciones de ambos terminaron de convencerle. “Son gente que, por lo general, tienen muchos problemas para encontrar vivienda. Y yo, si te soy sincero, lo que vi es la posibilidad de que entraran ya y me quitaran el problema de hipoteca, luz y gastos”, reconoce el joven, que añade que, además, encontró en su familia y amigos la comprensión que no toda la sociedad muestra hacia la situación de estas personas.

Tanto es así que finalmente optó por alquilar los dos pisos, a pesar de que para uno de ellos tenía ofertas sobre la mesa. En ello peso que, tal y como le explicaron, el contar con una vivienda propia es un paso esencial para que estas personas se puedan integrar en la sociedad.

También añade que la tranquilidad económica en este caso la aporta Cruz Roja, que demanda a las familias que justifiquen el pago del alquiler de la vivienda. Así, en apenas unas semanas echaron a andar las gestiones, se firmó un contrato y, desde principios de mes, sus dos pisos ya tienen nuevos inquilinos, que van a estar viviendo allí un mínimo de seis meses.

Antonio se muestra contento por el cambio. “Evidentemente, tal y como está la cosa, el alquiler turístico no va a volver, pero yo es que creo que aunque volviera no iba a poner yo mis pisos otra vez en esas plataformas”, indica al respecto.

Las familias, por su parte, están totalmente instaladas. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con ellas a través de Cruz Roja, si bien han declinado la oferta y han preferido mantener el anonimato mientras empiezan una nueva vida en un piso que solo hace dos meses, era un hotel de paso para turistas.

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