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Más de 45 minutos de cola para ver un patio del Alcázar Viejo

Colas para entrar a un patio de San Basilio | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El primer fin de semana de la fiesta de los patios se salda con enormes colas y masas de visitantes en la zona de San Basilio

La mañana ya lo presagiaba. Quien pasase a eso de las nueve por los alrededores de la Calahorra o las inmediaciones del hotel Hesperia se habrá percatado de la cola de autobuses que custodiaban la ribera sur del Guadalquivir, en Córdoba. No era casualidad. Esos vehículos descargaban enormes nubes de turistas que se desplazaban como un solo hombre por el Puente Romano en dirección norte. Hacia el cogollo monumental de la ciudad. Es más, hacia uno de los núcleos más pequeños que lo conforman: sus patios.

Hacer conciliar el turismo de masas propio de las agencias de viajes con algo tan minúsculo como un centenario patio cordobés sigue la irresoluble ecuación que nadie sabe despejar. Especialmente en los fines de semana del Festival de los Patios, en mayo. Porque ni el viento ni la lluvia frenan a las oleadas de visitantes -tanto foráneos como nacionales o locales- que ocupan las calles para ir de patio en patio o esperando larguísimas e interminables colas para entrar en las casas.

Y eso ocurre especialmente en el Alcázar Viejo. Estratégicamente cercano a las zonas de descarga de turistas, el barrio es como una ciudad amurallada dentro de Córdoba. Y ese aire cerrado se recarga todavía más con los turistas y visitantes que, literalmente, lo toman para aguardar, estoicamente, su turno. “Para ver mi patio pueden haber esperado alrededor de 45 minutos”, explica Lola Jurado, de San Basilio 14.

“Creo que hacía falta más gente que organizase los turnos y las colas”, señala la mujer. En su caso, por ejemplo, las esperas se hacen más prolongadas porque se trata de un patio pequeño. “No podemos dejar que entren grupos de más de 25 personas porque si no ni ven las flores ni las plantas ni se pueden sacar fotos en el patio”, explica. Además, el hecho de que sea el primero que se encuentran los turistas cuando entran por la puerta de las Caballerizas Reales, lo convierte en un punto más que atractivo. “Entre unas cosas y otras, la espera se hace muy larga y luego, claro, hay que explicarles que a las dos de la tarde cerramos el patio para poder arreglarlo y comer. Algunos lo entienden y otros no tanto”, termina Lola.

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